Perdóname...

Capítulo 123

Finalmente, las niñas llegaron a la empresa, la familia al completo se reunió nuevamente, los ojos de Luana brillaban de felicidad mientras las lágrimas rodaban a borbotones por sus mejillas, abrazo a sus hijos fuertemente como si aún pensara que todo era un sueño y que despertaría nuevamente sola en aquel lugar donde fue encerrada cuando estaba embarazada.

Su mente aún tenía lagunas con respecto a esa época, breves destellos de recuerdos inundaban sus sueños, era necesario que el nuevo psiquiatra que Valentino había conseguido la atendiera, aunque ya le habían dicho que como parte de su recuperación debía empezar una terapia de trauma, hacerle revivir sus recuerdos para que no siguieran atormentándola.

Era hora de que enfrentara su pasado oscuro.

Saco esos pensamientos de su cabeza y miro a sus hijos, orgullosa de lo valiente que demostraron ser en los últimos eventos en los que se habían visto envueltos.

Valentino tenía las manos cruzadas bajo su barbilla mientras los observaba en silencio, en tan poco tiempo había pasado de tener dos hijas a tres hijos y los tres con la única mujer que había amado en toda su vida.

Luana levanto su vista y lo observo, una ligera sonrisa iluminó su rostro al verlo, mientras su pequeña nariz respingada se mostraba roja a consecuencia de las lágrimas que había estado derramando. Odiaba cuando su nariz se congestionaba y por eso odiaba llorar, pero hoy no le importaba, estaba demasiado feliz para darle importancia a esas pequeñas consecuencias.

Valentino sonrió ampliamente, tratando de contener las lágrimas que bullían por salir, respiro hondo y miro orgullosamente a su familia, no podía creer que el universo se hubiera confabulado para volver a reunirlos a pesar de tantos inconvenientes y trampas que tuvieron en el pasado. Giro su sillón ejecutivo para poder observar fácilmente a su familia, quien lo viera pensaría que era un gran rey, mirando con devoción a su reina ya a sus pequeños príncipes.

Se sentía feliz, aunque su corazón y su mente le decían que no se confíe que los peligros aún no habían terminado.

Cerro los ojos, el sonido de las voces de sus hijos eran como melodías para sus oídos, tenía que encontrar la manera de salvarlos del peligro, no sería ni la primera, ni la última vez que su familia se vería en peligro, Maritza y su familia eran demasiados peligrosos, toda una mafia estaba con ellos, un frío helado recorrió por su columna vertebral, debía empezar a tomar acciones al respecto y no ser tomados por sorpresa como en las últimas veces.

Las niñas estaban emocionadas, no dejaban de tocar y abrazar a su hermano, que se mostraba ante ellas como un orgulloso pavo real, sacando el pecho y mostrando lo mejor de su plumaje metafóricamente hablando.

—Fuiste muy valiente hermanito — menciono Gia con los ojitos brillantes — cuéntanos como te rescataron.

Alex se sonrojó ante el grado de admiración que le demostraba su hermanita menor. —¿Ustedes están bien? —pregunto inquieto.

—Si —Respondió Gis, mientras bajaba la cabeza avergonzada. —Mi madre… — dijo mientras miraba fijamente a Luana, que sonrió y le acaricio la cabeza mientras asentía. —La señora a la que consideraba mi madre trato de llevarnos a la fuerza y tuvimos que escondernos en la casa de al lado.

De pronto Giselle se quedó en silencio, mientras sus ojitos se ponían aguados y trataba de contener las lágrimas.

—Ven acá bebé — Hablo Luana con cariño mientras le estiraba los brazos y Giselle corría a esconderse en los brazos de su madre. — Cariño, yo sé que tú la quieres como si fuera tu madre y yo lo entiendo, ella estuvo contigo todos estos años y a mí recién me conoces, así que no te sientas mal si la extrañas o si tienes la necesidad de verla.

—¿De verdad mamá? ¿No te molestas si la llamo por teléfono? —Pregunto esperanzada Giselle mientras miraba a su madre frente a ella.

—Si cariño, yo jamás te mentiré, lo único que si te pediría es que no confíes en ella totalmente, mi hermana está enferma y puede lastimarte sin darse cuenta. Te pido también que no te encuentres con ella a solas, Tu papá o yo te acompañaremos si un día quieres verla.

—Está bien mamá, como tú digas — respondió entusiasmada Giselle, mientras pensaba en su interior que su mamá Maritza se pondría feliz al saber de ella.

Valentino miró a su mujer y un presentimiento inundo su corazón, algo malo podría resultar de cualquier tipo de contacto de Giselle con Maritza. De pronto la puerta se abrió y entro como tromba Nicolás.

—Padrino — grito Alex mientras se lanzaba a sus brazos y era levantado en vilo.

—Hombrecito — Hablo Nicolás, mientras le daba un beso en la frente y lo abrazaba con fuerza —Has sido muy valiente.

—Hice todo lo que me habías enseñado, tío Nico. Sabía que me estarían buscando, por eso trate de comunicarme de todas las maneras posibles.

—Lo sé Alex, hiciste bien. Estoy muy orgulloso de ti.

Luana se acercó a Valentino mientras Nico hablaba con los niños.

—Amor necesito hablar a solas con Nicolás, por favor llévate a los niños a la sala de juegos, por cierto entre los paneles hay una puerta oculta, reconocerá tu rostro, así que se abrirá, lleva a los niños para que conozcan el departamento.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.