Perdóname...

Capítulo 66

Cuando yo tenía siete meses tuve una fuerte discusión con mi hermana, me enteré de que el padre de sus hijos era mi marido, me dijo que ella había planeado mi desgracia y que incluso ella misma había drogado a Manuel, para que abusara de mí.

Todo aquello para mí fue como un baño de agua fría, no podía creer tanta crueldad. Gerardo confirmó todo aquello y me dijo que apenas saliera del embarazo, debía volver a atender a sus clientes como aquella vez cuando cumplí dieciséis. Desesperada salí corriendo de la casa y en mi loca carrera empuje a Isabela haciéndole perder el equilibrio abrí la puerta de la casa y al cruzar la calle un auto me embistió y termine en el hospital.

Cuando desperté, los médicos dijeron que había perdido a mis hijos.

No podía creer eso, sospechaba que era mentira, pero el médico me llevo a la morgue y pude ver sus pequeños cuerpecitos, ya nada me ataba a la vida, solo quería morir, así que subí al techo del hospital con la simple idea de lanzarme desde el último piso, para mi desgracia fui contenida y luego encerrada en un manicomio, del cual me sacaban cada cierto tiempo para vender mi cuerpo, me drogaban para hacerme receptiva, yo luchaba hasta que me quedaba sin fuerzas.

Era medicada todo el tiempo, siempre estaba como en el limbo.

Estuve tres años en ese lugar sin saber ni que día era, al principio me sacaban tres veces a la semana para venderme, pero conforme fui creciendo ya no era requerida, así que lo único que hacían era mantenerme sedada.

Uno, de esos días, cambiaron de director del centro y los medicamentos se atrasaron, eso me sirvió para despertar, y encontrar un poco de coherencia en mi mente, cuando llego el enfermero con las pastillas fingí tomarlas y cuando este se fue las tiré. Seguí fingiendo estar dopada, tenía que encontrar la manera de escapar.

El nuevo director estaba revisando cada caso que no tenía mejoría, él era joven, por consiguiente, estaba muy entusiasmado con su trabajo, por un tiempo fingí incluso delante de él, pero poco a poco él se ganó mi confianza y le conté mi historia.

Nos enamoramos, pero tuvimos que huir para que yo pudiera ser libre. Nos vinimos a Lima y él empezó a trabajar con la policía, se asimiló al cuerpo policial y empezó a trabajar con el grupo que perseguía la trata de blancas.

Acostumbraba a llevar su trabajo a casa, y en una de esas veces entre a llevarle café, ya era más de medianoche y él seguía trabajando, viendo videos de niños raptados y que estaban siendo prostituidos. Sus colegas y él estaban tras un grupo de pederastas.

En uno de esos videos, había un niño siendo lastimado por un adulto, cuando vi bien, el maldito que hacía eso era Gerardo, en la misma habitación se encontraban dos niñas vestidas y maquilladas como si fueran adultas, pero esos tres niños no debían tener más allá de tres años, sentí tanto asco, que corrí al baño a vomitar.

Mi corazón dolía, como si esos niños fueran algo mío, no sabía por qué, pero esos pequeños me recordaban a mi hermana y a mí de pequeñas. Temí lo peor. Pero era imposible que Gerardo fuera tan desgraciado de abusar de sus propios hijos.»

Todos en la sala estaban en silencio, Avalos miro de reojo a Nicolás, él sabía todo lo que el joven había pasado y eso que el resto solo sabía la punta de la madeja.

Carmen estaba avergonzada, no le había pedido permiso a Nicolás para contar parte de su historia, pero llegados a este punto era muy necesario que siguiera revelando todo.

Valentino se levantó del mueble en el que estaba sentado, sirvió un poco de agua y se la alcanzo a Carmen, seguro tenía la garganta seca luego de haber hablado por un buen rato y sin descanso.

«Yo le dije a Maximiliano, donde encontrar a Gerardo, pronto sus colegas hicieron una redada y capturaron a varios de sus cómplices, pero Gerardo había huido como si alguien le hubiera avisado de antemano.

Los niños rescatados fueron llevados a un albergue para menores, yo me sentía inquieta, así que le pedí a Maxi, que me llevara a aquel lugar, yo que quería ver a los niños y confirmar mis sospechas.

Al día siguiente de la captura y rescate, llegué al albergue y vi a muchos niños, pero en una esquina alejada de todos, estaba aquel pequeño niño con aire de suficiencia y tratando de proteger a dos pequeñitas que estaban tras de él.

Me acerqué con cuidado de no asustarlo, al mirarlo bien, simplemente me di cuenta de que posiblemente estábamos emparentados.

Les pregunté si eran hijos de Gerardo, el niño permaneció callado, pero la más pequeña de los tres respondió que sí, pero que no quería que los llevaran con el de nuevo. El pequeño le dijo que se callara, que no debía hablar con extraños, pero aun así la niña continuó hablando.

La madre de los niños era mi hermana Isabela, mi corazón se rompió en mil pedazos, no comprendía como podía haber gente tan cruel, que ni siquiera respetaba a sus propios hijos con el único fin de satisfacer sus bajas pasiones y de paso conseguir dinero.

Por qué, de que otra manera, existirían esos videos donde la basura de Gerardo se grababa violando a sus propios hijos. Era increíble que tan puerco podía ser ese sujeto. Aunque a ella ya nada le sorprendería después de todo lo que había pasado cuando estaba bajo su poder.




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