Perdóname...

Capítulo 57

—Cuñadito, regresaste —comento en medio de risas Nicolás, pero la mirada seria de Valentino le dijo que tendría que hablar con él y decirle la verdad, pero aún no era tiempo, tenía que encontrar la manera de aplazar esa conversación hasta que hubiera confirmado sus sospechas.

—Valentino, que bueno que regresaste. ¿Sabías que Nicolás es mi hermano?

—Si cariño, me entere hace poco, tu hermanito es muy escurridizo. Luana volteo a mirar a Nicolás, quien miraba sus uñas de manera aburrida.

—¿Por qué te escondiste tanto? ¿Tienes algo que ocultar?

—Lu, no pienses tanto, solo soy un chico muy guapo, pero rebelde que huyo de su casa y no quería que sus padres lo encontraran, eso es todo — dijo Nicolás mientras encogía los hombros por enésima vez en el día.

—Tino, no me siento bien. —Hablo Luana de pronto.

—¿Sucede algo cariño? ¿Qué sientes? ¿Te duele algo?

—Me duele mucho la cabeza, y siento que en cualquier momento me voy a desmayar, estoy tratando de mantenerme aquí, pero mi cuerpo ya está cansado y duele mucho.

—Cariño, hable con tu psiquiatra, él recomienda que hagas algunas sesiones de hipnoterapia, dijo que eso podría ayudarte a recuperar tus recuerdos perdidos.

—¿Crees que eso podría ayudarme?

—No lo sabremos hasta que lo hagas, me preocupa tus crisis conversivas y el daño que podrías causarte cuando te desmayas. Tienes que intentarlo, por favor —suplico de manera humilde mientras sujetaba sus manos.

—Está bien cariño, lo haré, pero no sé cuándo podré hacer eso — dijo mientras su cuerpo se desvanecía y caía hacia un costado, confirmando que una nueva crisis había llegado.

Valentino la levantó entre sus brazos, subió al ascensor privado que lo trasladaría hacia sus oficinas en el último piso, su rostro anguloso mostraba el cansancio de los últimos días, se sentía entre feliz e impotente. Feliz porque tenía entre sus brazos a la mujer que más amaba en esta vida e impotente porque no sabía cómo ayudarla a mejorar.

Ávalos le había dicho que luego de adquirido ese trastorno mental ya no había marcha atrás, lo único que quedaba por hacer era que ella aprendiera a manejar su estado para poder evitar esas crisis que se le presentaban.

Suspiro profundo, las puertas del ascensor se abrieron inmediatamente y tres niños se acercaron corriendo al verlo entrar. Valentino sonrió al ver sus caritas de preocupación, como hubiera querido que los tres fueran sus hijos, pero solo estaba seguro de que al menos Alex era su hijo biológico, pero ¿Y las niñas? Que sucedería si se demostraba que ellas no lo eran.

Un dolor sordo se instaló en su corazón.

Amaba a esas hermosuras, por tanto, no importaba si no lo eran biológicamente, lo eran por qué él las había criado. Un padre no es el que engendra, es el que cuida, sonrió al pensar en la frase cliché de muchas telenovelas.

Sacudió su cabeza y siguió caminando rumbo a su oficina.

Tenía muchas cosas que resolver antes de tomarse ese pequeño descanso. Acostó a Luana en el dormitorio que tenía oculto tras una puerta en su oficina, muchas veces se había quedado ahí por no llegar a su casa y había fingido innumerables viajes para evitar a Maritza y sus reclamos.

Siempre se había sentido mal con ella e incluso tenía una póliza a nombre de ella por si le pasaba algo a él, no podía dejarla en la miseria absoluta, total sus padres la habían abandonado cuando descubrieron que se había casado con un don nadie.

Se sentó al costado de Luana quien dormía profundamente, aunque sus párpados se movían con rapidez como si hubiera una lucha interna dentro de ella. ¿Quién se despertaría esta vez? ¿Sería su Lu?, o sería la otra, aquella para la que él no existía. Al final no importaba, amaba por igual a ambas, ¿y si aparecía la otra?, Suspiró; ya había hecho el primer contacto, haría que esa también se enamore de él.

Se levantó lentamente, la miró por última vez y salió de ahí, no podía seguir postergando aquello que tenía que hacer.

—Niños, ¿Aún siguen aquí? ¿Se cansaron de jugar?

—Si papito, estamos muy aburridas, estoy esperando que las clases empiecen pronto, así podré jugar con mis amigas —hablo feliz Gia.

—Papá, ¿la señorita Luana se pondrá bien? —pegunto tímidamente Gis.

—Si cariño, ella se pondrá bien. Ya hablé con un médico para que la atienda. Pero saben que, hay algunas cosas que tenemos que hacer, en un momento más vendrá el doctor que vio la carita de Gia y les realizará algunos exámenes, solo deberán abrir la boca y listo.

Alex se mantenía callado y absorto en sus pensamientos cuando escuchó lo de la prueba.

Levantó la vista y observó a su padre curioso, ¿Por qué tendrían que hacerle exámenes de ADN a las mellizas? ¿Es que su padre dudaba que ellas fueran sus hijas? Miro a las niñas por un momento y al verlas pensó en que se parecían mucho a su mamá y una idea cruzó por su mente.

—Pa… Digo, señor Valentino, ya que le hará esos exámenes que me hicieron el otro día a sus hijas, ¿podría también hacerle ese mismo examen a mi mamá?

Valentino lo miró asombrado, ese niño era más astuto que el mismo, ¿por qué no lo había pensado?




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