Perfecta

PARTE 10

 

DÍAS DESPUÉS

ANAROSA

 

Es increíble como un extraño entra a tu vida como una ráfaga de aire fresco, no voy a negar que tenía miedo, después de todo no soy ese tipo de chicas, pero algo en su mirada me dio valor, creo que es esa aura que lo rodea, estoy algo absorta en mis pensamientos que no oigo lo que dice mi madre, sobre los muebles de mi departamento.

 

—Voy a dar una vuelta por el centro comercial y veo que encuentro madre, tengo la tarjeta que papá me dio el año pasado como regalo de navidad—Es verdad, mi padre ya no sabía que regalarme y me regalo una tarjeta de débito con varios ceros en la cuenta.

 

—Me mandas fotos entonces, voy a llevar a tu hermana a que practiquen Béisbol— A veces envidio a las pequeñas, por ser las últimas ya con ocho años cada una, pueden hacer lo que quieran prácticamente, no crecieron con el estigma de ser alguien, con el peso de hacer sentir orgullosos a nuestros padres, ellas viven en su mundo de inocencia, aquel mundo que vivía yo hasta darme cuenta de que todo es más difícil de lo que parece o quisiera.

 

—Roxy, ¿Podrás venir? —Le mandé un mensaje de voz antes de venir al centro comercial, desde que me ayudo a esconderme de mis pares llevándome unos días a su casa nos hemos hecho inseparables al punto que hasta Brigith está muy recelosa, dice que no le cae, por más que intente por un tiempo que congeniaran fue en vano dice mi amiga que Roxy es rara siempre andando con el teléfono para aquí para allá y yo le digo que ella es así, desde que la conozco es fanática de esa cosa y no mucho que ni redes sociales tengo.

 

—Amiga, me di una escapada con mi novio, pero me mandas fotos y te digo mi opinión, diviértete—Escucho como risas de fondo y decido no insistir cuando está con Rony es imposible despegarla de él.

 

Fue lo que me contesto, ahora estoy dando vueltas, por lugar, aunque no me he mudado del todo, igual necesito algunas cosas fuera de los muebles que mi madre ha comprado. Estoy algo distraída que choco con alguien, estaba a punto de caer, si no fuera por unos fuertes brazos que me sostienen, tengo los ojos cerrados, pero ese aroma que emana me parece reconocerlo, como si la memoria de mi olfato, me llevara a aquellas horas que me sentí liberada, como un ave saliendo de su jaula.

 

—Voy a empezar a creer que de verdad soy un príncipe, mira que te estoy rescatando—Cuando abrí los ojos, creo que mis mejillas se pusieron tan rojas como un tomate.

 

—Disculpa, qué vergüenza contigo, ¿William, verdad? —Claro que recuerdo su nombre, como no hacerlo si hasta en mis sueños se aparecía, pero no quiero parecer desesperada, así que me pongo de pie y veo endurecer sus facciones, es que, si recuerdo su nombre, como no hacerlo si desde que lo conocí hace unos días no he dejado de pensar en él, de lo que se siente abrazarlo y sentir el viento, me llevo a un lugar tan hermoso que como olvidar su nombre, solo que no quise ser demasiado obvia.

 

—Así, es una lástima que no recuerdes del todo mi nombre, porque yo no olvido que te queda mejor el nombre de Anni, ¿Qué haces por aquí? Y por lo que veo sola—Mira hacia los lados y yo sigo su mirada que luego regresa a mí, mientras que mi corazón hace una fiesta extraña, como esas que hacen los africanos para atraer a la lluvia, yo embelesada por cómo me mira.

 

—Estoy viendo unos muebles para mi departamento—No sé por qué me incomoda decir mi departamento, porque después de todo no lo compre yo con mi sudor, fue mi padre quien me lo regalo, tal vez sea porque su imagen ruda destila independencia y hasta autosuficiencia, cosas que yo no tengo y nunca tuve.

 

—Soy pésimo para eso, si no con mucho gusto te acompañaría—Es como si me dijera adiós, pero antes que se dé la vuelta, me tomo la ligereza y atrevimiento de tomarlo por la chaqueta y detenerlo.

 

—Puedo invitarte un café, después de todo aquel día me ayudaste como no tienes idea. —¿Anarosa Mc Arthur Thompson que te pasa? Con unas gracias hubiera sido suficiente, de cuando acá tú eres quien invita a los chicos, bueno tampoco es que ellos me inviten a mi muy seguido que digamos.

 

—¿Café? Mejor invítame un trago, como que no soy mucho de café—Se supone que yo no bebo, se supone que nunca en mis veinte años de vida he bebido un solo trago salvo un poco de champaña para los brindes y termino solo dándole un pequeño sorbo. — Por la expresión de tu rostro, como que no bebes casi nunca o nunca, aquí cerca hay un bar y hacen tragos especiales con cero alcohol, puedes ver ahí que te parece, así conversamos mejor y me cuentas ahora sí que te llevo a aceptar mi invitación a tomar un paseo en motocicleta con uno desconocido.

 

En parte tiene razón, aquel día no dije nada, no hubo palabras entre nosotros, solo risas, luego le pedí que me llevara de regreso cuando sentía que ya me sentía mejor, con un pequeño detalle él no imagina que me cambio la vida, porque de alguna manera retome fuerzas y la siguiente audición que tuve me aceptaron, aunque solo fuera como remplazo, puesto que me sabía la coreografía porque la había practicado durante día y noche hace un tiempo atrás.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.