Se quedó parado en la habitación, sosteniendo la manija de la puerta en un intento inútil de salir, pero sin salir, miraba a su pequeña hija dormir, tranquila, sin imaginar que su vida daría un cambio repentino.
¿Cómo haría para explicarles a sus hijas que su madre no era su madre?, y que la joven, que estaba en su habitación cuidada por Alex, era quien les había dado la vida, que ellas habían sido arrancadas de su lado para ser obligadas a vivir con una mujer que escasamente sentía algo por ellas, todo por su codicia, por anhelar todo lo que le pertenecía a su hermana, porque nada le quitaba de la cabeza, que Maritza sabía quién era Luana, su presencia en su vida no era un hecho fortuito, era algo premeditado.
Su cabeza daba vueltas, atando cabos, uniendo puntos, ahora entendía, porque Maritza era tan desapegada con las niñas, porque no les mostraba cariño y porque según se había enterado ahora último, las maltrataba físicamente. Y sus pobres hijas aguantando todo, por el simple hecho de que creían que ella era su madre.
Pero esto se acababa, ahora. No permitiría que sus hijas vivieran en un engaño.
Finalmente, salió de la habitación de Gis, ya mañana por la mañana lidiaría con todo. Pensó.
En la puerta de su habitación estaba Avalos, tratando de convencer a Alex para que lo dejara pasar.
—¿Qué sucede? — pregunto Valentino, molesto. —¿No te dijo mi hijo que no podías pasar?
—Lo hizo, pero solo quería comprobar que ella estuviera bien con el sedante que le administré.
—Ella está bien, gracias. Solo tenemos que dejar que descanse. Regresa a tu habitación, te pasaré la voz si requiero de tus servicios — Dijo Valentino cansado.
—Okey, regresaré entonces.
Avalos le pareció inquieto, demasiado para su gusto. ¿Cuál de los dos era el responsable del terror de Luana?, solo ella podría decírselo, pero eso sucedería siempre y cuando ella recordara lo que sucedió esta noche.
Nicolás subió la escalera, apresurado, había pasado mucho tiempo y no sabía nada de su hermanita, se cruzó con Avalos en la escalera, le sonrió y siguió su camino en busca de Valentino. Lo vio parado frente a la ventana del pasadizo, mirando hacia el jardín trasero.
—Cuñado, ¿Cómo va todo? ¿Luana está bien? ¿Ya despertó?
Valentino lo miro, su cabeza era un caos, ¿sería Nicolás el tipo que ayudo a Maritza a quitarle las niñas a Luana?
Necesitaba tener un aliado, pero no sabía si confiar en él.
Trato de recordar si había algún fallo en todo lo que había demostrado hasta ahora Nicolás y no encontró ninguno, no hubo mentiras, silencios, sí, pero no había descubierto mentira alguna. ¿Qué debería hacer?
—¿Seguirás mirándome como si estuvieras enamorado de mí? — Soltó de pronto Nicolás, tratando de aligerar el ambiente.
—Estaba pensando si podía confiar en ti.
—¿Volvemos a lo mismo? ¿Cuántas veces debo probar mi sinceridad?
—No lo sé, carajo, todo está hecho un lío en mi cabeza, acabo de descubrir algo y no sé si decírtelo o no.
—Es mi hermanita Valentino, cualquier cosa que le pase a ella, me afecta directamente. Yo estoy contigo apoyándote en todo lo que quieras hacer, pero no me dejes a un lado, sabes por todo lo que pase. Y ni te imaginas todo lo que tuve que hacer para mantenerla viva y protegida aun a costa de mi vida. Por favor cuñado confía en mí. Yo sería incapaz de lastimarla.
—Y si te hicieran elegir entre Maritza y Luana ¿a quién elegirías?
—¿De verdad me lo estás preguntando?
—Responde.
—Siempre elegiría a Luana.
Valentino, bajo la cabeza, miro las líneas marmoleadas del piso, mientras reflexionaba un instante en todo lo que estaba diciendo Nicolás. Luego de pensarlo por un rato, tenía la respuesta.
—Está bien confiaré en ti, sígueme que tenemos que hablar.
Abrió la puerta de su habitación, Alex se había quedado dormido en la cama, sus bracitos abrazando a Luana por la cintura, mientras su carita reflejaba la tensión de las últimas horas, los cubrió con una cobija y salió cerrando despacio la puerta para no despertarlos.
—Sígueme.
Nicolás fue tras Valentino, como un reo que había recibido un indulto. Lo siguió en silencio.
Bajaron a la sala, Valentino se acercó a una puerta debajo de la escalera de mármol, que ocultaba una gran oficina, llena de pantallas que mostraban toda la propiedad.
—Déjame asegurar la casa — le dijo, mientras activaba los seguros en las puertas y ventanas. —Toma asiento.
Valentino se sentó en su silla ejecutiva, mientras revisaba su celular y confirmaba que solo ellos estuvieran en la casa. Toda la casa contaba con sensores infrarrojos de temperatura ultrasensibles. Sonrió al pensar que su paranoia había servido de algo.
—Bueno, aquí estamos, no creo que solo quisieras mostrarme tus juguetitos ¿no? — Se burló Nicolás, mientras lo miraba, tratando de aparentar serenidad.
—Por donde empiezo.
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Editado: 16.02.2023