Perfecta

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Mi hija tenía una cara para su mundo real y una cara para su mundo virtual. La policía descubrió un perfil en una red social con un alias que resultó ser creado por Laura. Desconocía la existencia de este perfil, el cual era público. En este perfil, Laura se dedicó a atacar cualquier opinión que se atreviera a cuestionar la perfección de Sara.

Laura, en los días posteriores a su graduación universitaria, desempleada y con un futuro incierto, canalizó sus energías hacia este perfil virtual. Peleaba con las haters de Sara 24/7. Discutía de tal manera que parecía que se le iba la vida en ello, como si el éxito de la carrera de Sara dependiera de su defensa. Las discusiones se extendían por días.

La verdad es una situación que hasta el día de hoy no entiendo. ¿Cómo desperdicias tu tiempo de esa manera? Después de que Laura consiguió trabajo, las publicaciones en estos perfiles sociales disminuyeron, pero siempre estaban presentes.

Laura se sentía especialmente atraída por criticar al actor; nada le parecía bien de él. Siempre le pareció poca cosa para Sara. El fandom de “Saren” participaba activamente en este juego digital del odio. Ellas hacían comentarios lanzándole odio al actor, a lo que las fans de él respondían diciendo algo negativo de Sara. Era una dinámica que ocurría casi que a diario, un círculo tóxico que no tenía final. Algunas estaban tan pendientes de Sara y del actor que dudo que tuvieran vida propia u otro tipo de intereses.

En ocasiones, escribía cosas horribles de él. Algunas fans de Sara inventaban cualquier cantidad de historias para difamar al actor: infidelidades, adicciones y su favorita, asegurar que él era gay y se escondía en su relación con Sara. Pero no decían que era gay, sino usaban toda clase de palabras peyorativas para referirse acerca de su orientación sexual. En retrospectiva, pienso que si él hubiera estado el día del incidente con Sara, él también podría haber resultado herido o muerto.

Laura transitaba entre dos mundos, relegando su realidad tangible a un segundo plano. En el capítulo de su vida que se desenvolvía en las redes sociales, la obsesión y la toxicidad se mezclaban en una danza peligrosa que, hasta el día de hoy, me resulta difícil de comprender.

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“Desde que descubrí el fascinante universo de Saren, la relación entre Sara y Karen se ha convertido en mi refugio. Para mí, creer en Saren no es algo malo. Saren es el nombre que todo el fandom le ha puesto a la relación entre Sara y Karen, es la combinación de sus nombres. Saren se ha convertido para mí en una religión.

No entiendo a mis padres ni a mi hermano. Me parece exagerada su preocupación por mi pasatiempo. Para mí es un pasatiempo inofensivo, que me ha permitido encontrar nuevas amistades, leer muchas historias creativas y tener una conexión profunda con la música. ¿Qué de malo puede haber en eso?

Sé que invierto mucho de mi tiempo libre en esto, pero siempre cumplo mis obligaciones. Merezco por lo menos invertir mi tiempo libre en actividades que me gustan. No solo está mi pasatiempo por Saren, también tengo mis cursos de natación, estoy comprometida con mi bienestar físico. Además, intento compartir tiempo con mi familia como juegos de mesa con mi papá y películas con mi mamá y hermano para demostrar que no me estoy alejando de ellos.

Sin embargo, sus comentarios y preocupaciones persisten, llegando a un punto en el que la idea de independizarme comienza a rondar por mi cabeza. Como adulto, creo firmemente en que puedo llevar mi vida como deseo. Anhelo la comprensión de mi familia, pero también siento la necesidad de defender mi espacio y mi derecho a vivir mi vida de la manera que elija.

La tensión en casa se intensifica, y a veces me pregunto si la independencia es la única solución para escapar de los comentarios que me están agotando.”

El día que leí esta entrada en el diario de mi hija comprobé que ella tenía una facilidad para convencerse a ella misma de que la obsesión por Sara no tenía nada de malo. En ese momento entendí el poder que pueden tener las creencias y obsesiones en la mente de las personas. Para ella, Saren no era simplemente un pasatiempo inofensivo, sino más bien una forma de escape y refugio que la consumía de manera alarmante. Ella no quería que la comprendiéramos, ella quería que aprobáramos su obsesión y que contribuyéramos económicamente para que ella pudiera continuar con su fantasía.

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Un día festivo recibí en mi celular un mensaje de la compañera de trabajo que me había pedido intercambiar números telefónicos en el baño. Aunque nuestra conexión en la oficina había sido superficial, ese día comenzamos una conversación que nos ayudaría a continuar sanando.

Ella estaba muy triste porque se cumplía un año de la llegada de su hijo a la cárcel. Su hijo había asesinado a otro joven en una riña callejera bajo los efectos del alcohol. A medida que ella revelaba los detalles de la trágica noche, me encontré compartiendo mi propia historia sobre la pérdida de mi hija, aunque en circunstancias diferentes.

Durante la conversación ella me decía que a pesar de lo sucedido seguía queriendo a su hijo, aunque reconocía que había cometido un crimen y que debía responder frente a la ley por ello. Le dije que a mí me pasaba lo mismo con mi hija, pero que a diferencia de ella mi hija ya no estaba aquí. Le comenté que siempre me quedaría con la duda de los motivos reales que habían llevado a mi hija a hacer lo que hizo.

“Tengo algunas teorías”, le dije, pero siempre me voy a quedar con el deseo de preguntarle por qué lo hizo. ¿Le preguntaste a tu hijo por qué lo hizo? pregunté. Ella me contestó que era lo primero que había hecho cuando lo pudo ver y que él le respondió que estaba borracho y se había dejado llevar por un momento de ira. Esa explicación, aunque clara, dejaba un vacío similar al que yo experimentaba.

¿Tu hija estaba obsesionada con la cantante? preguntó. Muy obsesionada, pero nunca podré tener la certeza de por qué lo hizo. Aprendí a aceptar que las respuestas pueden ser tan complejas como las vidas que vivimos, dijo. En ese año de cárcel, ella había descubierto que la verdad tiene múltiples caras, y esa lección resonaba en mis propias reflexiones.




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