Perdóname...

Capítulo 86

Luana, miraba por la ventana del auto, la camioneta con los guardaespaldas los seguía de cerca, podía verlos; la sensación de inquietud la estaba poniendo quisquillosa, necesitaba sacarse esa sensación de adentro, se miró a sí misma y vio su look, de verdad parecía una mendiga,, bueno no mendiga más bien una joven a quien no le importaba nada su aspecto personal, sonrió al pensar en la imagen que había brindado a la otra familia de Valentino, luego lo vio a él, vestido con un traje de negocios que se notaba caro, por donde lo miraras,

Ambos venían de una clase media emergente, mientras que él había salido de ahí y ahora era un gran magnate, ella solo era una arquitecta que vivía de su trabajo, no era pobre, pero tampoco era rica, aunque sabía que su familia materna era dueña de grandes haciendas frutales, sabía también que su madre, bueno su tía había dejado todo eso cuando se escapó y vino a Lima, la única dueña de todo resulto ser su verdadera madre, la perra loca que hizo vivir a sus hijos una vida de mierda.

Si todo lo que había mencionado Nicolás era cierto, sus verdaderos padres eran la mayor basura que existía en el mundo. Y si, ella había recordado todo lo que se habló esa noche y le daba tanto asco que por sus venas corriera la sangre de esas bestias, porque no podía considerarlos de otra manera.

—¿En qué piensas? —pregunto Valentino mientras se detenía en un semáforo en rojo.

Ella lo miro, no quería regresar aun a la casa, sabía que tenía que hacer más por sus hijos, conocerlos, aprender de ellos y hacer que la aceptaran como su madre, sin imposiciones, sabía que sería difícil con las niñas, ya que habían crecido creyendo que Maritza era su madre, le dolía esa situación y necesitaba despejar su mente un rato.

—¿Vamos al cine?

—¿Al cine?, ¿estás, segura?

—Sí, pero necesitas un cambio de ropa, estás demasiado elegante y hueles a rico, vámonos a cualquier mall de la ciudad, ¿Qué te parece uno que este al norte?, no creo que allí podamos cruzarnos con algún conocido tuyo.

—Está bien, pero ¿cómo me quito la elegancia? — pregunto Valentino con una sonrisa de oreja a oreja.

—Es fácil, vamos a comprar ropa antes de llegar al mall.

Valentino se comunicó con los guardaespaldas, para que indicarles cuál era el nuevo destino, ellos también tendrían que camuflarse, no podían andar con su traje de trabajo tras de ellos, dando a entender que cuidaban de gente muy importante.

Valentino se cambió en el camino, se le veía mucho más joven ahora que había decidido vestirse de la misma manera que Luana, ella lo quedo mirando y su cuerpo se erizó, solo de pensar que él era todo suyo y lo más importante que él la amaba sin importar el pasado.

Se colgó de su cuello y le dio un beso intenso, apenas bajaron del auto, luego le limpio los labios que estaban manchados con su labial.

Él la atrajo hacia rodeando su cintura, ella enganchó su mano en el bolsillo trasero de su pantalón y caminaron abrazados como si solo ellos dos existieran en ese plano del universo.

Luana se sentía como aquella adolescente enamorada, que esperaba el fin de semana para salir con él, caminaron entre la gente, comiendo y riendo, disfrutando de unos churros con chocolate que él había comprado para ella, se acercaron al tercer nivel del mall, revisaron la cartelera, una de las películas que estaba presente le llamo la atención y decidieron verla. Aún faltaba una hora para que la película empezara, así que decidieron seguir caminando por ese nivel.

Como niños se sentaron en los sillones de masajes, luego entraron a una librería, Luana se sentía en el paraíso, hacía mucho tiempo que no entraba en una, había tantos libros por leer, terminaron comprando una colección de libros sobre una pequeña bruja, Luana esperaba que le pudiera agradar a las niñas.

Entraron a la sala donde proyectarían la película, pero no tenían ni diez minutos sentados cuando se acercó uno de los guardaespaldas.

—Señor, casi capturan al joven Nicolás, está muy golpeado.

—¿Lo llevaron a la clínica?

—No quiso, se negó. Lo llevaron directo a la Casa del Jardín.

—Preparen todo, que partimos para la casa en este momento, busquen a un médico para que revise la salud de Nico y nos indique si es necesario llevarlo a la Clínica.

—Está bien, señor, ya hicimos eso. Pero el doctor Avalos se negó a que lleváramos a un extraño a la casa, dijo que él lo atendería.

—Okey, okey. Salgamos de aquí, adelántense para no llamar la atención.

Luana y valentino se pararon y salieron del cine, en la oscuridad de la sala una mujer los observaba salir mientras su boca se torcía en una mueca extraña.

—Señor, alguien nos está siguiendo desde que salimos del cine. Deben apresurarse y mezclarse con la gente, para poder despistarlo.

Uno de los guardaespaldas se subió al auto de Valentino, mientras ellos se sentaban en el asiento trasero, salieron del centro comercial y se dirigieron a la autopista, el mayor problema era que por la hora estaban envueltos en el tráfico intenso de Lima, al menos los que lo seguían también tendrían dificultades.

Luana saco su teléfono y trato de comunicarse con su hermano, las lágrimas sin caer escocían sus ojos, se sentía mal por ser tan estúpida y pedirle a Valentino esa salida, cuando sabían que los estaban siguiendo.




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