Perfectamente imperfectos

10: Engaño


 

No podía creer que tengo unas inmensas ganas de volver aprobar los labios de Ansel, la forma en que nos miramos me da a entender que él también quiere lo mismo, estamos tan cerca el uno al otro que pensé ya nos íbamos a besar cuando...


 

—Chicos aquí están, que alivio encontrarlos—Ansel y yo nos separamos cuando escuchamos a la maestra.

 

—Un hombre de por aquí me dijo que vio a dos jóvenes pasar por el mismo sitio varias veces—explica.

 

Le doy una mirada a Ansel y puedo ver su rostro confundido por lo que acaba de pasar, justamente como estoy yo en estos momentos.

 

—Ya es hora de irnos—caminamos detrás de la maestra en silencio hasta llegar al autobús.


 

—Olivia, por qué será que siempre te pierdes y es justo con Donovan—dice Caleb dándome una mirada pícara.

 

—No estábamos haciendo nada malo, simplemente nos perdimos—le digo para que no se haga ideas.

 

—Yo no dije nada—levanta las manos de manera inocente.

 

En eso veo a Morgan subirse y se sienta a mi lado.


 

—No me digas, te perdiste con Donavan—Morgan me mira con cara de no me digas nada que yo ya lo sé todo.


 

—Que comes que adivinas, querida amiga—escucho como se ríen.


 

Llego a casa bastante cansada, lo bueno de las excursiones es que cuando terminamos nos podemos ir a casa sin ningún problema.

 

—Niña que bueno que llegaste—veo salir a Clara de la cocina, con su delantal puesto.

 

—Si, hoy tuvimos el privilegio de salir temprano, por cierto que rico huele—la comida de Clara es lo mejor qué hay en el mundo.

 

—¿Mis padres vendrán a comer hoy?—le pregunto, niega con la cabeza.


 

Este es unos de los problemas de tener a dos padres que son exitosos en lo que hacen, no me malinterpreten, me siento muy orgullosa de ellos, pero su trabajo les quita demasiado tiempo, mis padres hacen lo posible para pasar tiempo conmigo, lo cual agradezco, pero hay veces en las que me siento muy sola en esta enorme casa, no digo que no me guste vivir como lo hago porque les mentiría si dijese que el dinero no me gusta. Solo que los extraño. Subo a mi cuarto para darme una ducha y bajar a comer con Clara en la cocina como en los viejos tiempos. En los que únicamente éramos ella y yo, ya que mis padres tenían viajes que duraban hasta dos semanas. Me doy una ducha y salgo con la toalla al rededor de mi cuerpo, me pongo mi ropa interior y en eso me paro frente al espejo, mi cuerpo no es el mejor del mundo, pero tiene lo suyo, no tengo un abdomen plano, sino que tengo un poco de panza debido a los burritos que como, también tengo unas cuantas estrías en el trasero. Estás cosas a veces hacen que me acompleje de mi cuerpo, pero trato de sacarlas de mi mente, diciéndome a mi misma que soy una Diosa y una mamacita, tal y como soy. Algunas veces hago ejercicio, pero solo duro dos semanas haciéndolos y después no los hago más, tengo una relación de amor y odio con todo lo que tenga que ver con llevar una vida fitness.

 

Luego de comer subo a mi cuarto a descansar un rato, unas horas después escucho como tocan la puerta de mi cuarto.

 

—Hola hermosa—me levanto y veo a mi madre en la puerta con una sonrisa.

 

—Mamá, que bueno que llegaste—le digo mientras me levanto y voy a abrazarla.

 

—Es que ya tenía ganas de ver a mi bebe—me dice apretándome los cachetes.

 

—Mamá, por Dios no soy ninguna bebe, ya estoy grandecita.

 

—Para mí siempre serás mi bebé, así que te espero en la cocina para tomarnos un chocolate caliente—diciendo eso veo como sale de mi cuarto.

 

5 minutos después, bajo las escaleras y me dirijo a la cocina, veo a mi madre cerca de la estufa tratando de hacer un simple chocolate que para ella más bien es como hacer mariscos.

 

—Sabes que, porque no mejor nos tomamos un jugo—me dice mi madre.

 

—No puedo creer que no sepas hacer un simple chocolate—le digo riéndome de la situación.

 

—Nada más refrescante que un jugo recién exprimido—veo como busca el jugo en el refrigerador.

 

—Pensé papá venía contigo—en ese momento veo como mi madre se tensa a nombrarle a mi padre.

 

—Dijo que venía más tarde—dice forzando una sonrisa.

 

—¿Va todo bien, mamá?— es bastante raro que mi madre se comporte así por mencionarle a papá, ellos se llevan muy bien, en sus miradas se puede ver el amor que se tienen el uno por el otro, yo digo que tienen un amor de esos que no se ven en la actualidad.

 

—Sí, es que...

 

—Puedes hablar conmigo de todo lo que quieras—mi madre reflexiona antes de hablar.

 

—Es que tu padre ha estado bastante raro las últimas semanas, llega tarde, siempre está pegado al celular con una sonrisa y ya no me mira a los ojos—no puedo creer lo que mi madre me está diciendo, mi padre no se comporta así, ¿será que mi padre está engañando a mi madre?, Dios ni siquiera puedo imaginar a mi padre haciendo algo así.

 

—Lo siento, no debería de estar contándote estas cosas, voy a mi cuarto a desempacar—mi madre sale apresuradamente de la cocina sin darme tiempo a procesar lo que me acaba de decir.

 

Pensé ir detrás de ella, pero en eso veo a mi padre entrar a la cocina con una sonrisa de oreja a oreja.

 

—Hola cielo—se me acerca y me da un beso en la frente, pero yo todavía sigo procesando.

 

—Hola— le respondo un poco seca.

 

Suena su teléfono y veo una sonrisa bastante brillante a leer un mensaje que le acaba de llegar.

 

—Pequeña, tengo que ir a la oficina a resolver un asunto— me dice de forma muy rápida.

 

—Pero si acabaste de llegar—mi padre gira su cabeza y me mira extrañado.

 

—Son cosas que pasan, tú lo sabes, dile a tu madre que regreso en unas horas—sale de la cocina y segundos después escucho la puerta principal, cerrarse.



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En el texto hay: romace, polosopuestos, novela juvenil 18

Editado: 13.11.2024

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