Perdóname...

Capítulo 84

Ambos se apearon del auto y avanzaron por el caminito de piedras que llevaban directo a las puertas blancas de la gran casa en medio del jardín, Luana observo con incredulidad la casa que más parecía la mansión de una muñeca, seguramente la gente que vivía en ella era muy adinerada.

No habían avanzado más de diez pasos cuando la puerta se abrió y salió una mujer joven en un pijama de seda rosa cubierta con una bata de punto con cuello esmoquin, la miro de manera despectiva e inmediatamente se colgó del brazo de Valentino, interponiéndose entre ellos.

—Viniste, papi, te está esperando en el estudio.

—¿No crees que ya es tarde para andar en pijama, Regina?

—¡oh!, no cariño, es por comodidad.

—Suéltame, no hagas enfadar a Luana — Respondió Valentino, soltándose del brazo de Regina. — Y no soy tu cariño, recuérdalo.

Regina se quedó mirándolo, mientras su rostro cambiaba a uno de hostilidad.

Luana se había quedado a dos pasos de ellos, estaba irritada y molesta por la actitud de la mujer, quería salir de ahí, pero nadie jamás la había vencido antes, bueno sin contar a Maritza, que era otro rollo, avanzo y abrazo a Valentino por la cintura.

—¿Cómo estás, Regina? ¿Cómo está tu rostro?, ¿quieres que te lo acaricie de nuevo? —hablo sarcásticamente.

—Maldita — respondió Regina mientras llevaba sus manos a su cara. —¿Por qué la trajiste? Papá solo quiere hablar contigo.

Valentino no contestó y empezó a caminar con Luana agarrada de su mano, en la sala de estar estaba la madre de Regina sentada tomando el té, miro a Luana de manera despectiva, ya sabía quién era ella y estaba sumamente indignada porque esa mujercita hubiera golpeado en el rostro a su pequeña. No entendía como Valentino prefería a una indigente que a su hermosa y delicada hija. Solo de ver a Luana con zapatillas, jeans desgarrados y un suéter grueso de punto le hizo arrugar la nariz con disgusto y mirarla por debajo de la nariz.

—Perla, buenos días —Dijo Valentino mientras se acercaba a saludarla — Te presento a mi novia, Luana.

—¿Novia?

—Así es.

—Buenas tardes, señora Lamas — Hablo Luana con una voz muy delicada, mientras le daba una sonrisa que no llegaba por completo a sus labios. —Gusto en conocerla.

—Buenas tardes Luana, toma asiento. Valentino, Arturo, te espera en su estudio, imagino que no es necesario que ella te acompañe, ya que trataran de temas del negocio de arquitectura, y me imagino que para ella será como hablar en chino.

Luana, estaba molesta, por la manera tan despectiva que la estaba tratando esa mujer, así que decidió burlarse de ella un poco y le contesto en chino que ella era arquitecta.

Valentino sonrió al ver la cara avergonzada de Perla, sabía que él, no tenía por qué defender a Luana, ella siempre había sido muy capaz de pelear sus propias batallas. — Luana habla el chino como si fuera su segunda lengua, te acaba de decir que es arquitecta, por lo que te imaginaras que no hay nada de mi negocio, que ella no sepa.

El rostro de Perla y de Regina estaban avergonzados, ni por casualidad hubieran sospechado que la mujer delante de ellas era tan preparada.

—Amor, ve, habla con tu maestro y yo te espero aquí, creo que estaré muy bien acompañada. — Luana se sentó frente a las damas de manera muy delicada.

—Valentino se acercó a darle un beso en la mejilla mientras le decía al oído que se controlara y que no les hiciera mucho daño. Sonrió y se fue al estudio.

Luana lo vio alejarse, luego las miro curiosamente esperando el momento en que se atreverían a atacarla, no sería la primera vez, cuando empezó con Valentino, no había semana alguna en la que no se enfrentara con alguna niña enamorada, diciéndole que ella no era suficiente para él, tres años de diferencia entre ellos no la hacía inferior.

Sonrió levemente, esas mujeres no sabían quién era ella, así que solo esperaría.

—¿Hace cuánto tiempo conoces a Valentino?

—Casi veintiún años. — Miro a Regina que fue quien hizo la pregunta, probablemente la niña tendría sus veinte años, su mente se perdió por unos minutos al recordar como dejo a Valentino en medio de la calle llorando cuando decidió terminar con él, su corazón se apretó de dolor por el terrible error que cometió en ese año, sacudió su cabeza tratando de liberarse de esas imágenes y descartarlas de su cerebro. Los años habían pasado y ya no había marcha atrás, solo quedaba seguir adelante y tratar de resolver los problemas que tenían en ese momento.

—Al final, eso no tiene importancia, tú no has estado con él en los últimos años y yo sí, yo estuve con el cuándo se emborrachaba y se quedaba en esta casa, mis padres y yo lo atendíamos, tú solo eres una intrusa que vino a destruir la relación familiar que teníamos hasta el día de hoy.

Una sonrisa se cruzó por la cara de Luana. —No me interesa lo que digas, finalmente el único que puede decidir con quién va a estar en una relación romántica es él, por otro lado, tenemos motivos muy importantes que nos unen fuera del amor que nos tenemos.

—¿Amor? Te atreves a hablar de amor, cuando tú fuiste quien lo dejo. Eres una maldita zorra, no sé de qué medios te has valido para regresar con él, pero no te lo mereces, él es un gran ser humano, mientras que tú eres una perdida, que lo dejo por irse con otro.




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