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Un mes después de que Sara terminara con su novio, en las redes sociales comenzaron nuevamente los rumores. Esta vez, sus fans afirmaban haberla visto en compañía de Karen en un pueblo turístico. Este nuevo avistamiento, como todos los anteriores, contaba con algo en común; no tenía ni una sola imagen en internet que lo confirmara. El argumento que daban las personas que las vieron para no tener ni una foto borrosa era el respeto a su privacidad.
El pueblo en cuestión era un sitio muy concurrido y esta vez muchas personas les comentaron a esas fans que dejaran de inventar tantas historias, argumentando que es imposible que en un pueblo así de visitado nadie les hubiera tomado al menos una foto. Pero las que habían presenciado el supuesto encuentro mantenían su versión; decían que ellas estaban caminando juntas, como siempre, en su burbuja de complicidad.
Los comentarios en la publicación estaban repletos de opiniones y preguntas sobre los motivos detrás de la misteriosa relación entre las dos celebridades. Algunos consideraban que podía ser un truco publicitario para aumentar su visibilidad, mientras que otros especulaban que tal vez se trataba de una relación genuina, pero que se habían vuelto tan reservadas debido a la atención constante que recibían.
Últimamente, noto que hay personas que han dejado de creer en la relación de Karen y Sara. De hecho, he comenzado a leer comentarios que se cuestionan la intención de alimentar esos rumores.
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A medida que me involucré en la comunidad en línea, comencé a aprender lecciones valiosas sobre la comprensión y la compasión. Esta experiencia me llevó a reflexionar sobre la relación con mi hija y cómo podría mejorarla. Así que empecé a escuchar a mi hija con más atención y a validar sus sentimientos acerca de la situación de Sara y Karen. Me di cuenta de que necesitaba ser una madre más abierta y comunicativa.
Mis preocupaciones giraban en torno a la fascinación de mi hija por dos celebridades y su profundo apego a la relación entre ellas. Entonces comencé a expresarle mis pensamientos y sentimientos respecto al tema. Entendí que mi hija necesitaba su espacio y privacidad para explorar su propia identidad, pero yo no veía avances en esa exploración, sino la veía proyectar su vida en dos celebridades. Ella vivía a través de la vida de otras personas, lo cual no me parecía sano.
Como mi hija no quería ir al psicólogo, decidí tomar un enfoque diferente. Comencé a buscar videos en internet que abordaran el tema del fanatismo, con la esperanza de que se informara sobre los efectos negativos de su comportamiento. Planeaba ver esos videos juntas para abrir un canal de comunicación, pero ella me dijo que prefería verlos sola. Así que acepté su elección y compartía los videos con ella, esperando que los viera para luego tener una conversación significativa.
Sin embargo, estas conversaciones nunca se dieron. Cuando le preguntaba si había visto los videos, Laura siempre respondía que no había tenido tiempo por sus ocupaciones. Siempre parecía tener una excusa para no discutir los temas que me preocupaban. La brecha entre nosotras parecía agrandarse en lugar de acortarse, y me sentía cada vez más impotente por no entender lo que estaba pasando por su mente.
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Los medios de comunicación nos contactaron para obtener una entrevista, pero ninguno de nosotros estábamos interesados en hablar ni exponer nuestra cara al mundo para recibir más odio. Sabíamos que esto no iba a servir de nada. No teníamos ni siquiera respuestas para nosotros como familia, mucho menos para ellos como medios de comunicación. Muchas personas buscaban respuestas, intentaban entender lo que había sucedido, querían encontrar a alguien a quien culpar.
Como familia, entendemos que cuando el público etiqueta rápidamente a quienes están involucrados en una tragedia, a menudo lo hacen sin entender completamente las circunstancias. Nuestra situación era demasiado compleja para resumirla en una entrevista. Las personas buscan explicaciones sencillas para eventos complejos. En una situación como la que vivimos, la necesidad de respuestas es apremiante, pero las tragedias rara vez tienen una única y sencilla causa para explicar.
Otra razón por la que las personas etiquetan rápidamente a los involucrados en tragedias es que es una forma de distanciarse de la tragedia. Al culpar a alguien, las personas pueden sentir que la tragedia no podría haberles sucedido a ellos. Es una forma de sentirse seguros y protegidos del desastre. Sin embargo, la realidad es que nadie está a salvo de la adversidad y el dolor.
Así que, a pesar de la insistencia de los medios de comunicación, mi familia y yo optamos por el silencio. Entendíamos a las personas que querían respuestas, pero entendimos que en nuestro caso, las respuestas no eran sencillas. Aprendimos que, a veces, el silencio es la mejor respuesta.