Perenne

Capítulo 14: Like one

Christopher avanzó con pasos precipitados por el pasillo, su cabeza giraba a cada tanto hacia atrás como un paranoico. Bajó las escaleras y tomó la primera ruta por la derecha. Al adentrarse se topó con cinco puertas esparcidas en los alrededores; se fijó en las más importantes, en la de esquina de la izquierda y en la última al fondo. Exhaló hondo, peinando su cabello con las manos mientras continuaba caminando; pronto llegó a donde quería. Abrió la puerta, tomó las dos cajas que contenían la sangre de los invitados y como alma que lleva el diablo salió de ahí. Observó el pasillo, nadie lo seguía, dio unos cuantos pasos a la siguiente puerta, la pateó y sin mirar atrás salió a la intemperie; a aquel callejón del hotel en donde escaparía lejos de allí.

—Vamos, vamos, ¿dónde están? —Ansioso y un tanto inquieto alterno los ojos en el estrecho espacio, el auto que lo debería de estar esperando no estaba ahí. Sacó su teléfono, sosteniendo las cajas con el brazo derecho; la hora en la pantalla indicaba que eran las 9:40 de la noche. La brisa helada comenzaba a incomodar y por lo que notaba estaba garuando—. Joder, por lo menos espero que estés bien —dijo, llevando la vista al cielo. Pronto un espasmo recorrió su cuerpo cuando de la nada escuchó un clic a sus espaldas—. ¡Mierda...!

Izaro pegó el arma en su nuca.

—No te muevas —le ordenó sin titubeos. De reojo podía ver como Cadie se situaba a su lado—. Cadie, quítale las cajas y revisa si hay más en esa habitación, por favor. —Levantó el mentón, la expresión en su rostro siendo demandante—. Yo me encargo de él.

Lo siguiente que presenció fue a una molesta científica arrebatarle las cajas mientras lo juzgaba en silencio y alejarse sin más. Tragó saliva, el coche aún no llegaba, así que de algún u otro modo tendría que enfrentarse a la chica. Al principio dudó, pero al cabo de un tiempo terminó por girarse sobre sus talones con cautela, encarando a la joven que lo miraba con rencor.

—Entiendo —habló con cuidado—. ¿Me vas a matar no es así? Está bien, entonces hazlo rápido, jala el gatillo y terminamos con esto.

Soltó todo aquello esperando que Izaro accionara a su petición; pero en cambio, solo la vio hacer una mueca que simulaba ser una sonrisa a medias.

—Una bala en la cabeza te matará al instante... Y yo no quiero eso.

Christopher pareció incomodarse al oír aquello y se tensó cuando el sonido de unas pisadas detrás de la chica pararon en un golpe seco. Tuvo que reprimir un grito en el momento que la silueta se asomó, dejando al descubierto a un hombre de ojos verdes que se acercaba a ellos portando la cabeza de Caruso en la mano derecha. El miedo lo obligó a mirar el suelo, únicamente a sus zapatos mientras daba un paso hacia atrás.

—Sr. Alex, por favor cierre los ojos —pidió con una cálida sonrisa y al verlo asentir, volvió a dirigirse a Christopher—. Mírame, esto solo es el resultado de todo lo que has hecho. —El chico estaba hiperventilando en el momento que alzó la cabeza—. Prometo que será rápido —las mismas palabras, el mismo sentimiento de culpa, todo otra vez en el mismo lugar—. Entonces... Ahora, noveno cielo y...

Quinto infierno.

Christopher abrió los ojos de golpe, su cuerpo había dado un pequeño espasmo mientras aún se mantenía en la misma posición fetal con la que se acostó horas atrás. Su teléfono en la mesita de noche sonaba con el tono de llamada de una vieja canción de Bob Sinclar. Se incorporó sin ganas, dejando que su codo reposara en la rodilla para luego apoyar la frente en el dorso de la mano; las gotas de sudor resbalaban por su cara y caían en el cuello de la playera blanca.

Miró a un costado, el frasco de somníferos continuaba volteado con unas cuantas pastillas regadas a su alrededor; la verdad es que le costó dormirse después del incidente. La cumbre de todo era que se había salvado por pellejo, cuando—por milagro—el auto que esperaba arremetió de la nada antes que la chica culminará con aquello y, sin embargo, lo que vio aún seguía estando allí, tan presente como nunca.

Simplemente conoció a la muerte cara a cara.

Sí, a esa misma que le susurró que Izaro Smith había vuelto de la tumba y con ella, el monstruo que alguna vez fue.

— ¿Diga?

—Christopher, necesito que programes una reunión con los herederos para esta misma tarde. —Una fuerte exhalación de aire por la boca sonó tras la línea, el chico frunció su ceño al notar que su jefe se hallaba inquieto—. Y no, me importa una mierda que sea 24 de diciembre, diles que es urgente.

Se acomodó en la cama, pegando el aparato más a su oído. «Pero ¿Por qué está así?», su mente divagaba en una incertidumbre feroz, y es que a sus 28 años nunca había escuchado ese tono tan alterado por parte del otro. Alejó el celular, la hora indicaban que eran las 3:45 de la madrugada.

—Maestro, pero ¿Qué es lo que sucede? —desconcertando, se atrevió a preguntar. La inspiración pesada en el otro extremo de la línea lo hizo enredar una de sus manos en la sabana—. ¿Maestro?

—Christopher... El conejo está muerto —calló y luego continuó—. Llegó el momento de elegir a un heredero —otro silencio prolongado—. Es todo por ahora, cuento contigo.

De golpe le trancó.

Christopher no se movió de su sitió, permaneció con los ojos bien abiertos, el teléfono aún reposaba en su oreja con el tono de la línea muerta; las palabras del hombre chocaron como un cortocircuito en su cerebro. ¿Fue en ese instante en donde tomaron caminos distintos? ¿Se dejó ganar por el segundo portador? No, eso ni rezándole a todos los dioses podía ser verdad, ¡carajo, que no podía ser cierto eso! Él no era alguien fácil de vencer.

Comenzó a hiperventilar, el sabor metálico de las pastillas tragadas sin agua el día anterior se sentía más presente que nunca.

Y lo supo en ese instante.

—Estamos jodidos.

✠✠✠✠✠✠✠✠✠✠✠✠✠✠✠✠



#8121 en Thriller

En el texto hay: amor, suspenso, thirller

Editado: 22.05.2021

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