Perdóname...

Capítulo 103

El auto avanzó en el silencio de la noche, en el asiento trasero Luana iba dormida y en sus piernas Georgia también descansaba, Nicolás volvió su mirada hacia delante y miro la calle con el ceño fruncido, la lluvia caía en gotas muy finas formando una leve cubierta sobre el parabrisas del auto, era una lluvia de calabobos esa que siempre caía en Lima a mediados de julio volviendo la pista jabonosa y culpable de múltiples accidentes.

—Creo que ya es hora de que sueltes la sopa, ¿por qué estás aquí? —Pregunto Nicolás con el ceño fruncido.

—Me envió el señor Valentino, a partir de este momento me encuentro a su entera disposición, bueno a la disposición de ustedes; en lo que él regresa.

—¿Cómo qué regresa? ¿Ese tío es bipolar o qué?

—Tranquilo Nicolás — Hablo Jimmy mientras sacaba un pendrive de su bolsillo y se lo entregaba a Nicolás. — Creo que aquí encontraras todas las respuestas, me lo entrego el señor Valentino antes de entrar a la clínica.

Nicolás se quedó absorto mirando el pequeño objeto que le estaba entregando el asistente de su cuñado. Lo tomo y se giró para revisar a su hermana y a su sobrina, ellas seguían durmiendo. Conecto el pendrive a su celular y un video apareció en el.

Mientras tanto, Valentino miro a su pequeña hija en la cama de la clínica, tomo su pequeña mano entre las suyas, se veían tan pequeña y frágil que su corazón se contrajo de dolor, al pensar en lo que pasaría cuando ella se despertara, tenía que actuar rápido si quería que todo se solucionara pronto. Solo espero que ellos entiendan lo que estoy haciendo, pensó mientras apretaba sus dientes hasta el punto de sentir un ligero dolor en la mandíbula.

—Cariño, nuestra hija se pondrá bien. —Hablo la mujer de la silla de ruedas.

—Cállate y no me hables —Rugió Valentino en voz lo suficientemente baja para que solo la mujer a su costado lo oyera.

—Trátame con cariño o nunca podrás ver a tu hijo. — Respondió Maritza con sarcasmo mientras sonreía al mirarlo. Te tengo en mis manos Valentino pensó ella mientras disfrutaba el dolor que había causado a su hermana.

—En el trato, solo estaba estipulado que volvería contigo, no que tendría que darte amor o cariño, sabes bien que me repugnas y solo de pensar en que me toques me da asco. Métete en la cabeza que la única mujer a la que amo y amaré por toda mi vida es Luana.

—Ya veremos — Respondió esta. —Quiero que traigas de regreso a Georgia, somos una familia y no podemos estar separados.

—Mis hijas no están en el trato. Apenas se recupere, Giselle ira a vivir con Luana, ella es su madre.

—Estás loco — Yo las parí, son mías, mis hijas.

—¿Es en serio? ¿Te escuchas? —Pregunto Valentino con sarcasmo. —Eres una pobre mujer sin útero, ¿qué hijos podrías tener tú? Agradece que no te he denunciado hasta ahora, simplemente porque me compadecí de ti.

Maritza lo miro sorprendida, se dio cuenta de que Valentino ya sabía la verdad y que no podía jugar la baza de ser la madre de las niñas, tenía que cambiar de enfoque, trato de controlar el nerviosismo e inmediatamente cambio su semblante y mientras se revisaba las uñas respondió. — No es lo que dice su documento de identidad. Y hasta que no realices los cambios, ellas siguen siendo mis hijas legales, por otro lado, ¿crees que un juez le daría la custodia a una mujer que está loca?

—Luana, no está loca. Y no te metas con ella, que yo mismo podría matarte en este instante. —Hablo Valentino mientras apretaba el cuello de Maritza con sus manos hasta el punto en que su rostro empezó a ponerse azul.

—Eso es lo que me gusta, continua —Hablo Maritza, mientras disfrutaba de la violencia que Valentino estaba ejerciendo en ese momento, un ligero jadeo se escuchó en el silencio de la sala.

Valentino la soltó de inmediato, sentía asco solo de verla, jamás había conocido a esa mujer, donde diablos estaba su cabeza cuando acepto casarse con ella.

Maritza se recuperó, pero sus ojos estaban vidriosos y su pecho agitado, paso su lengua por sus labios y hablo. —Wow, no sabía qué serías capaz de excitarme de esa manera, ¿puedes continuar? Me encanta esa versión tuya, de haberlo sabido no hubiera sido necesario fingir que era una santa por tanto tiempo. Estiro su mano tratando de tocar el muslo de Valentino, quien salto asqueado lejos de su lado.

—Estás enferma Maritza.

La puerta se abrió y un hombre elegante entro en la habitación y se dirigió directamente a la niña que dormía plácidamente.

—Es tan hermosa —Pronuncio.

—Aléjate de ella, si quieres conservar tus manos — Amenazo Valentino.

—Yerno, ¿cómo has estado? ¿Por qué no podría acercarme a mi nieta? No es la primera vez que la veo, Maritza acostumbra a llevarlas a casa cada que tú estás de viaje.

Valentino vio rojo como era posible que esa enferma llevara a sus niñas a ver a esos desgraciados, ¿Qué porquería tenía en la cabeza?, ¿y si les habían hecho daño?, se preguntó… no, no, imposible, ya se hubiera visto algún tipo de trauma y sus hijas eran unas niñas sanas, mentalmente sanas.

—¡Fuera! Aléjate de esta habitación, si no quieres que llame a la policía.




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