Nicolás se quedó paralizado con la mano en la perilla de la puerta, su corazón se saltó un latido al darse cuenta todo lo que sabían esos niños, su mente empezó a unir los puntos y quedó muy sorprendido con lo que descubrió.
Los datos que estaba escuchando, no eran puras casualidades, el nacimiento de los niños, el parecido que tenían, ¿serian hijos del mismo padre?, pero había algo más, y tenía que descubrir que era eso antes que todo se saliera de control.
Su corazón se enterneció al ver a los niños compartir como hermanos. Había vivido los últimos años pendiente de Alex, ese niño era parte de su vida, de su día a día, era su ahijado, pero lo más importante también era su sobrino, observo a Luana quien miraba a los tres niños de manera amorosa y pensó que hubiera sido perfecto si ella fuera madre de los tres pequeños.
Las niñas eran muy lindas y le hubiera gustado ser parte de sus vidas, pero eso era un caso aparte, Maritza nunca le hubiera permitido estar junto a ellas, pero ahora nadie podía impedirle estar al lado las pequeñas, no permitiría que las volvieran a alejar de él. Total, como dice la frase, la sangre llama la sangre.
—¿Qué haces? —Pregunto Valentino, quien lo encontró mirando por medio de la puerta semi abierta el interior de la oficina mientras observaba como se desarrollaba el intercambio entre los niños y Luana.
—Observo, ¿Son preciosos, no?
—Lo sé, mi mujer es una buena madre, y sé con certeza que lo hará muy bien con las niñas.
—No tienes que pregonar a cada instante que Luana es tuya, ya todos lo sabemos muy bien. —Nico sonrió de lado al verlo.
—Te lo recuerdo por si te olvidas de eso y pretendes robarla de nuevo.
—No digas tonterías, Luana es mi hermana.
—¿Tu hermana?
—Ya sabes, es como mi hermana y no podría verla de otra manera jamás.
—Más te vale. Ellos son mi familia y no permitiré que nadie me los arrebate de nuevo.
—¿Sabes algo de Maritza? ¿Cómo está ella?
—¿En serio? ¿Solo puedes preguntar eso?
—Ok, ok, no te enfades jefe. No volveré a preguntar por ella —Respondió Nicolás regañándose interiormente por su falta de tacto. Igual tendría que acercarse a la clínica y averiguar la verdad.
—Van a pasar o se quedarán observando desde la puerta —Hablo Luana mientras los miraba curiosa.
Valentino, fue presuroso a abrazarla, pero ella lo detuvo mientras con su mirada le hacía recordar la presencia de las niñas.
—Chicos, necesito que vengan conmigo a un lugar, allí estarán más cómodos mientras que los adultos resolvemos algunas cosas de trabajo.
—Está bien papá —dijeron las niñas, mientras Alex solamente sonrió mordiéndose la mejilla interna tratando de contener la palabra papá dentro de su boca.
—Luana, Nicolás, vengan conmigo también en una hora es la reunión con los Ugarte.
—¿Yo? —Pregunto intrigada Luana —Que tengo que ver en esto y desde cuando te comportas como si fueras un jefe.
El sonrió mientras pasaba su brazo por su cintura y la empujaba para que caminara hacia el ascensor.
Ya en el ascensor, paso una tarjeta por el escáner y la cabina metálica empezó su ascenso hasta el piso veintiséis, ella se quedó sorprendida ¿cuántos secretos ocultaba él?
Los niños iban contentos como si supieran a donde se dirigían. El ascensor se detuvo, se estabilizó y la puerta se abrió lentamente, dejando a la vista un ajetreo de personas caminando de un lugar a otro mientras hablaban entre ellas, un módulo de recepción se encontraba frente al ascensor y unas lindas recepcionistas se pusieron de pie ni bien vieron entran a la comitiva.
—Señor Ordóñez, buenos días — dijeron a coro las empleadas.
—¿Algo nuevo sucedió en mi ausencia?
—No señor.
—¿Margarita?
—Está cumpliendo con lo que usted le solicito, acaban de llegar los pedidos y ella llevó al delivery a la sala para que lo instalaran.
—Okey chicas, gracias
Luana miraba intrigada todo lo que sucedía, mientras Nicolás parecía tranquilo, como si eso hubiera sido lo que esperaba ver.
—¿Has estado antes aquí? —le pregunto en un susurro.
—No, no lo hice. Pero escuche los rumores sobre este piso.
—¿Pero qué hace aquí Valentino sabes?
—Ya te explicará, ten paciencia.
Luana observo a Valentino saludar a los empleados mientras estos le respondían algunos asustados y otros con aprecio. Una mujer de unos cincuenta años apareció de una puerta oculta en una pared y sonrió al ver a los niños.
—Señor, ya está todo listo y de acuerdo a como lo pidió, los niños estarán cómodos mientras esperan.
—Gracias Margarita, sabía que podía confiar en ti.
—Nicolás, ella es Margarita, mi secretaria, cualquier cosa que necesites puedes solicitárselo a ella. Marga él es Nicolás, tu jefe interino, solo no lo consientas mucho porque es un mocoso malcriado. Cuando se quiera pasar de listo puedes jalarle las orejas con confianza.
#18370 en Novela romántica
#3444 en Joven Adulto
amor ayuda esperanza, depresion ansiedad dolor muerte, odio amor cáncer amistad
Editado: 16.02.2023