Perfecta

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Dos días después de la tragedia, la muerte de Laura fue declarada oficialmente como un suicidio y recibimos una llamada de las autoridades para reclamar su cuerpo. Mi hijo y yo no pudimos acompañar a mi esposo en este doloroso momento por dos motivos: dinero y la documentación necesaria para ingresar al país donde Laura falleció. Mi esposo era el único que tenía los documentos en regla debido a su situación laboral.

En ese momento, tomamos una difícil decisión como familia: optar por cremar los restos de Laura. Por motivos económicos no podíamos permitirnos repatriar el cuerpo de Laura hasta nuestro país. Lo único que podíamos repatriar eran sus cenizas, además de correr con los gastos funerarios en otro país, algo para lo que no estábamos preparados. Nunca imaginamos que perderíamos a nuestra hija tan joven, siempre pensamos que ella nos enterraría a nosotros.

Mi esposo viajó unas horas después de recibir la llamada. El quinto día después de los hechos el cuerpo de mi hija fue cremado. Mi esposo hizo todo lo posible para mantener en privado el lugar y la hora de la cremación, con el fin de evitar la intrusión de la prensa y cualquier fan que quisiera asistir. La policía de esa ciudad le entrevistó acerca del conocimiento que él hubiera podido tener del ataque y le ayudó en todo lo que pudo.

La tristeza que sentí por no poder ver a mi hija por última vez fue desgarradora. La última imagen que tengo de ella con vida es de aproximadamente un mes antes de su fallecimiento, cuando hicimos una videollamada. Mi psicóloga me aconsejó que atesorara los recuerdos de Laura en vida, tal vez no era necesario verla muerta, especialmente en las condiciones en que su cuerpo quedó.

Mi hijo y yo empezamos a realizar los trámites necesarios para celebrar una ceremonia íntima con nuestros familiares y amigos más cercanos. Era esencial que tuviéramos un cierre. En momentos, los preparativos fueron demasiado para mí, mi mente parecía detenerse y no entender qué estaba haciendo. “Mi hija está muerta”, pensaba, y entonces volvía toda la historia de Sara, Laura, el asesinato y el suicidio. A veces, unía mis manos y las apretaba con fuerza, necesitaba confirmar que estaba despierta y que esta era mi nueva realidad. El trabajo de madre con mi hija había terminado y de la manera más desastrosa.

No existen palabras adecuadas para describir el dolor que sentí al ver el cofre que contenía las cenizas de mi hija. Fue un momento espantoso e irreal. Había despedido a mi hija en un aeropuerto hace unos meses, ella se veía feliz e ilusionada ante una nueva experiencia. Mi esposo, con lágrimas en los ojos, colocó el cofre en mis manos, mi hijo de pie a nuestro lado se quedó tan inmóvil y silencioso que parecía que no estaba ahí. Mi esposo y mi hijo me abrazaron mientras sostenía las cenizas de nuestra hija en mis manos. Fue nuestro último abrazo como familia.

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He tenido algo de suerte en medio de la desgracia. Al mes cuando debía volver a trabajar en la oficina, se presentó la oportunidad que tanto había buscado anteriormente: trabajar desde casa. Había presentado mi solicitud dos meses antes del asesinato-suicidio. Un día antes de que regresara a la oficina, mi jefe me llamó para darme la noticia de que habían aprobado mi solicitud de teletrabajo. Al día siguiente, recibí en mi caso los implementos de oficina necesarios para empezar a trabajar. Trabajar desde casa me trajo un poco de tranquilidad, ya que no tenía tanto tiempo libre para pensar en la tragedia. Además, me permitió compartir más tiempo con mi esposo, quien también trabaja desde casa.

Mantuve contacto constante con mi compañera de trabajo más cercana durante todo ese tiempo. El primer día de trabajo, ella me saludó y me dio la bienvenida por el chat empresarial. Mi jefe también lo hizo, del resto de mis compañeros recibí el trato cordial que siempre había recibido. Sin embargo, nadie mencionó ni una palabra relacionada con mi hija. Agradecí este gesto, ya que no quería recordar ese doloroso incidente. Temía ponerme emocional y no saber cómo recomponerme para cumplir con mi trabajo.

La concentración durante los primeros meses de trabajo fue todo un desafío. Por las mañanas, recién levantada y fresca después de un baño, podía trabajar muy bien y casi sin complicaciones. Sin embargo, por las tardes, a menudo un pensamiento acerca de la situación con mi hija me asaltaba y me impedía trabajar como debía. Recuerdo especialmente una tarde en la que decidí colocar una emisora para escuchar un poco de música mientras trabajaba, estaba muy concentrada en mi labor cuando de repente comenzó a sonar una canción de Sara. La melodía me golpeó como un balón en la cabeza, de inmediato empecé a llorar. Apagué la música como pude y desde ese momento, no volví a sintonizar nunca más una emisora en mi vida.

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He tenido que regresar a internet para contar esta historia de la manera más fiel posible. Para lograrlo, he leído varios de los comentarios que los fans hicieron después de la trágica muerte de Sara. Algunos fans tienen una teoría: afirman que la industria le pagó a mi hija para matar a Sara, antes de que esta saliera del closet. Igualmente, hay muchas opiniones como estas: “Esa mujer le hizo un daño terrible a la industria musical, se llevó una voz maravillosa”; “Sara era tan joven, tan hermosa, tan talentosa; le faltaba tanto por lograr”; “El fanatismo es muy peligroso tanto para el artista como para el fanático”; “No puedo evitar llorar cuando escucho sus canciones”; ”Tanto talento, ni la muerte lo podrá apagar”; “Jamás olvidaremos su sonrisa”; “Siempre en nuestros corazones”; “Toda mi vida me preguntaré hasta dónde hubiera llegado con su carrera”; “Me imagino lo hermosa que se hubiera visto con su vestido de novia, lo feliz que se veía planeando su boda”; “Te amaremos por siempre”; “La obsesión de una y la confianza en sus fans de la otra fue una combinación fatal”; “Le quitó la posibilidad de tener su propia familia, todo esto es tan triste”; “Maldigo la hora en que esa mujer apareció en la vida de Sara”; “Sara siempre será nuestra estrella”; “La maldad existe”; “Te extrañaré toda mi vida”; “Sara tenía toda una vida por delante”; “Descansa en paz”; “Sara fuiste una inspiración para mí”; “Es asombroso ver el nivel de locura al que puede llegar un fan”; “Qué impotencia da este caso”. Los calificativos que usaron para referirse a mi hija incluyeron términos como monstruo, loca, trastornada, maldita, demente, miserable, desquiciada, enferma. Lloré tanto leyendo todo esto.




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