Perfecta

PARTE O2

AÑOS ATRÁS

ANAROSA

 

Se supone que debo estar contenta, feliz, que ella es perfecta, mi madre no deja de elogiarla con mil y un adjetivos de los más brillantes, ni siquiera cuando se refería hablar de mí la oía así, a cada momento la oigo que Samantha esto que el otro, siento arcadas de solo recordar lo que supe de ella, como pueden sonreírle de esa manera, si ella fue todo lo que nuestra madre nos demostró que no deber ser una buena persona, fue para mí como la hermana mayor que no tenía, estaba feliz porque mi hermano estaba de novio con ella, pero no ahora que sé que ella le hacía Bullying a todos, que ella se encargaba de humillar a todos no puedo pensar de esa manera, no me cabe en la cabeza que mi hermano haya tomado esta decisión, se van a casar pronto.

 

—Mi hermano se va a casar yupi—Lo digo con el mayor sarcasmo del mundo, mirándola de manera dura, no puedo evitarlo, luego es mi turno de abrazarlos en modo de felicitación, con él lo hago fuerte, queriendo que de verdad sea feliz, aunque siempre peleamos después de todo es mi sangre, mi familia, en cambio, con ella es un escueto abrazo.

 

—Cuñadita, un día de estos deberíamos hablar—Me lo dice en un susurro y yo pienso que no tengo nada que hablar con ella en realidad, seguro todo este tiempo ha fingido ser la buenita, la perfecta Samantha White que todos adoran, pero para mí es solo una farsante con cara de niña buena.

 

La pedida de mano y boda del padre de Samantha dura hasta altas hora de la noche y yo solo quiero marcharme, quiero ir a mi habitación y bailar hasta que los pies me sangren, hace poco me rechazaron para un solo al cual postule, pero no me voy a rendir, no puedo dejarme vencer, no cuando esto lo que siempre quise.

 

—Mamá, quiero irme a casa por favor, estas son fiestas de personas mayores y ya me cansé—Y pongo un pequeño puchero para lograr mi cometido. Me veo infantil, lo sé, pero no importa la manera sino el fin. No sé si me estoy aprovechando del hecho que mamá anda como dirían un poco más alegre de lo normal, al igual que papá, pero no dejan de vigilar a mis hermanas tan traviesas como su edad se los deja, solo esperen que crezcan y tengan que cumplir las expectativas que el mundo espera de ustedes por ser hija de quienes son. Finalmente logro mi objetivo.

 

—Ya ve, pero no te acuestes tarde por estar practicando descansa princesa—Me fastidia tanto ese apodo, pero eso soy una princesa que tiene que cumplir lo que el mundo espera de ella, me envían con uno de los guardias de seguridad de mi padre, desde hace dos años que a la casa empezó a llegar esas cartas extrañas, él decidió que debíamos tener seguridad creo que mi papá está exagerando solo debe ser algún fanático excéntrico de mi padre ni que fuera la primera vez, al final llego a casa sana y salva creo que exagera un poco con esto de la seguridad.

 

WILLIAM

 

—¡Vamos pega más duro! Pegas como mujer Chip—Y recibo un golpe en la quijada, sabía que resultaría, yo solo sonreí y paso mi lengua por mi labio, al final salgo ganando, pero al ver mi sonrisa creo que está temblando y esas gotas de sudor en su cuerpo lo confirma, mientras escucho a todos gritar vociferando mi nombre, saben lo que mi sonrisa significa, es como decirlo mi marca personal, Chip se levanta y se pone en posición de defensa con las manos por delante, aunque temblando sobre sus pies, sabe lo que voy a hacer, sabe que solo estaba jugando.

 

—Aquí te espero, no te tengo miedo animal—Animal es así como me llaman en el octágono, un apodo que me he ganado a pulso, sin embargo, algunos me dicen sádico, pero esos son los que terminan sangrando bajo mis pies, yo no tengo la culpa que sean débiles y caigan como luciérnagas a la luz.

 

No tengo compasión, no tengo ese que dice que un ser humano normal debería tener empatía por el dolor ajeno, solo quiero ganar, solo quiero verlos retorcerse gracias mis puños, así es el negocio y saben a lo que se atienen al entrar, no es un juego de niños o un patio de recreo, un octágono es cosa seria por eso cuando se trata de la lucha es un asunto serio y tienen que entenderlo a las buenas o a las malas.

 

—Lo hiciste pedazos ahí arriba, no te mides en serio—Me dice mi entrenador, se llama Vega y lo conocí hace dos años, me enseño mucho, no lo niego, como por ejemplo a canalizar mi rabia a través de mis puños desde entonces no me han detenido, no lo hago de manera profesional, puesto que hay muchas reglas y reglas que no me interesa cumplir, no es lo mismo que cuando se rinden detenerme o que cuando se rinden seguir golpeándolos para asegurarme que de verdad están derrotados.

 

—A la próxima tráeme a alguien con mejor aguante, lo últimos tres cayeron al primer round y no es divertido—Termino de cambiarme con mi vieja sudadera con un logo gastado de unas alas negras, tan negras como mi alma, es como si desde la muerte de mi padre me hubieran arrancado lo último de humanidad que me quedaba, esa fue la última vez que lloré, una debilidad que me prometí no volver a tener, ni siquiera lo hice cuando me acomodaron la rótula de mi pierna izquierda sin anestesia, pero nada de lo que haga me es suficiente, para calmar esta rabia que siento al ver que ese idiota sigue son su vida como si mi padre no hubiera significado nada, como si él fuera una estadística más del medio, riesgos del trabajo dijo la aseguradora cuando me entrego el dinero tras su muerte, dinero sucio lo sentía, pero también me servía para mantener mi mente concentrada en lo importante destruir a ese hombre y su maldita perfecta vida, tengo un objetivo en mente y desde mañana lo empezaré a vigilar, ella es tu punto débil, tu pequeñita y estúpida niña.




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