Perenne

Capítulo 9: Mártir

Miércoles 01 de noviembre del 2023. Hora: 5:44pm.

—Ya hablé con Caruso, en efecto las muestras de la R24 están listas; por lo que tendremos que llagar antes que todos para verlas y plantear cómo se las haremos tomar a los demás...

Los ojos miel del científico se enfocaron momentáneamente en la persona que reposaba tranquilamente en su asiento, luego volvieron a posarse en los miles de documentos que yacían sobre sus manos.

—Aunque claro, si no queremos levantar sospechas, es importante que nos quedemos en esa fiesta... Con eso también aseguramos que los invitados ingieran el virus y además... ¡Eh! ¿Me estás escuchando?

Con la cabeza inclinada a modo de confusión se acercó a él, notando enseguida que el menor continuaba tarareando la misma canción de siempre mientras mantenía los ojos de su gran máscara puestos detenidamente en el cielo.

—What am i to you?... What am i to you?...

—Conejo...

El chico ni siquiera le respondió, en lugar de eso, continuó manteniendo su vista de forma periférica en el gran ventanal. El maestro solo apretó la mandíbula atónito.

— ¿Por qué no me das una respuesta? —Cinco pasos hacia adelante, lo llevaron a su lado. Se agachó y observándolo detenidamente, volvió a hacerle una pregunta, ignorando las altas probabilidades de que este nuevamente no le contestara—. ¿Estás así porque te dije que los dos portadores estaban juntos?

De pronto, él paró de cantar... Bingo, había dado justo en el blanco.

—No deberías preocuparte por eso, incluso creo que de esta forma podríamos matar dos pájaros de un tiro. —Una sonrisa se dibuja en su rostro del maestro con seguridad—. ¿No te parece?

El menor tuvo una reacción inusual ante el comentario del contrario. Giró su cabeza hacia él, analizando cuidadosamente sus gestos; luego, tras dar un fuerte suspiro, dirigió una de sus manos a la gran cabeza de conejo que traía puesta y simplemente se la quitó... El mayor abrió ampliamente los ojos sin decir nada.

Posiblemente el hombre estaba viendo un ángel. Su rostro terso, pálido, con pómulos bien marcados y una mandíbula firme, plasmaban las más duras de las expresiones. Su cabello se hallaba completamente alborotado, ensombreciendo la mayor parte de su cara, menos la nariz y los labios. Era fascinante, pero lo que realmente llamaba la atención, eran sus ojos de colores distintos: esmeralda y ámbar... Una combinación tan única, que lamentablemente siempre cubría con unas falsas lentillas de aumento, ocultando el verdadero color de una de sus iris.

—El plan tiene que cambiar.

El maestro arqueó una de sus cejas, reflejando una expresión apática.

— ¿Por qué? Solo han vuelto al pasado con la tonta excusa de salvar a alguien que ya tiene su destino marcado.

—Porque esa "excusa" los hará crear incontables maneras para que la historia no se repita.

El hombre lanzó un suspiro amargo.

—Puede que tengas razón... Pero no deberías de preocuparte por nada, pronto pondré todo en marcha para crear una nueva estrategia.

El chico enseguida negó con la cabeza.

—No, es hora de tomar medidas drásticas.

— ¿Qué pretendes hacer? —inquirió el maestro, frunciendo el ceño de golpe.

Él entonces le sonríe y levemente se inclina, acercando su cara a unos pocos centímetros de la del científico.

—Acabar con todo de una buena vez...

"Ten cuidado con los demonios que ahora rondan cerca de ti."

✠✠✠✠✠✠✠✠✠✠✠✠✠✠✠✠

Viernes 01 de diciembre del 2023. Hora: 6:30 pm. Laboratorio Charles Darwin.

Solón observó atento cada parte del gran laboratorio de la ciudad de Cloverdale, ubicada en el condado de Sonoma del estado de California. La fachada del lugar no era algo muy distinto a lo habitual; muestras por aquí, papeles por allá y el insoportable olor a químicos. Todo presuntamente normal, salvo por el pequeño detalle de aquel sitio, era una de las bases implicadas en la masacre de Calistoga. ¿Qué cómo lo supo? Bueno, ciertamente el par de detectives tenían mucho que ver.

Para ser franco, el tema de tener que trabajar junto con dichos detectives no le resultaba muy agradable; sin embargo, el convenio establecido por ambas partes, unos meses atrás, especificaba que tanto Alex como Chantal estarían involucrados en la investigación tras el maestro. Un simple trato que consistía en los siguientes términos: ellos aportarían toda la información posible que había de las grandes mafias en los bajos mundos de la ciencia, y a cambio, los ayudarían a encontrar a los responsables de los múltiples asesinatos; un juego justo donde nadie perdía. ¿Había un límite? Claro, cada uno tenía un ojo puesto en el otro, si intentaban algo fuera de los términos, los ríos de sangre se abrirían sin compasión.

—Bueno, querida Chantal, ¿qué tenemos hasta ahora? —inquirió Solón con un semblante animado.

—Absolutamente nada. Los pocos registros que encontré parecen poseer algún tipo de código que aún no puedo descifrar —Chantal contesto con cierta frustración. Su vista viajó un instante hacia las hojas a un lado de ella, introdujo el siguiente cifrado y nuevamente su monitor le respondió con las siglas de "error"—. ¡Maldición! ¿No se supone que esto es un laboratorio? ¿Qué demonios es lo que pretende ocultar?

Solón soltó una carcajada.

— ¡Ah! como olvidar la historia de este lugar. El prestigioso laboratorio Charles Darwin, fundado en 1897 por el gran biólogo Christopher Moreau. Por un tiempo se ganó la reputación de ser el mayor logro de la humanidad, con jóvenes de primera que aportaban cada día algo nuevo a la ciencia —bufó—. Pero como era de esperarse, los rumores decían que todos sus grandes éxitos tenían que ver con la experimentación ilegal con seres humanos... niños principalmente.

—Y vaya que lo siguen haciendo. —Alex hizo una mueca tirria en el momento que observó las incontables fotografías de pequeños niños de entre cinco a nueve años que tiempo atrás se habían reportado como desaparecidos.



#7036 en Thriller

En el texto hay: amor, suspenso, thirller

Editado: 22.05.2021

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