Los susurros invadían hasta el más alejado rincón de aquella nueva habitación, todo era diferente, la cama, las cortinas, el suelo, las personas, hasta el lado, por alguna razón, la muchacha de hebras doradas y tez clara se encontraba recostada en una de las cientas habitaciones del sector B.
Las voces que la rodeaban comenzaron a oírse con más claridad lo que causo que Susi notara que no se hallaba en su habitación. Intento sentarse recta sobre la cama pero su rápido movimiento fue colisionado por un repentino golpe inesperado en su frente provocando que retomara su posición horizontal sobre el colchón.
Pronto el sonido de una suave voz quejándose penetro sus tímpanos, al parecer había golpeado a alguien accidentalmente en su intento de incorporarse. Poso su mano en el sector afecto por el golpe y se sentó, esta vez más cautelosamente.
- Yo, lo lamento, no sabía que había alguien cerca de mí –
En cuanto la chica abrió sus ojos se encontró con una persona delicadamente sentada en una silla junto a la cama en que ella se encontraba. Dicha persona mantenía sus manos cubriendo su cara demostrando que el golpe le causo un fuerte dolor.
- Descuida es mi culpa, debería haber caminado hasta el otro la de cama para tomar mis cosas, esto me pasa por flojo – quito las extremidades que cubrían su cara para revelar un dulce rostro cubierto por moretones, acompañado por esa suave risa que sería capaz de calmar hasta al más perturbado en toda adversidad.
Pero la muchacha de orbes celeste se sentía ligeramente confundida aquella persona a simple vista lucia como una delicada y frágil mujer, pero se llamó a sí mismo “flojo” lo que quería decir que su género era el contrario.
La perfectamente delicada tez pálida del joven sobresaltaba esos dos relucientes faroles que brillaban con una luz celeste tan clara que en ciertos puntos daba la sensación de ser blanca. Sin embargo sus lacios cabellos daban un contraste único con toda la claridad de su rostro ya que esos finos hilos que llegaban hasta sus hombros eran tan oscuros como una fría noche sin luna.
Ladeo la cabeza y se froto los ojos para poder salir de aquel trance que le provocó la atrapante dulzura de la figura masculina sentada pacientemente a su lado. Una vez que se encontraba recuperada de la descarga y de su agitado despertar Susana opto por ponerse de pie para así acercarse a la única otra persona en la habitación. Los notables golpes en su rostro captaron fácilmente la atención de la más alta.
- ¿qué es lo que te paso? – pregunto mientras acomodaba los lacio cabellos del joven detrás de su oreja para poder divisar mejor los hematomas.
-O, tranquila no es nada, son solo golpes que recibimos cuando nos negamos a colaborar con los guardias- el joven sonrió ligeramente – por cierto me llamo Arturo –
- Soy Susana, pero puedes decirme Susi… – la mente de la rubia se hallaba deambulando nuevamente.
Ese muchacho tiene los mismos golpes que tenía Billy la noche en que lo vio, es decir que su mejor amigo también se negaba a obedecer a los guardias, pero la invadían unas cuantas dudas ¿por qué su amigo no obedecería? ¿Por qué decidiría hacer algo que le causara daño a sí mismo?
- ¿estás bien? – pregunto preocupado el chico poniéndose de pie y demostrando que era realmente bajo, parecía medir poco más de un metro cincuenta
- ¿conoces a Billy? – fue lo único que salió de los rosados labios de la chica
- ¿a quién?- el muchacho expresaba confusión
La de orbes celestes dio un suspiro pesado y a paso firme abandono la habitación para comenzar a caminar por el pasillo. El lado B no era nada parecido al A, en este habían guardias caminando por todas partes, los mismos vestían intimidantes uniformes completamente negros, mientras que largos bastones eléctricos y otros tipos de raras armas que ella desconocía llenaban sus cinturones. Los pasillos eran tres veces más grande que en el lado A. El color café claro de la madera recién lustrada reflejaba a todo alumno que caminara sobre él, como si se tratara de un enorme espejo. Pero sin duda lo que más capto su atención fue la gran falta de luz solar, en su lugar miles de fuertes luces led alumbraban a la perfección hasta el último rincón. La ausencia de ventanas también era algo que se notaba a simple vista. Aquel sitio parecía un muy elegante refugio nuclear.
Mientras caminaba pacíficamente a través de las largas extensiones de madera pulida y paredes blancas, un suceso repentino la obligo a despegar sus claras pupilas del revestimiento de la pared. Pudo sentir como la temperatura de su rostro se elevaba a la vez que un luminoso cuerpo extraño pasaba velozmente a unos centímetros de su nariz, para luego estrellarse contra la pared más cercana generando un fuerte estruendo.
Durante algunos segundos su mirada quedo fija en el agujero en la pared, el cual se volvía cada vez más amplio a causa de las llamas restantes de la explosión. En un movimiento seco giro su cabeza en busca de un arma tan potente como para causar tal daño, pero en su lugar sus ojos se cruzaron con un par de luminosas pupilas. Al parecer tal energía provenía de una muchacha parada a unos metros de ella. Hasta la más mínima hebra del cabello de la desconocida se encontraba en llamas, a la vez que la totalidad de sus ojos desprendían una luz tan fuerte como las mismísimas flamas que había provocado. Pronto todo el fuego tanto de su cabello como de sus brazos desapareció a la vez que aquella resplandeciente luz en sus pupilas se apagaba revelando unos apenados ojos cafés.
- Lo lamento tanto…mi puntería no es la mejor –
Exclamo con una expresión de vergüenza.
Pero las palabras de la contraria entraron por uno de los oídos de Susi y salieron por el otro, aun se encontraba atrapada en un profundo shock, no podía creer lo que acababa de ver, ni lo que veía ahora. Por lo visto había ingresado en un sector de entrenamiento. Era una especie de jardín privado repleto de blancos, como los que se usa para practicar con el arco, aunque esa muchacha no estaba usando un arco.
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Editado: 25.04.2020