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El regreso a la oficina después de varios meses de trabajo desde casa resultó más desafiante de lo que había imaginado. La primera reunión presencial que mi jefe organizó representó un reto para mí. Al llegar a la reunión, no pude evitar sentir que todos los trabajadores de la empresa me miraban, recordando lo que había pasado con mi hija.

Al ingresar a la sala de reuniones, me sentí muy ansiosa. Así que, decidí buscar refugio en la última fila de asientos durante la capacitación. No quería sentir las miradas de mis compañeros clavadas en mi espalda. A pesar de mis esfuerzos, me costó mucho estar atenta durante la capacitación y, por lo tanto, entender todos los temas que nos estaban explicando.

En un intento por encontrar un respiro, decidí ausentarme durante un breve momento para ir al baño. Al salir del sanitario, una compañera de otra área que estaba en el lavamanos me saludó. Ella quería saber cómo estaba y decirme que entendía por lo que estaba pasando porque uno de sus hijos estaba en la cárcel por homicidio. Ella me propuso intercambiar números telefónicos para hablar de vez en cuando. Ella necesitaba hablar con alguien que estuviera pasando por una situación similar. Tal vez yo necesitaba lo mismo, así que le di mi número.

Durante el descanso y la hora del almuerzo de la capacitación, me sentí un poco más tranquila. Almorcé con mi compañera más cercana en el comedor de la empresa, pero en un momento experimenté un terrible flashback del día en el que vi la noticia de la muerte de Sara en la televisión. La conmoción y la tristeza amenazaban con abrumarme.

Ese día descubrí que la empatía y el apoyo pueden surgir de los rincones más inesperados. La conexión con mi compañera de trabajo, que compartía una carga similar, se reveló como un faro de esperanza en medio de la oscuridad. Aunque el camino hacia la curación seguía siendo difícil, estos encuentros inesperados me recordaron que no estaba sola en mi lucha por reconstruir mi vida después de la pérdida de Laura.

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Los diarios de Laura confirmaron algo que siempre sospeché. En cierta ocasión, mi esposo le dio a Laura la mitad del dinero para el pago del semestre universitario, con la intención de que ella lo guardara hasta la matrícula. Laura propuso invertir ese dinero en un depósito a término fijo por tres meses para obtener algún rendimiento. Mi esposo estuvo de acuerdo, ya que consideró que era mejor tener el dinero generando ganancias en lugar de simplemente guardado.

Laura tenía el dinero en efectivo en la casa y le informó a mi esposo el día en que llevaría el dinero al banco y realizaría la inversión. Para nuestra sorpresa, ese mismo día en que ella llevaba el dinero al banco, la asaltaron. A mí me pareció demasiada coincidencia, a mi hija en la vida la habían asaltado y tuvo la mala suerte de que el día que saca un monto de dinero importante de la casa, le ocurre algo así. La verdad, yo siempre pensé que esa situación tenía algo que ver con Sara, ya fuera relacionado con la compra de discos, productos o algo relacionado con ella. Sin embargo, no dije nada porque no podía comprobarlo.

Bien dice el refrán que entre el cielo y la tierra no hay nada oculto. Al leer los diarios, descubrí que en el grupo de fans había una chica que vivía en la misma ciudad de Sara. Esta chica se hizo muy amiga de Laura y de otra fan. La chica, Laura y la otra fan idearon un plan para ayudar a Sara a salir del clóset. Inicialmente, planeaban seguir a Sara hasta obtener pruebas de su relación con Karen, tomar fotografías y luego publicarlas en internet. Para llevar a cabo este plan, la chica empezó a pedirles dinero a Laura y a la otra fan para frecuentar sitios donde pudiera encontrarse a Sara y recopilar las pruebas. Así que, Laura y la otra fan empezaron a enviarle dinero a esta chica para llevar a cabo el plan.

Según lo que Laura escribió en el diario, la chica se encontró con Sara en varias ocasiones y tomó algunas fotos, pero nunca la encontró en compañía de Karen. En ese momento, el plan cambió y decidieron que iban a seguir a Karen para comprobar la relación. Laura escribió que Karen, al encontrarse con la misma fan en varias ocasiones, empezó a salir todo el tiempo con un primo y una de sus mejores amigas, quienes estaban atentos a los fans que se le acercaban. Un día, cuando la chica se acercaba a Karen para pedirle una foto, el primo y la amiga se interpusieron en su camino y se llevaron a Karen. Laura sacó esta conclusión de la situación: "Karen siempre demostró ser una persona más desconfiada, directa y cautelosa".

Cuando su plan B fracasó, las chicas pensaron en un plan C. Acordaron reunir dinero para averiguar dónde vivía Sara e ir a ofrecerle su apoyo incondicional para salir del clóset. Una vez la chica logró que Laura y la otra fan le enviaran el dinero, desapareció y nunca más les volvió a contestar los mensajes. Según mi hija, en ese momento lo que le quedaba del dinero para la matrícula era muy poco, por lo que inventó la historia del robo.

Al leer esto, compartí el diario con mi esposo, quien quedó sorprendido. En ese momento le expresé que nunca creí en la historia del robo y siempre supe que la obsesión de Laura por Sara tenía algo que ver en todo eso. Laura no podía decepcionarnos más. Jamás pensamos que sus alcances llegarían a ese nivel. Mi esposo y yo le dijimos una vez que no financiaríamos su afición por Sara, con lo que no contábamos es que ella haría cualquier cosa para financiar su "inofensivo pasatiempo".

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Uno de los pasatiempos que adquirió Laura al llegar a su nuevo país de residencia fue asistir a un polígono de tiro. Laura me comentó que quería comenzar a practicar tiro deportivo y aprender en ese lugar. Me pareció interesante su distracción, ya que podría conocer nuevas personas y fortalecer sus habilidades sociales. Laura expresó que, a pesar de su deseo de ampliar su círculo social, no quería irrumpir a la fuerza en el grupo que había formado Diana durante el año que ya llevaba en la ciudad.