Perdóname...

Capítulo 48

—Pásame con ella — respondió este rápidamente. Nicolás le dio el celular a la malhumorada recepcionista que estaba limando sus uñas como si con ella no fuera.

—Señorita, le quieren hablar —dijo sin mencionar el nombre de Jimmy.

—Clarita. Como es posible que no dejes pasar al nuevo Director del área técnica de la empresa, ¿no lees los comunicados?, ¿qué clase de servicio estás prestando a la empresa?

—Señor Quintanilla, lo siento mucho, no pensé que el nuevo director fuera tan joven.

—No se le paga por pensar, se le paga por atender y recibir, por favor indícale, al señor Peralta, cuál es su oficina. —Colgó de inmediato, tenía una llamada de Valentino esperando.

—Señor Peralta, sígame por favor —indico la recepcionista avergonzada y mostrando una media sonrisa.

Ambos caminaron a través de un corto pasillo, frente a ellos se veía una amplia oficina que al parecer acababa de ser renovada,

—Bienvenido, director. Esta es su oficina, espero que se sienta cómodo y disculpe por el malentendido.

—No te preocupes, ¿puedes hacer que me traigan café?

—Sí señor,

—¿Lu quieres algo?

—Una manzanilla, me caería bien, me estoy congelando.

—Ya sabe lo que queremos. ¿Por cierto esta oficina tiene secretaria?

—No, señor, este puesto es nuevo, recién se está implementando.

—Okey, yo me ocupo de todo entonces, gracias. No olvides el pedido, por favor.

La recepcionista salió de inmediato, mientras Nicolás y Luana se sentaban a conversar cómodamente, mientras esperaban que les trajeran lo que habían pedido.

—Nico, y que será lo primero que harás en tu nuevo puesto.

—Bueno, el jefe dijo que me haría cargo de la cuenta de los Ugarte.

—¿La cuenta de los Ugarte? Esa no era una cuenta que ansiábamos manejar.

—Exacto, el señor Ordóñez, dijo que había observado mi trabajo por mucho tiempo y que le parecía lo más correcto que al ser nosotros los iniciadores del proyecto lo trabajáramos hasta el final.

—¿Trabajar hasta el final?, ¿los dos?

—Así es, ambos.

Luana se quedó pensando por un momento, le entusiasmaba el hecho de estar dentro del proyecto, pero temía no poder cumplir con los tiempos, ya que sabía que su trastorno estaba nuevamente al límite.

—Lu, ¿cuándo podrás regresar a trabajar?, ¿tienes una idea?

Luana lo quedo mirando pensativa, pero el ruido de unos niños corriendo y gritando, desvió su atención del tema, se quedaron mirando hacia la puerta, pero el ruido continuaba y los gritos de los niños se escuchaban más fuerte.

Ambos se miraron sorprendidos y se dirigieron a la puerta.

—Parece la voz de Alex — menciono Luana.

—No creo, ¿cómo podría ser?

—Detente, no corras — se escuchó decir a un niño.

—Deja de correr Gia, papá se molestará.

—No pueden atraparme —dijo una niña con voz cantarina.

—Gia, ¡detente! — hablo el niño en tono serio.

Luana se quedó mirando impresionada y asustada a dos niños, siguiendo a una tercera, que corría sin parar de reír, ante el asombro de los demás trabajadores y la desesperación de la chica de la recepción, Una sonrisa preocupada se mostró en los labios de Nicolás.

Clarita, estaba muy asustada, ya que los niños habían ingresado al piso mientras ella se estaba haciendo cargo de lo solicitado por Nicolás.

Sabía que el dueño se enteraría tarde o temprano, y que al ser un cascarrabias, como lo llamaban todos, lo más probable es que dejara de trabajar ese mismo día. Tenía casi dos años trabajando en esa empresa y jamás había sido llamada al piso veintiséis, sabía que quienes eran llamados a ese sector más conocido como el infierno, no regresaban más.

—¡Alex! —llamo Luana con voz fuerte y clara, —¿Qué haces aquí? ¿Quién te trajo? —pregunto preocupada por saber cómo había llegado el niño a la empresa y más a ese piso.

Alex se paró en seco y retrocedió — ¿mamá Lu? ¿Aquí trabajas? — pregunto y corrió a abrazarla. Las niñas se detuvieron al verla, Giselle, la miro molesta, mientras la pequeña Georgia, le sonrió mostrándole una sonrisa carente de un diente frontal

También corrió a abrazarla imitando al pequeño Alex.

—¿Tú trabajas aquí, con mi papi? —pregunto curiosa. —Alex, ¿ella es tu mamá?

Alex sonrió orgulloso porque la pequeña dijera que era su mamá, pero no contesto, sabía que no era el momento para revelar nada, además se lo había prometido a su papá, hasta que Luana no se recuperara, no podía decirle a nadie, quien era ella para él.

—Mamá Lu, ellas son Giselle y Georgia, mis amigas, son las hijas del señor Valentino.

—Hola niñas —Les dijo Luana mientras se agachaba para ponerse a la altura de esas pequeñas personitas. Al ver a los tres juntos paso por su cabeza que eran muy parecidos, casi como si fueran hermanos.




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