Perdóname...

Capítulo 58

El doctor tomó el rostro de las niñas con delicadeza mientras introducía el hisopo en la cavidad bucal de cada una de ellas, luego de unos ligeros giros, colocaba estos en el kit transportador.

—¿Señor, usted también se hará la prueba? —Pregunto.

—¿Cuántos kits te quedan?

—Aún me quedan tres.

—Está bien, procede conmigo y luego lo harás con la señora que está en mi habitación de descanso.

—Como usted indique —respondió el médico nervioso, era la segunda vez que estaba frente al dueño de la empresa y creía que no estaba en buenos términos, luego de ver la mirada furiosa que le dio al verlo saludar a Luana, esperaba no estar frente a él nuevamente y lo que nunca imagino es que será llamado al piso superior para tomar las pruebas de ADN de la familia de su jefe. Estaba sumamente nervioso.

Valentino se levantó de la silla giratoria luego de que el doctor terminara de realizarle la prueba y le indico que le siguiera para ingresar a la habitación oculta, Luana dormía profundamente y a pesar del ruido que hicieron al ingresar no se levantó por nada.

Se veía un poco complicado despertarla, ya fuera para tomar las células de su boca o sacarle sangre. Valentino tomo su cabello con delicadeza y arrancó uno de ellos de su cuero cabelludo, luego se lo alcanzó al médico —Eso servirá.

Mike, tomo lo que su jefe le alcanzaba y lo guardo en un tubo, lo sello y guardo la muestra junto a los otros Kits.

—Llévalos tú mismo, y que traten de darme los resultados lo más pronto posible. Jimmy te dirá a qué lugar debes llevarlos.

El doctor, trato de mantener la compostura, aunque le intrigaba saber por qué Luana se encontraba ahí, habían sido compañeros de trabajo por más de cinco años y jamás hubiera sospechado que ella tuviera algo que ver con el dueño de la empresa.

Salió rápidamente para cumplir con el encargo que se le había asignado.

Valentino se quedó mirando a Luana dormir plácidamente y al verla su cuerpo reacciono, quería acostarse a su lado, tocarla y hacerle el amor, ya había pasado más de un mes desde la última vez que estuvieron juntos y, sin embargo, tantas cosas habían pasado que lo habían impedido. No se aprovecharía de ella, quería que ella estuviera consiente y lo deseara de la misma manera en el que la deseaba.

Acaricio sus cabellos lentamente, la amaba tanto. Si hubiera sabido todo lo que pasaría tantos años después, nunca hubiera permitido que ella lo dejara. Como dijo Avalos todo se debía a que su trastorno estaba tomando forma.

Sonrió tristemente, como podía decir que la amaba si ni siquiera se había dado cuenta de que su salud mental estaba en declive. Pero él no era un psiquiatra, ¿Cómo lo hubiera sabido?, pero debería; él se dio cuenta de los cambios, pero cerro los ojos y no hizo nada.

Miro por el ventanal que cubría todo el lateral de la habitación, podía observar toda Lima desde esa posición, le daba la sensación de poder, pero era un poder efímero al lado de todo lo que estaba sucediendo y que se escapaba de sus manos, si no hubiera sido tan confiado, Maritza no lo hubiera engañado.

Lima, la gris lo observaba; a pesar de ser más del mediodía, todo estaba cubierto de neblina, miraba a las personas caminar, era como ver hormigas alrededor del hormiguero, el frío se acrecentaba ahí afuera y una ligera llovizna empezó a caer, golpeaba suavemente el vidrio de la ventana, todo se puso más oscuro.

Su teléfono vibró en su bolsillo, lo saco y al ver quien llamaba inmediatamente colgó, pensando en el diablo y el diablo que se atrevía a llamar.

Tomo una manta del borde el sillón que había en la habitación y cubrió el cuerpo dormido de Luana, encendió una pequeña lámpara y salió de ahí.

Los niños habían regresado a jugar, se encontraba solo en su oficina, observo con detenimiento las fotografías de las niñas y se dio cuenta de que había un ligero parecido entre las niñas y Maritza, pero también estaba el parecido que tenían con Luana, era sumamente extraño.

Un lapicero rodaba entre sus dedos, era una práctica que comúnmente realizaba cuando estaba inquieto, al menos y no mordía las tapas de los bolígrafos, Luana le quito esa manía cuando era más joven, nada más de recordar como ardió su boca al contacto de la tapa se le estremeció el cuerpo. Ahora era fanático de las cosas picantes y siempre agregaba mucho rocoto a sus comidas, tal vez lo hizo para recordar a la mujer que lo abandono, una forma de castigo subliminal, en el fondo se culpaba de la decisión de Luana de abandonarlo.

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Nicolás llegó a la clínica al promediar las tres de la tarde, había salido con engaños de la empresa, necesitaba confirmar aquello que estaba imaginando, no podía creerlo, no era posible que ella hubiera llegado a tanto. Imposible se dijo.

Abrió la puerta de la habitación y la vio allí sentada, muy oronda como si con ella no pasara nada.

—Maritza, buenas tardes —hablo de manera formal. La mujer sentada en la cama de la clínica lo miro, como si estuviera mirando un insecto.

—Que quieres.

—Necesito hablar contigo sobre todas las cosas que has realizado en estos últimos años.




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