perfectamente imperfectos

La carta

Los gorriones, los gorriones fue lo primero que se oyó aquella mañana de otoño, se les oía cantar y revolotear entre los techos de las viviendas como si se encontraran  realizando un número musical acompañado por una dulce y sincera serenata. Los cálidos rayos de sol que se colaban entre las persianas de las pequeñas casitas de colores, como agua de lluvia por las rejillas, iban perfectamente con el canto de los gorriones y daban una sensación de paz maravillosa a los ciudadanos que ya habían comenzado su vida y ahora se encontraban camino a sus respectivos empleos o preparatorias. 

Si bien lo primero al oírse por la mañana fue el canto de los gorriones la joven de cabello alborotado inicio su mañana con otro sonido, un sonido un poco menos alegre y relajante, el ruido insistente y penetrante del despertador color azul marino que se encontraba a punto de caerse de la mesita de luz de madera junto a su cama fue culminado por un fuerte golpe malhumorado por parte de la chica que acababa de abrir los ojos para encontrarse con una desagradable noticia, ya era tarde para el colegio.

 De un manotazo tomo toda su ropa y se la coloco de una solo vez, la pollera del uniforme se enredaba entre sus pies y le provocaba dificultad para subirla, mientras que la camisa fue sencilla de colocar solo por el simple hecho de que abrocho mal todos los botones, tan apresurada se encontraba que ni siquiera noto que se había puesto dos calcetines de diferente color, pero su apariencia era lo que menos le importaba en ese momento. 

Bajo las escaleras de su casa casi de un solo salto y se metió tres galletas de chocolate a la boca para acto seguido pasarse la mano por el cabello en un intento de acomodarlo, tomar su mochila y salir disparada de su casa rumbo al instituto.

Llego a su institución completamente hundida en el pensamiento de que excusa pondría esta vez para su retraso, hasta que un fuerte grito repentino la obligo a olvidar todo posible excusa que podría utilizar

¡¡Charlie!! –

La joven de rizos rojizos y ojos más rosados que el cuarzo giro su cabeza repetidas veces intentando ubicar el origen de aquella persona que gritaba su nombre

¡¡Charlie!! –

Volvió a oírlo, alguien la llamaba pero no pudo saber quién hasta que una chica de cabello negro coloco suavemente su pálida mano sobre el hombro de la colorada

¿¿Charlie, estaba hablándote acaso no me oíste?? –

No, no te oí lo siento –

Se disculpó mientras le sonreía a su compañera de clase que también había llegado tarde.

El timbre del receso sonó tres veces indicando que ya podían descansar, los alumnos salieron del salón como animales en el desierto desesperados por una gota de agua, siempre era así, Charlie solía salir después de todos no le gustaba quedan aplastada en medio de toda esa multitud desesperada por un poco de aire, más que nada porque era de la mitad de la estatura de sus compañeros y salía golpeada o lastimada cuando intentaba atravesarlos así que prefería esperar. Charlie no era una chica muy notable, popular o especial solo era una más tenia a sus amigos y su rutina era siempre igual, no le molestaba realmente eso, Charlie era de una estatura muy baja con suerte llegaba al metro y medio, tenía rizos definidos color rojo fuego y unos ojos idénticos a un precioso cuarzo además de que era de piel suave cual seda por más que esta fuese de color canela. En los recreos le gustaba almorzar tranquila observando el comportamiento de sus compañeros, este solía variar bastante seguido, pero esta vez era raro, todos actuaban de la misma manera, susurraban cosas, caminaban misteriosos o no paraban de hablar en clase a través de más susurros o algunas cartas, algo los tenía muy inquietos. La joven se decidió por preguntar que era de lo que todos tanto hablaban esto la llevo a enterarse de que se había inaugurado una nueva secundaria en la ciudad, un tema que realmente no le parecía tan interesante a Charlie le gustaba su escuela, ¿ para qué emocionarse tanto por una nueva?, pero lo que oyó sobre la nueva preparatoria le genero algo de intriga, se rumoreaba que no todo aquel que quisiera podría asistir a esa institución, solo aquellas personas que la dirección de la preparatoria seleccionara tendrían permitido asistir a aquel lugar, también se decía que los chicos vivirían allí y solo volverían  a sus casa en días festivos o cuando se los permitieran, además los criterios con los que aquella institución elegiría a sus estudiantes eran completamente desconocidos, tal vez ¿notas?,¿popularidad?,¿descendencia? Hasta ahora nadie podía confirmar ningún rumor sobre la nueva escuela.

El viernes por la mañana cuando la joven de 16 años se levantó para buscar el correo de la casa hayo una extraña carta dirigida hacia ella, la carta provenía de algún lugar que no conocía aunque por lo que decía en el sobre parecía ser de una preparatoria, ¿será de aquella extraña preparatoria de la que todos habían estado hablando durante la semana? No le permitió a sus pensamientos seguir delirando sobre el origen de aquella misteriosa carta y se decidió por abrirla de una buena vez, rompió con cuidado la parte superior del sobre para luego sacar del interior de este un delicado y elegante manuscrito hecho en tinta azul y con una caligrafía tan perfecta que no era de creerse que haya sido escrita a mano, pero lo que decía aquella carta no era tan hermoso como su apariencia o al menos no para la joven destinataria de la misma, las letras azul brillante decían lo siguiente:

“Señorita Mander :

                                   Buenas tardes, nuestra preparatoria desea comunicarle que usted forma parte de los 700 estudiantes seleccionados para estudiar en nuestra institución, los tramites que se deben realizar para que se transfiera ya han sido realizados y los papeles obligatorios para su estadía en nuestro hogar ya se encuentran terminados solo deben ser firmados por sus padres o superiores para completar el procedimiento, le recordamos que no puede negarse a asistir debido a que su escolaridad ya fue acordada y es obligatoria que transcurra dentro de nuestro establecimiento.




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