Perdóname...

Capítulo 50

Las convulsiones de Luana se calmaron lentamente, mientras él, la sostenía en sus brazos, pero su furia se iba acrecentando con lo último que había mencionado Alex, esa maldita mujer había provocado muchas desgracias en tan poco tiempo, se arrepentía de no haberla puesto en su sitio a tiempo. Pero todo era debido al gran aprecio que tenía por el padre de ella, no debió aceptar cuidarla mientras su mentor y su esposa viajaban a Escocia.

—Reina, vete a casa. Iré a verte más tarde.

—Pero…

—Que te vayas, dije, o hago que seguridad te saque a rastras.

En ese momento Jimmy salía del ascensor y miraba asustado el desastre que era la recepción, sabía que se le avecinaba una gran llamada de atención.

—Recién apareces, saca a Reina de aquí y llévala a su casa.

—Si señor —respondió inmediatamente Jimmy tomando de un brazo a la mujer mientras la conducía a la fuerza al ascensor. El muchacho, sabía que debía desaparecer de inmediato de ahí y rogar porque las aguas se calmaran pronto.

—¡Nicolás! — grito furioso. Este apareció muy tranquilo y relajado, acompañado del médico y las niñas, llevaba a Gia en sus brazos, mientras Giselle caminaba a su costado, furiosa.

—Veo que me extrañaste. — Dijo Nicolás con una gran sonrisa.

—¿Es así como la cuidas?

—Vamos Tino, ya estás con ella y lo estás haciendo bien. Además, tú y yo sabemos bien que Luana es una loca cuando está molesta, no hay quien la pare y “tu amiguita” se buscó con creces todo lo que le paso.

—Ella pudo lastimarse.

Valentino se puso de pie con Luana en sus brazos, cuando se dio cuenta de que sus hijas lo miraban absortas al verlo con Luana en los brazos.

—Papi, ¿la señorita Luana se pondrá bien? —pregunto Giselle.

—Si hija, se pondrá bien. Vamos a la oficina del tío Nicolás, para recostarla en el mueble.

—¿Tío? — Hablo Gia que aún continuaba en los brazos de Nicolás —Me gusta este tío papi, cuando sea grande me casaré con él.

—Cálmate pequeña, que este tío ya tiene novia. —Respondió con una sonrisa despreocupada Nicolás.

—Aunque ella no lo sabe —murmuro Valentino, mientras entraba a la oficina recién renovada. —Abre los ojos, ya sé que estás despierta, pequeña loca; has armado todo un espectáculo ahí afuera.

—Lo lamento —susurro Luana.

—No creo que lo lamentes, te conozco y sé lo desquiciada que eres. Pero gracias por defender a mis hijos.

—Al menos uno de ellos es mío, no lo olvides. —Respondió ella.

—¡Eres tú! — Estaba preocupado de que despertara la otra loca y que me mandaras a volar de inmediato. — Valentino sonrió feliz.

—Ya bájame, no quiero causar confusiones en las niñas y por cierto tienes que explicarme como es que esas niñas son tuyas.

—Te lo explicaré más tarde, ¿está bien?

—¿Dónde estamos?

—Estamos en la oficina de Nicolás.

—Nicolás, ¡oh por dios! Dime que no tengo algún tipo de relación amorosa con él. — Hablo, solo para que él, la oyera.

—No cariño, pero algo me estás ocultando, ¿no?

Ella quedó en silencio, mientras él la dejaba en el mueble dentro de la oficina.

—Dame un momento, hablaremos en cuanto regrese.

Valentino la dejo en el mueble mientras los niños se acercaban a preguntarle si ya se sentía mejor.

—Mami Lu, ¿Estás mejor? —pregunto Alex, vacilante.

—Si mi vida, ya estoy mejor, ¿recuerdas que te dije que jamás te olvidaría?

—Mamá, eres tú —Soltó eufórico Alex, mientras la abrazaba con fuerza. —Te extrañé tanto, ya no te vayas por favor.

—Trataré cariño. ¿Quiénes son estas preciosuras?

—Son mis hermanitas —le dijo en el oído para que las niñas no escucharan.

Necesitaba muchas explicaciones de Valentino, su ira iba subiendo sin límite alguno, cuando recordó quien era la mamá de ellas. Las miro detenidamente, pero ellas no se parecían en nada a Valentino, sin embargo, tenían un cierto parecido con Alex.

—Niñas, ¿Su mamá como esta? — pregunto de manera inconsciente.

—Mi mamá, está en la clínica, señorita — respondió Giselle.

—¿Clínica? ¿Qué es lo que tiene?

—Cáncer — dijo Georgia mientras trataba de sentarse en sus piernas,

—Cállate Gia. —Dijo Giselle mientras la miraba con enojo — Es un secreto.

—¿Por qué es un secreto cariño? —pregunto curiosa Luana, mientras acomodaba a la pequeña en su regazo.

—Porque mi papá no debe saber que lo sabemos. Mami dijo que era un secreto que él no debía saber que ella nos lo había contado.

—¿Entonces por qué se los dijo?

—Nos dijo, para que no dejáramos que papá se junte nuevamente con la mujer por la que mi mami se puso enferma. Ella dijo que esa mujer quiere destruir a nuestra familia.




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