Perdóname...

Capítulo 44

Maritza vio ingresar a Valentino a su habitación en la clínica, lo noto extraño, algo había cambiado en él, antes la miraba con ojos de lástima, pero al verlo ahora sentía que había rabia escondida en ellos y mucha, mucha decepción.

No sabía lo que había pasado, pero tenía que aguantar, no era hora de quebrarse y mucho menos de rendirse.

—Tino, volviste —pronuncio muy bajo, como si le costara hablar.

Él la quedo mirando por unos segundos, como tratando de adivinar qué es lo que se traía en mente, finalmente respondió. —Solo vine por las chicas, tenemos cosas que hacer.

—Si papi, gracias — Grito Gia dando brinquitos.

—Gia, no saltes, es de mala educación, que van a pensar las demás ´personas, ¿Qué no te eduque correctamente? —Hablo Maritza tratando de calmar su frustración, esperaba que al menos él se quedara un poco más.

—Que más van a pensar Maritza, pensaran que son niñas, que están muy sanas, de otra manera no estarían brincando.

Ella le quedo mirando y se quedó callada, definitivamente algo estaba sucediendo y tenía que averiguarlo pronto o todo su plan se iría al demonio.

—Despídanse de mamá, chicas, tenemos que ir a otro lugar.

—Adiós, mamá, recupérate pronto—Dijo Giselle mientras se acercaba y trataba de despedirse con un beso.

—Cuídate Gis, pronto estaré en casa —respondió Maritza evitando que su hija se acercara a besarla.

—Chau ma —dijo Georgia, que ya estaba jalando a su papá para salir de esa habitación.

—Tranquila bebé, vamos con calma, arregla tu casaca y ponte la gorra, no quiero que te resfríes. Gis, ven aquí para arreglarte.

Se agachó y acomodo las prendas de sus pequeñas antes de salir de la habitación, miro a Maritza una última vez, se acercó a ella y luego de darle un beso en la cabeza, salió sin decir una palabra.

—Chicas —Yo tengo que ir a hablar con un doctor, quieren ir conmigo, o van con el tío Diego y la tía Diana a la empresa, ustedes díganme.

—Papi, ¿pero no íbamos por gofres a la casa de la señora Carmen?

—Es cierto, chicas, pero hay algunas cosas que debo resolver, les prometo que termino a la hora del almuerzo y luego nos vamos a la casa de la señora Carmen, mientras la voy a llamar para decirle que compre lo que necesita para prepararlos. ¿Les parece?

—Está bien papá, iremos con los tíos.

—Diego, Diana, por favor lleven a las niñas con ustedes a la empresa y ahí nos encontramos cerca de las once de la mañana.

—No te preocupes, hermano —Respondió Diego —Nosotros nos encargamos de las nenas. Has lo que tengas que hacer con calma.

—Oh, lo olvidaba, Diego, ven un momento. — Se acercaron y caminaron alejándose un poco de las niñas. — Hermano, por favor, acércate a admisión y pide dos kits de pruebas ADN. Necesito confirmar mi relación con las niñas.

—¿Cambiará algo si ellas no son tus hijas? —pregunto preocupado Diego.

—No, no cambiará nada. Pero necesito saber a qué atenerme con esa información.

—Está bien, pediremos eso. — Se acercaron nuevamente a las mujeres.

—Diana, ¿tienes una toallita tisú?

—Si tengo, ¿o prefieres una toallita húmeda?

—No, húmeda no.

Diana sacó una toallita de su cartera y se la alcanzo, Valentino puso unos cabellos sobre el papel, lo envolvió y se lo devolvió. Esto es necesario para realizar el kit, son de Maritza.

Diana lo miro, con desconcierto, no esperaba la rápida reacción de Valentino para averiguar la verdad de todo lo que estaba sucediendo, no puedo evitar sentirse tonta al haber sido engañada, durante tanto tiempo, por alguien que se decía ser su amiga.

Aun así, quería darle un voto de confianza, ella creía, en el fondo, que las niñas si eran hijas de Valentino y Maritza.

Vio a Valentino, marcharse apresurado, no pudo contarle lo que sucedía con Alex, y lo peligrosa que era la situación en torno a su custodia. Movió su cabeza con pena, tendría que suspender las cosas que tenía pendientes para ese día, él era su amigo y era importante que hablaran sobre el futuro de Alex.

Valentino miró su reloj, preocupado iba tarde para la cita, según lo que le había dicho Nicolás, Avalos estaría muy molesto si no cumplía con la cita que le había dado de antemano.

Finalmente, llego al centro de Salud mental, era una gran casa, él esperaba que el lugar se pareciera más a una clínica, que a una casa común y corriente. Busco donde estacionarse, la zona era tranquila frente a un parque, las calles alrededor tenían árboles grandes, se respiraba mucha paz.

Se acercó a la puerta y toco el timbre, le sorprendió el sonido, en vez de un tono ruidoso, se escuchó una suave melodía, se preguntó quién escucharía un tono tan tranquilo, él estaba acostumbrado al bullicio, al sonido estridente de la gente trabajando. Se imaginaba que se debía a que era un centro de salud mental y pues eso tenía como connotación la paz, ¿no?

La puerta se abrió de manera inmediata, asumió que debería ingresar y no esperar a que alguna persona se acercara a indicarle que lo haga.




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