Perfecta

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La vida de Laura giraba en torno a una sola cosa: la relación de Sara y Karen. Era un hecho que para quien estuviera cerca de ella, no pasaba desapercibido. Su obsesión la llevaba a consumir una cantidad significativa de su tiempo libre devorando todo tipo de contenido relacionado de estas dos figuras públicas. Pero, un fin de semana, la vida la sorprendió de una manera que no esperaba.

Recuerdo que decidimos, entre los cuatro, salir de la ciudad para tomar un pequeño descanso. El pueblo al que nos dirigimos estaba a dos horas de nuestra casa. Nos pareció excelente escapar un poco del aire de la capital. Sin embargo, con lo que ninguno contó era que el pueblo tenía una pésima señal de internet y durante tres días estuvimos prácticamente incomunicados.

Laura se sentía muy estresada por esta situación. Manifestaba que se sentía desinformada y desconectada de su mundo virtual. Sentía que en cualquier momento podía aparecer en internet información vital que ella se estaría perdiendo. En cada lugar al que llegábamos, levantaba su teléfono, intentando conseguir señal. A pesar de la belleza del pueblo y el encanto de la desconexión, su incomodidad era palpable.

En un momento de humor, mi esposo y mi hijo le hicieron un comentario que no cayó bien: "No te preocupes, si la relación de Karen y Sara se confirma mientras estás fuera de las redes sociales, te enterarás cuando volvamos a casa". A pesar de que Laura no apreció la broma en un principio, optó por tomársela con calma. Luego, del comentario de mi esposo e hijo intentó relajarse un poco, pero se veía incomoda y trataba de no mirar el teléfono.

Para fortuna de Laura, yo había llevado un par de libros que aún no había comenzado a leer. Uno de estos libros se convirtió en el refugio de Laura durante la desconexión forzosa. Me sentí tan feliz de verla lejos del mundo de “Sara y Karen” durante esos tres días.

Sin embargo, cuando regresamos del viaje, mi hijo decidió hablar conmigo en privado. Le preocupaba la adicción de Laura al contenido de Karen y Sara y manifestó que Laura parecía obsesionada con Sara. Sugirió que sería prudente que Laura fuera al psicólogo porque la situación no era sana para su salud mental.

Le expliqué a mi hijo que ya había tenido esa conversación con Laura antes, pero que ella se negaba a admitir que su relación con el contenido de Karen y Sara era problemática. Ella pensaba que yo estaba exagerando. Sin embargo, la preocupación por la salud mental de Laura seguía siendo un tema que nos inquietaba. Laura se había sumido en un mundo de obsesión, y la desconexión forzada del viaje había revelado la profundidad de su dependencia.

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La comunidad de fans en línea se comunicaba por un foro que tenían en el que compartían teorías, información y experiencias. De ese foro que era público se habían formado varios grupos. Los grupos se habían formado dependiendo de las teorías que cada persona creía, algunas personas pertenecían a más de dos grupos. Después, de que se crearon los grupos, los participantes tenían una reunión mediante videollamada por semana. Reunión a la que mi hija asistía sagradamente.

La comunicación en este foro evolucionó rápidamente, y además de la reunión semanal pronto se comunicaban a través de un programa de mensajería instantánea. Laura siempre estaba muy atenta a las conversaciones que se daban en este programa. Estas conversaciones siempre le traían distintas emociones: en algunas ocasiones alegrías, en otras tristezas, en algunas rabias. Todo dependía del rumor o de la teoría del día, o de si Sara lanzaba una canción, o sí sentían que pronto se iba a confirmar la relación de Karen y Sara. Las posibilidades eran infinitas, al igual que sus desbordadas imaginaciones.

La comunidad de fans en línea se volvió una parte vital de la vida de Laura. Laura pasaba horas frente al computador, sumergida en debates apasionados y en todo el contenido relacionado con la relación de Sara y Karen que compartía la comunidad.

Lo más importante que compartió el grupo con Laura fueron innumerables fanfics que eran sus lecturas favoritas. Le gustaban tanto que se dedicaba horas enteras a leerlos. Una vez me dijo que lo único que odiaba de los fanfics era que ella no tenía la habilidad de escribirlos. Hubo momentos en los que la veía tan sumergida en toda esa información que me parecía estar viendo una película con una trama profundamente desesperanzadora. Veía a mi hija sumergirse en una situación sin poder hacer nada para sacarla de ahí.

A medida que el tiempo pasó y los años avanzaron, su relación con estas chicas se volvía cada vez más importante. Aunque, durante todo ese tiempo también hubo discusiones que me hicieron pensar con alegría que quizás se acercaba el fin de esas amistades, pero eso no ocurrió. Eran tantas chicas que finalmente siempre tendría amistades en la comunidad de fans.

Diana me contó que cuando llegó a su nuevo país de residencia, juntas empezaron a tener encuentros con chicas de la comunidad de fans que vivían en esa ciudad. Para Diana, estos encuentros siempre fueron muy relajados y divertidos. Ella comentaba que las chicas eran menos apasionadas por Sara en el mundo físico que en las redes sociales.

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El dolor que resultó de toda esta situación ha sido terriblemente difícil de sobrellevar. He necesitado mucho apoyo de mi familia, amigos y terapeuta. Siento que el dolor de esta situación me acompañará toda mi vida, algunos días dándome más tregua que otros.

No ha sido fácil reconciliar a la persona que amaba con la persona que vi aquel trágico día. Sus acciones han dejado heridas profundas en el corazón de muchas personas, incluyéndome a mí. A menudo, me encuentro preguntándome cómo alguien que yo pensé que conocía tan bien pudo hacer algo así, pudo hacer tanto daño. A veces, recuerdo todo y me parece mentira. Parece increíble que situaciones como esta sucedan. Ni en mis más locos pensamientos imaginé que algo así pudiera ocurrir.




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