Perdóname...

Capítulo 81

—Tino, te sigo esperando.

—Regina, no puedo ir en este momento — Dijo Valentino presionando sus dientes con fuerza. —Estoy con mi novia y no es buen momento.

—Pero Tino, mi papá te está esperando, llego anoche y quiere hablar contigo.

—Dile que ahora me es imposible, debo resolver algunos temas familiares. Me acercaré a tu casa por la tarde.

—Está bien, se lo diré, pero Tino, tú y yo necesitamos…

Valentino corto la llamada inmediatamente, sentía la mirada furiosa de Luana en su espalda.

—¿Quién era?

—Era Regina, la hija de mi mentor.

—¿Por qué tiene que insistir tanto?, ¿has tenido algo con ella?

—No cariño, es solo la hija pequeña de mi maestro, jamás tuve nada que ver con ella.

—No lo parece, ese día en la oficina me armo un gran laberinto, encimo quemo el rostro de Gia, quien se cree que es, la próxima vez que se cruce conmigo voy a dejarla calva, que no se atreva a chocar con mis hijos. —Replico Luana indignada.

—Amor, ¿te has dado cuenta?

—¿De qué esa tipa quiere contigo? ¿Qué te devora con la mirada?, hace rato que me di cuenta.

—No amor, eso no.

—De que hablas entonces, no te entiendo.

—Que si te has dado cuenta de que recordaste lo que sucedió en la oficina y en ese momento no eras tú, es decir, eras la otra.

—Es verdad, lo recordé, estoy recuperando mis recuerdos Tino. —Dijo Luana mientras daba saltitos de alegría.

Valentino se sentó al borde la cama, por primera vez en mucho tiempo vio en ella a la mujer de la cual se enamoró, la pequeña niña que lo volvía loco. Si ella estaba feliz él también lo sería, luego tratarían con todos los problemas que se le venían encima, por el momento solo quería quedarse ahí y verla ser feliz.

—Pero no entiendo, ¿cómo es posible que suceda eso? No se supone que es parte de mi enfermedad, ¿Avalos no ha repetido hasta el cansancio, que me separé en dos, para tratar de lidiar con aquello que le lastimaba?

—¿También recuerdas eso?

Luana se quedó sorprendida, todos sus recuerdos perdidos estaban regresando, era como si solo hubiera hecho falta un detonante para que todo fuera tomando su cauce. Se paró frente a la ventana por primera vez en mucho tiempo, su cabeza no dolía, a pesar de que los recuerdos iban llegando.

—¿Recuerdas el día que diste a luz a los niños?

Luana se quedó mirando al infinito mientras trataba de pensar en eso, pero sus recuerdos no estaban visibles, era como si estuvieran cubiertos por una neblina muy densa, casa parecida a la neblina que se encontraba afuera, en el ambiente.

—No. No puedo verlos, están cubiertos y pensar en ello me provoca migraña.

—Pero lo viste anoche, es lo que dijiste.

Valentino, vivo a Luana tratar de luchar con sus recuerdos, pero notaba que ella se estaba debilitando, aun así, pensó que habían progresado mucho. —Amor, descansa, no te esfuerces más, no quiero que pierdas todo lo que has avanzad por tratar de apresurarte.

—¿Vas a salir?

—No, me quedaré contigo. Pero antes debo hablar con Jimmy que me está esperando.

—Ve, pero no demores por favor. Tengo miedo a quedarme sola.

—Trata de descansar, yo regreso pronto.

Valentino salió de la habitación dejando a Luana parada frente a la ventana, tenía que realizar múltiples tareas, y ahora era peor, porque Nicolás no podría estar en la oficina, le preocupaba que se encontrara con su padre y este pudiera lastimarlo.

Jimmy estaba en la sala viendo a los niños jugar con unos bloques de lego, apenas vio llegar a su jefe, vio que este le hacía una señal con la cabeza, se paró y lo siguió a la oficina.

Valentino revisó su celular, tenía nuevos mensajes de Regina, estaba desesperada por hablar con él, le molestaba tener que lidiar con ella, pero tenía un compromiso con su padre y era algo que no podía evitar. El hombre fue el primero que confió en el cuándo decidió montar su empresa, le otorgó el apoyo financiero que necesitaba y también estuvo ahí para ayudarlo a salir del abismo en que se había hundido luego que Luana lo dejara.

Si no hubiera sido por su mentor, por la fe que tuvo en él, no estaría en la cima como lo estaba ahora, le debía mucho, pero tenía que dejar claro que su agradecimiento no implicaba que tenía que aceptar cualquier tipo de relación sentimental con su hija. Espera poder explicárselo bien, y que el anciano entendiera.

—Jefe, tengo aquí todos los datos que me pidió, encontré tres psiquiatras de los mejores, uno está aquí en el país, en un simposio, mientras que los otros dos están en Estados Unidos y en Canadá respectivamente.

—Bien hecho, ¿te has puesto en contacto con ellos?

—Sí, hable con los asistentes de los que están en el extranjero, pero me dicen que no están disponibles debido a que tienen una agenda muy recargada, pero ambos me indicaron que debería insistir con el señor Moore, el psiquiatra que está en Lima.




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