Es un hecho para él, que cada día sea más riguroso que el anterior, donde tras despertar del mismo sueño, ese que es capaz de agotarlo sin haber hecho nada, se siente en su cama y observe aquel efímero amanecer. Sus ojos ámbar parecen cansados a pesar de haber dormido toda la noche; aunque siendo escritor, no sería sorpresa que sus horas de sueño nunca le sobrarán.
Las mañanas siempre parecen ser tranquilas, cosa que le hace pensar que nunca nada malo pasará. Sin embargo, aún mantiene en su mente el recuerdo de aquella extraña frase, esa que relataba que "las madrugadas y las noches son esencialmente terroríficas; puesto que son ellas quienes provocan los más desagradables pensamientos y a su vez, los peores actos jamás cometidos". En un principio, Uriel no había entendido aquello, pero fue la misma vida quien se encargó de dejárselo muy claro, tanto, que hasta repulsión le daba.
Su vida no es la gran cosa. Solo era un joven escritor de 23 años, conocido por haber creado las más grandes historias de terror y suspenso; tal vez no tan exclusivo como Edgar Allan Poe u otros grandes escritores de tal género, pero sin duda, tenía la misma altura que ellos. Vivía desde hace seis años en un gran apartamento a las afueras de la ciudad junto con Leo, su mejor amigo, o mejor dicho, su único amigo desde que todos los demás lo tacharon de "asesino"; pero él no, él se quedó.
— ¡Lárgate! ¡Te odio! ¡Te odio!
Él solo ve la ventana, pero en realidad ya lleva tiempo sin prestarle atención, todo por volver a estar ahí, en las profundidades de los recuerdos que siempre lo guían hacia la misma turbia historia.
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Sábado 14 de mayo del 2016; aquella noche resultaba ciertamente más oscura que las demás, sin embargo, esta era opacada por la fuerte luz que emitían todas esas grandes casas de una comunidad privada, donde solo las familias más poderosas podían vivir. En aquel lugar, se encontraba la vivienda de una famosa directora del hospital más prestigioso de la zona. Su nombre era Alexandra, una mujer que tras la muerte de su esposo, tuvo que hacerse cargo de aquel lugar; además, era madre de dos jóvenes chicos. Por un lado estaba Uriel, un joven de 16 años muy bien parecido a su difunto padre, pero que poseía la amarga personalidad de su madre; Por otro lado, se encontraba Hikaru, quien tenía un año menos que su hermano y la hermosa apariencia de Alexandra; aunque, su personalidad, no era como la de ella, ni como la de su padre, él simplemente era único.
En días anteriores, circulaba la noticia de que habría una gran fiesta en una zona apartada de donde los chicos vivían, y estos, no pensaban perderse la dicha oportunidad de divertirse un rato, a pesar de que su madre se había negado a dejarlos ir. Jamás habían desobedecido una orden de Alexandra, pero aquel día, decidieron jugárselas por una vez... Primer error.
—Uriel, tengo una idea —dijo el menor de los dos, con una extraña sonrisa que solo su hermano sabía descifrar.
—Te escucho —respondió Uriel sin apartar la vista de aquel libro que traía entre manos.
—Cuando sean las 12:00, tomaremos el auto de mamá e iremos a esa fiesta. —El menor sonrió con entusiasmo, añadiendo a sus palabras—: Luego, cuando sean las 4: 10 de la mañana, volveremos antes que ella despierte.
—Hiraku, estaremos en grandes problemas si mamá sabe que hemos tomado su auto y de paso, que fuimos a esa fiesta. —Uriel paró de leer y observó con atención a su hermano—; Además, apenas estamos empezando las prácticas para la licencia de conducir... Es peligroso, Hikaru.
—Vamos Uri... Siempre le hemos hecho caso a mamá, por una vez que rompamos las reglas no nos pasará nada. —Hikaru se acercó a su hermano y lo miró suplicante—: Por favor.
—¿Sabes que te odio por ser tan genial? —dijo el mayor con sarcasmo —. Después de que todos se duerman...Iremos.
— ¡Sí!
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Domingo 15 de mayo del 2016. Hora: 12:18am. El plan de aquellos jóvenes había resultado; media hora después, se hallaban en lo que sería "la gran fiesta". Las luces de colores fosforescentes iluminaban todo el lugar, el olor a alcohol y cigarro se encontraba esparcido por el ambiente y, las risas de los chicos, eran acompañadas por la fuerte música que provocaba un frenesí en los cuerpos de quienes la escuchaban.
Ambos hermanos gozaban de su cometido, ni una gota de arrepentimiento sentía. Las horas pasaban y el sabor de aquellas bebidas comenzaban a hacer su efecto; Hikaru reía con fuerza, mientras movía su cuerpo al ritmo de la música; por otro lado, Uriel se encontraba sentado en una de las tantas sillas que tenía aquel sitio con un vaso a medio beber.
Su vista era borrosa, no sabía decir con exactitud en ¿qué momento había llegado aquella joven? menos sabía ¿cuándo permitió que ella se sentará en una de sus piernas? Sin embargo, no hizo nada para detenerla, en cambio, disfruto de su compañía. Dejó que la chica lo abrazará, le sonriera y claro, como no, también que lo besará con profunda pasión. Algo similar ocurría con ella, quien no opuso resistencia cuando Uriel posó una de sus manos en su cintura, estrujándola su gusto. Así fue como los dos terminaron subiendo el tono al asunto.
Mientras tanto, fuera de aquella casa, una espantosa tormenta azotaba con mucha intensidad las calles del lugar. La música seguía sin parar, al igual que ambos chicos que seguían con aquel beso. De pronto, entre todas las personas que se encontraban bailando, un joven de apariencia ruda se acercó con pasos firmes a donde estaba Uriel.
— ¡Eh! ¡Idiota! ¡¿Qué haces besando a mi novia?!
Aquel grito provocó que en cuestión de segundos, la joven se separara de Uriel y posara sus ojos en aquella persona. Su cuerpo empezó a temblar y antes de que su novio fuera capaz de decir algo más, ella se abalanzó de golpe contra él, abrazándolo.