Perfecta

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Un día, Laura y yo estábamos viendo una película juntas y noté que constantemente desbloqueaba su celular para conversar con alguien. Fue entonces cuando vi que su fondo de pantalla era una foto de una mujer que no reconocía. Así que le pregunté: Quién era. Laura me respondió que se trataba de una cantante pop muy popular. Ella se soltó y comenzó a contarme toda la historia de esta artista, desde su fecha y lugar de nacimiento hasta el nombre de su última canción lanzada. Me dijo que esta cantante estaba en una relación con otra mujer, pero que tenía que ocultarlo porque la industria musical no le permitía hablar abiertamente de su orientación sexual.

Ella expresó que le encantaba esa cantante, destacó su inmenso talento. Además de su voz privilegiada, Laura elogió la puesta en escena impecable de los conciertos de la artista. No era necesario que me dijera cuánto le gustaba, con todos los detalles que me dio sobre Sara, me quedó claro. Le pregunté si todas las canciones que escuchaba eran de ella, porque en el último mes solo escuchaba canciones que parecían ser de la misma cantante, lo noté por su voz. Ella confirmó que todas las canciones eran de Sara y elogió mi oído por darme cuenta de la similitud. Luego, me preguntó si consideraba a Sara talentosa, a lo que le respondí afirmativamente; Sara era una artista sumamente talentosa.

Ese mismo día más tarde, mi hija me pidió que reaccionara a un video. Era uno de esos videos que hacían para recolectar pruebas sobre la relación de Karen y Sara. Lo vi, y cuando el video terminó, ella me preguntó si creía que ellas dos tenían una relación. Desde el principio, yo no vi una relación sentimental, yo vi una amistad de mucha confianza. Le expresé mi opinión, le dije que no veía una pareja, sino dos amigas muy cercanas. Ella inmediatamente y con mucho fervor argumentó que era imposible no verlo, no ver el amor en sus miradas, la dulzura de sus toqueteos, su magnífica química, la burbuja que existía cuando estaban juntas que las aislaba del mundo y hacía más fuerte su intimidad. Honestamente, me pareció un enfoque demasiado fantasioso y en cierto modo, ridículo; me recordó a una de esas personas fanáticas que a fuerza te quiere vender una idea.

A pesar de mis pensamientos, respeté sus emociones y la confianza que me había brindado al hablar de algo que para ella era importante. Le dije que necesitaba ver más videos antes de sacar una conclusión. En mi adolescencia, yo había sido fan; cuando tenía quince años fui muy fan de una banda de pop compuesta por jóvenes, pero había algo en el comportamiento de mi hija que encendió en mí una alarma. Había demasiada obsesión en toda la situación. La idea de que la relación sentimental de dos mujeres y la injusticia de que no pudieran vivir su amor libremente la apasionara de esa manera, me hizo pensar que había algo personal que ella estaba descubriendo, que por alguna razón no podía compartir conmigo.

Desde ese momento, me di a la tarea de estar pendiente de lo que pasaba con ese gusto y cada vez me sentía más incómoda con la situación. Mi hija, la mayor parte de su tiempo libre, solo escuchaba música de Sara. Además, había entablado amistad con muchas jóvenes que compartían su creencia en la relación de Sara y Karen. De hecho, habían creado un grupo en una aplicación de mensajería para intercambiar teorías. A veces realizaban videollamadas. También leía mucho unas historias que ellas mismas escribían, que entendí que se llaman “fanfics”. En estos documentos, narraban todo tipo de situaciones, tanto románticas como sexuales, protagonizadas por Sara y Karen. Algunas eran bastante creativas y entretenidas, pero me parecía obsesivo crear todo un mundo a partir de la relación de dos personas y sumergirse de lleno en él.

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Después de ver las fotos del compromiso de Sara, me pareció que mi hija se recuperó milagrosamente de su obsesión por ella. Pasaron tres días antes de que me atreviera a preguntarle cómo se sentía con las últimas imágenes del novio de Sara. Para mi sorpresa, su respuesta fue que había entendido que Sara estaba enamorada de él y que deseaba pasar el resto de su vida a su lado. Lo dijo con una serenidad que me dejó pasmada. Yo esperaba que expresara que era una estrategia vil por parte del contrato para enterrar por completo a Sara en el closet, pero, en cambio, ella había llegado a la conclusión de que la relación de Sara y su novio era real. La ira que le causó esta situación solo se podía ver en sus diarios. Me sentí tan aliviada por su reacción al compromiso de Sara y pensé que finalmente habíamos superado esa situación.

Los últimos meses de vida de mi hija, vivía en un país extranjero y trabajaba allí. Ella se estaba adaptando a una nueva cultura y había tenido la oportunidad de viajar un poco. Llevaba ocho meses en ese lugar, y aunque me había dicho que estaba feliz en su empleo, a veces mencionaba que era un poco agotador y que se sentía cansada. He observado algunas de las fotos que se tomó durante sus viajes, la veo rodeada de compañeros de trabajo y su compañera de piso, siempre con una sonrisa. En una foto la capturaron desprevenida mientras observa el paisaje y se veía tranquila. No veo nada en esas fotos que me haga pensar que algo terrible se avecinaba en nuestras vidas.

Una semana antes de los sucesos, mi hija me comentó que había considerado quedarse solo dos años en ese trabajo y regresar a nuestro país. A mí me pareció una buena idea; dos años de experiencia, un aprendizaje gigante a todo nivel, volver a su país era la oportunidad de consolidar su vida. No sé por qué planeaba el futuro, si ella muy bien sabía que ese futuro no iba a llegar. A veces me pregunto si tenía momentos de lucidez en los que desistía del trágico plan. Lo cierto es que después de las fotos del compromiso de Sara, nunca más volvió a hablar de ella conmigo. He llegado a la conclusión de que de mi hija no sabía nada.

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Durante un octubre, Sara realizó una gira de conciertos en diferentes partes del mundo. Uno de esos conciertos tuvo lugar en la ciudad donde vivimos, no supe el valor de la boleta. Lo que sé es que Laura utilizó todos sus ahorros y le pidió un dinero adicional a mi esposo para asistir. Laura estaba emocionada y todo el tiempo hablaba del día del concierto. Se probó distintos atuendos para ver con cuál se veía mejor. Me contó que había adquirido un pase para un “meet and greet”; me explicó que era una experiencia en la que los fans podían estar unos minutos tú a tú con su artista, tomarse una foto, hacer preguntas y tener un encuentro personal con el artista.




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