Perdóname...

Capítulo 45

—Buenos días, Avalos —respondió Valentino conteniendo la frustración.

—Doctor, doctor Diego Avalos —respondió este —Sígame por aquí, señor Ordóñez —indicando con su mano hacia la puerta de la cual había salido minutos antes.

Valentino, lo siguió en silencio, pero desde ya, estaba pensando en buscar otro psiquiatra para que viera a Luana.

—Toma asiento aquí —le indico mostrando un sillón de un cuerpo separado de otro por una pequeña mesita de café, encima de la mesa se encontraba un file, con el nombre de Luana Ramírez.

El doctor procedió a sentarse en el sillón contrario a donde se encontraba Valentino.

—¿Qué deseas saber?

—Todo, necesito que me diga todo lo que sabe de la enfermedad de Luana, y que debemos hacer para que mejore.

—Luana padece del trastorno límite de personalidad. Es una enfermedad mental grave, que se presentó en ella aproximadamente a los dieciocho años, ella estuvo lidiando con esa enfermedad por bastante tiempo y sin la terapia adecuada.

—Durante esa época estábamos juntos ¿Cómo es que no me di cuenta?

—¿Estás seguro?

—Por supuesto que sí, jamás le vi tener una de esas crisis que he observado hasta el momento.

—No Ordóñez, eso que viste simplemente es una reacción de su cuerpo físico hacia el dolor mental que está sufriendo.

—¿Cómo es eso? ¿Por qué tendría un dolor mental? Ella siempre fue una muchacha feliz, reía por todo, tenía una personalidad atrayente y relajada.

—Te haré unas preguntas, para ver si encuentras alguna de ellas compatible con la Luana joven que tú conociste.

—Está bien, dime entonces.

—¿Grandes cambios de humor?, ¿enojo intenso?, ¿comportamientos compulsivos?, ¿toma de decisiones inadecuadas?, ¿dificultad para confiar?, ¿sentimientos recurrentes de vacío?, ¿esfuerzo para evitar el abandono ya sea real o imaginario?

El doctor se quedó callado mientras miraba a Valentino, cerrar los ojos y tratar de recordar.

—Sí, la mayoría de ellos estuvieron presentes, yo asumí que era parte de su personalidad, jamás imaginé que todos esos cambios que fue presentando de a pocos eran los síntomas de esa enfermedad. ¿Pero por qué ella? ¿Qué sucedió para que ella se enfermara de esa manera?

—¿Por qué ella?, bueno, esta enfermedad es como un ciclo, deben presentarse dos componentes para que este ciclo se cierre y se transforme en la enfermedad. Te explico un componente es el genético y el otro es el entorno social. Esta enfermedad cierra el ciclo entre los dieciocho y los veintidós años, si solo se tiene el componente genético, al pasar esos años, es poco probable que la enfermedad complete el ciclo.

—¿Me quieres decir, que en el caso de ella se completaron ambos componentes?

—Así, es.

—¿Hay cura para esa enfermedad?

—No, no existe cura alguna.

—Y entonces, ¿nunca sanará?

—No. No lo hará, pero si se puede encontrar la manera de controlarlo, es decir que ella aprenda a manejar su trastorno.

—Eso me interesa, entonces que debemos hacer.

—Aguanta un poco, ella ya hizo eso, ha llevado terapia con medicinas para controlar sus impulsos, para la depresión crónica y para la ansiedad. También ha llevado terapia DBT, esa terapia la volvió funcional nuevamente.

—¿Cómo llegaste a ella? — pregunto curioso Valentino.

—Bueno, estaba haciendo mi maestría en una clínica de salud mental, cuando llego una muchacha con un brote psicótico, justo ese día no me tocaba la rotación en el área de emergencias, pero un compañero pidió permiso y me rogó que lo sustituyera, así que la casualidad hizo que la conociera.

—¿Brote psicótico?, ¿cómo llego a eso? No entiendo.

—Las personas con TLP, pueden tener ese tipo de brotes, muchas veces causados por algún evento externo que no pueden manejar. Cuando llego aquí, pensaba que le habían quitado a su bebe, que le habían provocado un aborto y se lo habían arrancado, sentía que la seguían y que su hermana era quien estaba tratando de matar a su bebé.

—¿Hermana? Ella no tiene hermanos, mucho menos una hermana. ¿Por qué diría algo así?

—Consecuencias del brote psicótico, tenía alucinaciones y paranoia.

—Estuvo internada por seis meses, no mejoraba ni con el tratamiento, era como si su mente se hubiera fracturado, no reconocía ni a su madre y mucho menos a Nicolás. A veces te nombraba, y al ver que no llegabas, entonces se arañaba los brazos y se arrancaba mechones de cabello, tuvimos que ponerle camisa de fuerza para que no se siguiera lastimando y mucho menos que llegara a lastimar al bebe.

—Por Dios, como pudo aguantar tanto —Valentino tenía la garganta cerrada, su corazón estaba paralizado por el dolor, pero necesitaba seguir escuchando todo, sentía que era su culpa el no haberse dado cuenta y dar por sentado que todo entre ellos había terminado. —continúa por favor.

—Poco a poco fue tranquilizándose y finalmente le quitamos la camisa de fuerza, pero seguía sin reaccionar, su vientre iba creciendo, al inicio solicité que le hicieran un aborto terapéutico, pero el ginecólogo que la vio, indico que el feto estaba en perfecta salud y que no debíamos hacer ese aborto. Nos sugirió que bajáramos las dosis de la medicación para evitar algún contratiempo con la salud del niño.




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