Perfecta para mí.

Capítulo 2.

El chorro de agua fría golpeaba mi cráneo en una sola dirección, ya estoy acostumbrada a hacer esto todas las mañanas. Ducharme con un chorro que apenas moja, bufo internamente y cepillo mis dientes.

Al pasar cinco minutos, en dónde estoy enjabonada de pies a cabeza y con el cabello lleno de burbujitas, el agua deja de caer, por quinta vez en este mes.

-¡Mamá, se fue el agua!

-¡Hay un tacho lleno de agua, coge un poco, no lo malgastes! -grita desde la cocina, no sé por qué gritamos, la casa es tan pequeña que hasta con un susurro puedo escucharla perfectamente. Okey, exagero.

Con un balde pequeño, empiezo a echarme agua para que toda la espuma del jabón y el shampoo se vaya de mi cuerpo. Salgo del baño envuelta en una deshilachada y corta toalla azul, me dirijo a mi cuarto y bufo al ver el uniforme en mi cama.

Para cubrir mi cuerpo, hay una camisa manga larga de color blanca, una horrenda falda plisada a cuadros y unas medias azul marino que llega hasta las rodillas. Aparte de eso, hay un espantoso chaleco, con el mismo material que la falda.

Seco mi cuerpo y me aplico una crema con olor a lavanda, me acerco a la cama y me pongo mi ropa interior negra. Después de pensármelo por unos largos minutos, me deslizo la camisa por los brazos y abrocho cada uno de los botones. Se me ajusta en la cintura, perfecto. Me pongo la falda, me queda hasta diez dedos arriba de la rodilla, anoche, después de llegar, le rogué a mi madre para que haga más pequeña la falda y ajuste la camisa. Funcionó hacer mi cara de perrito magullado.

Hace unos días, cuando me lo probé, me veía como una inocente monja, ahora, como una pervertida y sexy alumna. Yo odio parecerme como alguien culta, porque no lo soy.

No pude hacer nada con las medias, pero, de alguna manera, hace una buena combinación con la falda corta. Me coloco unos tocones negros, las reglas del instituto es llevarlos bajos, por lo que apenas son de tres centímetros de altura.

Coloco en ambas muñecas un montón de pulseras, desde neutras y coloridas hasta fosforescentes. Al menos tengo que tener algo que me diferencie de los pijos. Seco mi pelo con la toalla, hasta dejarlo con poca humedad.

Paso el peine por mi cabello gris, hace unos meses lo pinté de ese color, antes era rosa. Queda muy bien con mi piel clara, me gusta, aunque no mucho a mi madre, sin embargo, entiende la razón. Mi cabello es suave, por lo que no batalleo tanto al acomodarlo. Aplico un poco de color rosa en mis labios, máscara de pestañas y una linea negra alrededor de mis ojos. Me encanta que mi mirada sea profunda.

Me dirijo hacia la cocina, en donde mi madre está preparando el desayuno, me apoyo en el umbral de la puerta y me dedico a observarla.

Mi madre es una mujer hermosa, con su cabellera rubia y sus labios rojos, un cuerpo de infarto y una piel bronceada, pero, a pesar de ser un bellezón, las horas de insomnio han dejado ojeras bajos sus ojos, los golpes que ha recibido, han dejado marcas en sus brazos ,y tiene unas pequeñas arrugas en las comisuras de sus labios, las cuales se notan aún más, cuando sonríe. De todas maneras, tiene una sonrisa preciosa.

-Dime una razón por la cual no llevar mis piercings. -le digo mientras me acerco a ella. Se voltea y me sonríe con cariño.

-¿No crees que ya es suficiente con tu cabello?

-Nop, quiero joderles la vida a mis nuevos directores.

-Te pareces mucho a mí en ese aspecto. -sirve el desayuno en un plato y la pone sobre la mesa. Me siento en la silla y empiezo a comer.

-Odio tener que coger el metro. -me quejo.

-Deja de hablar con la boca llena. -me advierte para luego sentarse en la silla de al frente, la madera de la mesa está vieja y es pequeña, tanto de ancho como de largo.

-Mamita hermosa, no quiero ir hoy al instituto. Por fis. -hago el intento de un puchero, ella rueda los ojos y come su desayuno.

-Cállate, vas a llegar tarde si no te apresuras.

-El problema es que no quiero llegar. -ignora mi comentario y vuelve a dar otra cucharada de su plato.

Terminamos de comer y ella lava los platos, hoy es su turno de preparar los alimentos, mañana me toca a mí.

-Creo que tu uniforme está muy pequeño y ajustado.

-Oh, vamos mamá, me has visto con ropa más corta.

-Ni que lo digas. -termina de secarse las manos y planta un beso en mi frente.- Ya vete.

-Que cariñosa -le digo sarcástica, beso su mejilla y salgo de casa, en la madrugada llovió, por lo que ahora, las calles están cubiertas de lodo. Trato de caminar lo más despacio posible para evitar ensuciarme y salto los charcos de agua, los tacones no ayudan de mucho, sin embargo, al salir por todas las calles enlodadas, me doy cuenta de que solo ensucié mi calzado.

Espero a que llegue el metro en la parada, se demora unos minutos, pero al llegar, no se estaciona, sino que pasa de largo. Maldita suerte.

Pasan quince minutos más y el siguiente metro llega, subo en éste por las escaleritas y me siento en el único asiento disponible a esperar llegar con la frente apoyada en la ventana. Empiezan a caer gotas del cielo y me maldigo internamente por no haber traído un paraguas o, al menos, un abrigo.

El metro vuelve a frenar en otra parada, y ésta, queda cerca de mi destino, bajo y corro, cubriéndome con los brazos, hasta llegar a las puertas del instituto.




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