Perdóname...

Capítulo 88

Valentino sonrió, mirando con amor a su pequeña gatita, la atrajo contra su pecho, aun su conciencia remordía por haber aceptado tan fácilmente que ella lo abandonara, si hubiera luchado un poco más no se encontrarían en esa situación.

Luana miro su rostro serio, algunas líneas de expresión inundaban su frente, señal de que la edad no pasa en vano, Valentino estaba próximo a cumplir treinta y un años, su madurez se notaba en su rostro, en su cuerpo y en sus acciones.

Estiro su mano y trató de alisar la frente del hombre a su lado. —No pienses tanto o esas líneas se volverán un surco. —Sonrió mientras se separaba un poco de él para verlo con mayor detenimiento, su barba estaba un tanto crecida, seguro no se había afeitado en un par de días, pero el hombre frente a ella aún hacía que su corazón palpitara de emoción.

Lo amaba tanto, y no entendía como había podido vivir tantos años sin buscarlo, sin querer saber de él. Todo era tan extraño, siendo ella tan posesiva, como era posible que se hubiera rendido tan fácilmente. Eso le provocaba una sensación de rabia, cada vez estaba más segura de que sus recuerdos habían sido manipulados.

Tenía que descubrir la verdad a toda costa y en el trayecto recuperar a sus hijas.

Tomo la iniciativa de besarlo febrilmente, él correspondió a sus avances y pronto ambos se encontraban desnudos y prodigándose tiernas caricias, la unión de sus cuerpos era algo que ambos ansiaban.

Una pequeña línea de luz, la despertó, sentía su cuerpo muy cansado y adolorido, pero era un dolor bien recibido, se sentía exhausta luego de todas las horas en las que se habían amado de una y mil maneras diferentes. Su cuerpo estaba lleno, satisfecho. Se estiró cuál gato remolón en la cama, mientras Valentino la miraba arrobado, ni en sus sueños más locos se había imaginado que terminaría así con ella, desnudos y envueltos entre las sabanas.

Luana salió de la cama, su desnudez era su mejor arma. Valentino observó el cuerpo de su mujer y sintió que ya nunca más podría separarse de ella, se levantó también y la abrazo por la espalda, la pego hacia si mientras besaba su cuello.

—Amor, no empieces algo que no podrás terminar.

—Claro que puedo y lo haré cariño, tú solo déjate llevar.

Dos horas después dejaban la habitación. Había hablado mucho luego de hacer el amor y aunque Valentino no estaba de acuerdo, lo único que le quedaba era apoyarla en todas las decisiones que había tomado. Su mujer era fuerte, él solo tenía que ser su soporte, aunque le doliera dejar que tomara tantos riesgos.

Bajaron las escaleras casi juntos.

—¿Puedo saber por qué me estás siguiendo? — Grito Luana mirando a Valentino molesta.

—¿Olvidas que estás en mi casa? — Respondió Valentino con una sonrisa sarcástica y poniéndole la mano en la cintura.

—De verdad, no entiendo por qué me trajiste, quiero ir a mi casa. — Hablo molesta mientras trataba de alejarse de Valentino.

En la sala tres personas notaban la interacción tan ruda entre ellos, ¿qué ha pasado? Se preguntaban, si hasta ayer todo iba bien, ahora todo era como al principio, Luana no podía verlo ni en pintura.

—¿Hija sucede algo? —pregunto Carmen nerviosa.

—Mami, ¿qué haces aquí? — Carmen no sabía que responder, estaba nerviosa y asustada, ¿su hija había tenido una recaída?

Avalos se adelantó a Nicolás, y se acercó a Luana

—Luana ¿estás bien?, ¿sucedió algo?

—Diego, ¿Qué haces aquí? — Pregunto Luana muy confundida.  —Me desperté y estaba en la cama con este patán. —Luana se presionó las sienes con ambas manos mientras tambaleaba y daba un traspié. Avalos se adelantó y la rodeo con sus brazos.

—Tranquila, ahora todo está bien, hablemos para ver que sucedió ¿está bien?

Luana asintió con un movimiento de cabeza. —Está bien, confió en ti.

Avalos miro a Valentino con un aire engreído, mientras este quería matarlo solo con la mirada, sus puños se cerraron con fuerza al costado de su cuerpo, odiaba haberlo invitado a su casa, pero no podía hacer nada al respecto. Mostró una mueca que pretendía ser una sonrisa.

—¿Empezarás el tratamiento ahora? — pregunto irritado, tratando de contenerse las ganas de lanzarle un puñetazo y romperle la cara y así borrar ese aire engreído que estaba mostrando en ese momento.

—Diego, ¿de qué habla Valentino? — pregunto curiosa Luana, mirándolo con ojos de cervatillo herido.

Valentino la miro frustrado y lleno de celos, esta noche le haría pagar cada una de sus coqueterías, solo quería agarrarla, levantarla en vilo y encerrarla en la habitación para que aprendiera que ella solo le pertenecía a él y solo a él debería coquetearle. Esta mujer era frustrante.

—Tengo lo que me pediste listo. — Hablo Valentino. —Vengan conmigo. — Se dirigió a la puerta que daba al exterior, afuera el sol intentaba aparecer, pero no podía conseguirlo y solo se mostraba el día frío y gris típico de Lima, la noche anterior el frío había descendido a diez grados, pero la humedad se mantenía en un noventa y nueve por ciento. Regreso con prisa a la casa mientras Avalos y Luana se quedaban parados cerca a la piscina que en estos momentos estaba cubierta por una lámina de vidrio templado y reforzado a prueba de golpes.




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