Perdóname...

Capítulo 121

—Buenas tardes, ¿en qué puedo servirle? — pregunto Valentino seriamente.

—Vine a recoger a la señorita Mindy, me envía el primer ministro.

—¿El primer ministro? ¿Mindy?, disculpe, pero no sé de qué está hablando.

—Sabemos que usted recogió a la señorita Mindy, por orden del primer ministro, y como no puede venir directamente me envió a mí en su lugar.

—Lo siento, sigo sin entender, por otro lado, ni siquiera conozco al primer ministro y en caso lo conociera, ¿cómo confirmo que usted viene de parte de él?

—¿Se está negando a entregar a Mindy? — inquirió el sujeto molesto.

—La verdad es que no sé de qué hablas, vienes a mi oficina, de manera prepotente te diriges a mí y que quieres que te entregue a una supuesta persona que está en mi poder. Discúlpame, pero estas, loco. ¿Sabes siquiera quien soy yo? Retírate, o te haré sacar con seguridad, me estás haciendo perder el tiempo.

El tipo se irguió en todo su tamaño, dejando ver que le llevaba más de una cabeza de altura a Valentino, creyendo que podría intimidarlo, pero este solo sonreía con desfachatez. El tipo sabía que Valentino mentía, lo había visto llegar y le habían confirmado que dos niños habían ingresado con él a la empresa.

Tocaron la puerta, y la secretaria asomo su cabeza.

—Señor, hay una pareja aquí afuera, que dice que vienen con el señor que usted está atendiendo.

Valentino arqueo una ceja en modo pensativo, intrigado por el giro que estaban tomando los sucesos recientes, no tenía ni idea de en qué momento se había involucrado con la clase política del, él odiaba a esos tipos, la gran mayoría corruptos, pero ahora por una coincidencia se había venido a topar con uno de ellos, miro su celular y maldijo por dentro a Nicolás, que era quien lo había metido en todo ese lío.

—Has que pasen —dijo finalmente Valentino, resignado a tratar con esa gente.

Un tipo de unos treinta y cinco años, delgado y alto, ingreso a la oficina seguida de una mujer pequeñita de aproximadamente cincuenta años, pero vestida como una jovencita, si no fuera por las arrugas del cuello y de las manos, ni cuenta se hubiera dado de que esa mujer era muy mayor.

—Díganme, en que puedo servirles, pero antes tomen asiento. — Hablo Valentino señalándoles unas sillas frente a su escritorio ejecutivo.

La mujer, miro todo despectivamente, como si el mobiliario pudiera ensuciarle de un momento a otro, el hombre estaba nervioso y de rato en rato levantaba su antebrazo a la altura de su nariz y aspiraba fuerte, su frente estaba cubierta de un ligero sudor que se dejaba ver por su frente.

Este tipo es un drogadicto, pensó Valentino, al ver su actitud, él había observado ese tipo de acciones en un conocido suyo, que usaba cocaína indiscriminadamente, lástima que su amigo acabo con su vida debido a una sobredosis.

Finalmente, el tipo delgado hablo. —Vine por mi sobrina, sé que usted la rescato, así que hemos venido a recogerla, espero que me la entregue sin ningún tipo de problemas.

—Disculpa ¿Quién eres tú? — pregunto Valentino

—Ya te dije, Mindy es mi sobrina.

—No sé quién es Mindy, pero te estoy pidiendo que te identifiques.

—Compórtate insolente. —Replico la mujer que se había mantenido callada hasta el momento. —¿Siquiera sabes con quién estás hablando?

—Por qué no lo sé, es que estoy preguntando, ¿tanto les cuesta identificarse?, por cierto, este tipo aquí presente, ¿viene con ustedes? — Hablo señalando al tipo fornido parado a un costado de ellos, que ahora parecía un perrito apaleado, toda su prepotencia había desaparecido, pero ahora viendo a los que habían entrado, comprendió que muchas veces los perros se comportan de la misma manera que sus amos.

—Señor lo siento, intente convencerlo de entregar a la señorita Mindy, pero dice que no la tiene en su poder.

El recién llegado dirigió su mirada a Valentino y luego de pensarlo un poco se presentó, —Soy Aarón Monterola, hijo del primer ministro, Tomás Monterola, mi padre me dijo que usted había rescatado a mi sobrina, así que me envió a recogerla, él debe guardar las apariencias nadie puede verlo con un rico empresario porque de inmediato dirían que tienen negocios juntos y eso les pondría las cosas difíciles tanto a usted como a él.

Valentino lo miro pensativamente y luego de un rato hablo, —creo que están equivocados, yo no tengo a su sobrina, ¿deberíamos llamar a su padre?, para preguntarle de donde saco la información, de que yo tengo a su nieta ¿está de acuerdo?, e inmediatamente tomo su teléfono que estaba sobre la mesa con la pantalla hacia abajo. —¿Puede proporcionarme el teléfono personal de su padre?

—Aarón, tú no tienes que darle nada — rugió la mujer — Solo entréguenos a la niña y nos iremos de inmediato, si no aténgase a las consecuencias, usted no sabe con quién se está metiendo, podemos hundirlo con una sola llamada.

—¿De verdad? — Valentino sonrió — me gustaría verlo intentar.

—Cálmate Sonya — murmuro Aarón — Déjame manejarlo.

—Que vas a manejar tú, ¿no te das cuenta de que se está burlando de ti todo el tiempo?




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.