Perdóname...

Capítulo 70

—Duerme cariño, necesitas descansar.

La niña se acostó, Luana acomodo las colchas y salió de la habitación.

Bajo las escaleras, con los vasos, entro a la cocina, los lavo y los dejo secar.

Valentino aún no regresaba, ¿seguirían hablando de lo mismo?, se preguntó.

Fue a la sala y se paró frente al gran ventanal que cubría todo el frente dejando a la vista la inmensa piscina, la casa era todo un sueño, su sueño. Tal y como ella la había ideado en su mente y la había plasmado en la maqueta.

Se sentía orgullosa de ver su sueño hecho realidad, la luz del bungaló se veía a lo lejos, ¿de qué hablarían ahora? Todo lo que escucho le dejo un mal sabor de boca, sentía todo tan lejano e improbable.

Pero algo en su interior le decía, que nada era mentira, todo eso había sucedido y ella había sido víctima en ese entonces. ¿Pero por qué no podía recordarlo?

La migraña se intensificó nuevamente, tuvo que sujetarse al mueble por miedo a caerse, luces intensas se veían frente a sus ojos, tenía que acostarse.

Miro su celular ya casi era medianoche y aun Valentino no regresaba, decidió ir a la cama, ya hablaría con él con mayor tranquilidad por la mañana.

Subió las escaleras, sintió una corriente de aire miro por todas partes y descubrió una de las ventanas del salón de descanso del segundo piso estaba abierta, la cerró y decidió mirar por última vez a los niños, quienes ya deberían estar bien dormidos.

Sonrió al pensar en la pequeña Gia, llamándola mamá. Ingreso en silencio a la habitación, la pequeña dormía profundamente. Se quedó mirándola en silencio y su corazón salto con un gran regocijo. De todas maneras, es sangre de mi sangre, pensó, su madre es mi hermana.

Se dio la vuelta para salir cuando escucho que la pequeña se movía, se volvió a mirarla y vio que Gia había tirado el cubrecama a un costado dejando al descubierto uno de sus piecitos. Le causo gracia ver esa pequeña patita blanca al aire libre, se acercó a cubrirla, pero su vista se desvió de inmediato a la pequeña lenteja que tenía la niña debajo de su dedo meñique en la planta de su pie izquierdo.

Su corazón dio una voltereta en su pecho —¡No es posible! — dijo sin poder contener el sonido de su voz.

El lunar se encontraba ahí, era igual al que recordaba de su visión. Cubrió a la niña y salió apresurada, se acercó a la habitación de Giselle y con cuidado levanto la cobija, la niña estaba con medias, la mano de Luana temblaba mientras retiraba la media y veía aparecer ante sus ojos un pequeño lunar en forma de lenteja en el mismo lugar donde Gia tenía el suyo.

Su corazón parecía salir de su pecho, todo su cuerpo temblaba, había dos niños, ¿quién sería el tercero? — se preguntó.

Falta un niño, falta, un niño se repetía mientras caminaba por el pasillo de un lado para otro.

Vio el cuarto de Alex, — ¿será? — se preguntó inquieta.

—Tienen la misma edad, la misma fecha de nacimiento, se parecen ¡oh Dios! — dijo mientras apretaba los labios e ingresaba a la habitación de Alex.

Él aún estaba despierto y la miro inquieto.

—Mami, ¿pasa algo? — quiso saber.

—Alex, muéstrame tu pie izquierdo, por favor — rogó al niño mientras lo miraba inquieta.

—Está bien — respondió Alex mientras sacaba su pie de debajo de la colcha y procedía a retirar su media, tal como ella se lo había pedido.

Luana tomo el pie entre sus manos y vio el pequeño lunar en el mismo lugar en el que lo tenían las niñas.

—Son hermanos — dijo sorprendida mientras se paraba y daba un traspié. —No, no es posible. Son esos niños que tenía en mis brazos. Como es posible — repetía una y otra vez.

Un recuerdo vino a su mente, llego envuelto en neblina, era ella, dando a luz, un bebé, es varón, escucho decir, aguanta un poco, ahora puja de nuevo, ahí viene el otro, es una niña. Minutos después los dolores se intensificaron nuevamente y nació el último niño, la enfermera volvió a repetir, es una niña.

—¿Qué sucede mamá? — pregunto Alex ya de pie y a su costado.

—Eran tres, dos niñas y un niño.

—Mami, que sucede, me estás asustando — dijo Alex mientras sus ojitos brillaban por las lágrimas contenidas.

—Fue ella — repitió Luana con los ojos desorbitados — Fue ella, ella me los quito. Ella se los llevo. — Grito desesperada. — Que me los regrese, que alguien la detenga, se está robando a mis bebes. Auxilio — grito.

Alex no sabía qué hacer al ver a su madre entrando en una crisis psicótica.

Salió corriendo de la habitación en busca de su papá.

Valentino estaba abriendo la puerta cuando vio bajar a Alex corriendo las escaleras de manera desesperada y gritando.

—Alex, ten cuidado, puedes caerte ¿Qué sucede?

—Papá, mamá está enferma, algo le pasa, ayúdala por favor. — Rogó el pequeño niño sin poder contener por más tiempo las lágrimas.

Valentino subió las gradas de la escalera de dos en dos, ingreso a la habitación y vio a Luana en la esquina de la habitación con los ojos desorbitados hablando incoherencias. Cuando lo vio se sujetó a sus brazos y lo sacudió con fuerza.




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