Perdóname...

Capítulo 41

Su viaje a Escocia se produjo por la fecha en la que se cumplían los tres años de matrimonio, y él ya estaba realizando los trámites para el divorcio.

Se sentía demasiado presionado en esa relación sin amor, entendía que le debía mucho a Maritza, le había dado dos hijas maravillosas que eran su adoración, pero no por eso sus sentimientos habían cambiado, el amor de su vida seria para siempre Luana aun cuando esta no lo quisiera a su lado.

Habían pasado varios años desde que la viera por última vez y no sabía nada de ella, extrañaba su presencia en su vida, pero ya era demasiado tarde, ¿o tal vez no?

Un mes atrás le pareció verla en la ventana de su casa, pero dudaba, esa casa estuvo vacía por muchos años, nunca supo que había pasado con esa familia, ni siquiera su tía Tula sabia a donde habían ido. Tal vez Luana ya estaba casada y era feliz con el estúpido de Nicolás.

Pensando en el pasado, ahora le parecía extraño todas las cosas que habían sucedido, la enfermedad de Maritza, su promesa de no separarse de ella hasta el final de sus días, y de eso ya habían pasado cinco años, ella aún seguía con vida, con sus temporadas de recaída y las continuas quimioterapias.

Su divorcio quedó suspendido indefinidamente, pero con la aparición de Luana y su enfermedad, necesitaba volver a poner ese tema en la mesa nuevamente, tenía que divorciarse de Maritza de una u otra manera, no podía dejar solo a Alex y mucho menos a Luana ambos lo necesitaban.

Termino de cambiarse, colgó en su cuello los anillos de compromiso, el suyo y el de Luana de cuando aún eran novios. Sonrió tristemente y fue en busca de sus hijas.

—Chicas, a levantarse, les dije que iríamos a ver a mamá el día de hoy.

—Oye pa, ¿tenemos que ir? —pregunto una adormilada Georgia

—Sí, tenemos que ir a ver a mamá, somos sus hijas y tenemos que estar con ella —respondió una furiosa Giselle. —Ya levántate y no seas floja. Mamá debe estar triste de no estar con nosotras.

—¿Cuándo estuvo con nosotras? Siempre que papá no está, nos ignora y nos pide que no entremos a su habitación.

—Gia, no hables así de mamá, ella está enferma.

Valentino escuchaba atónito esa información, él siempre había visto que Maritza era muy amable con las niñas y no podía creer lo que estaba mencionando Gia.

Salió de la habitación en busca de su tía, le parecía que había estado demasiado ensimismado en la empresa y no había prestado mucha atención a las necesidades de sus pequeñas hijas.

Toca suavemente la puerta de la habitación de su tía, aun eta temprano, pero no quería irse sin preguntarle algunas cosas.

—Tía puedo pasar —pregunto

—Pasa hijo, ¿hay algún problema?

—Quiero que me respondas algunas preguntas.

—Pregunta entonces, que deseas saber.

—¿Cómo es el trato que tiene Maritza con las niñas?

—¿Normal? Eso considero. ¿Por qué lo preguntas?

—Escuche a Gia, mencionar que su mamá no las deja entrar en la habitación y que casi no les presta atención.

—Hijo, estás buscando excusas para separarte de ella por culpa de Luana. No me parece justo, esa muchacha ha estado contigo todo este tiempo a pesar de su problema con el cáncer.

—No, tía, no es eso, pero justo ahora Gia no quería ir al hospital.

Tula se sentó más derecha en la cama y lo miro molesta.

—No dejas de pensar en Luana, a pesar de todo lo que te hizo en el pasado, esa mujer no merece ni uno solo de tus pensamientos y mucho menos que trates de disolver tu matrimonio por su culpa.

—Tía, no te permito que hables así de ella. Tú no sabes todo lo que ha sufrido.

—Lo único que sé, es que jamás debí mantener mi amistad con la madre de esa mujer y mucho menos pedirle ayuda.

—Tía, tú siempre has sido una buena persona y jamás has actuado sin razonar, siempre me has dicho que no debo juzgar a las personas sin cerciorarme de lo que realmente sucedió.

—Si hijo, pero ella es un tema aparte, no quiero que vuelva a lastimarte.

—Tía, eso es un asunto mío, quiero que recuerdes que esa mujer de la que estás hablando mal, es la mujer que amo aun a pesar de todas las cosas que haya hecho o de la manera en que me haya lastimado.

—Solo te pido que no juzgues a tu esposa por los comentarios de unas niñas, porque eso son, niñas.

—Tía nos vemos, debo ir al hospital y terminar algunas cosas en el trabajo.

—Valentino, cuando dejaras esa empresa, creo que es hora de que pongas como prioridad a tu familia, no todo es trabajo y si esa empresa te quita tiempo de calidad para compartir con tus hijas y tu esposa, entonces no vale la pena, eres demasiado inteligente como para poner un negocio por tu cuenta.

—Lo pensaré tía —respondió Valentino medio enfadado.

En momentos como estos agradecía, no haberle dicho ni a su tía ni a Maritza que él era un empresario reconocido, un gran CEO.




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