Perfectamente imperfectos

13: Confesión

 

Cuando esas palabras salieron de mi boca, mis padres gritan como locos y vienen hacia mí y me abrazan fuerte, diciéndome que sabía que lo lograría, pero yo no puedo salir de mi estado de shock, así que me disculpo y subo a mi cuarto, me miro en el espejo y aún sigo bastante pálida, pero a diferencia de hace un rato, mis ojos se llenan de lágrimas, siento la primera caer y luego de esa le siguen muchas. Siento que abren la puerta de mi cuarto, es Clara que entra y al verme así me abraza.

 

—Todo va a estar bien mi niña—me dice mientras me acaricia el cabello.

 

—Nada va a estar bien, ¿qué voy a hacer con mi futuro?, con un bebé.

 

—Ese niño no tiene la culpa de nada, vas a ver que cuando lo tengas lo vas a amar.

 

Entonces lo pienso por un minuto, no estoy segura de querer tenerlo, soy demasiado joven para ser madre por Dios.

 

—Clara, no sé si lo quiero tener—en eso veo como me mira bastante sorprendida.

 

—Pero que dices, ese bebé no tiene la culpa de que no te hayas cuidado, ya está aquí, tienes que afrontar las consecuencias.


 

—Pero entre a la universidad de mis sueños, no quiero perder esa oportunidad, no podré verles las caras a mis padres y sentir que los decepcione.


 

—Estoy segura de que ellos te apoyarán, se lo van a tomar con sorpresa, pero sé que estarán contigo—me dice mirándome con tristeza.


 

—¿El padre del bebé ya lo sabe?—otro problema más, cómo voy a decirle esto a Ansel.


 

—No.


 

Luego de mi charla con Clara, bajamos al comedor donde están mis padres y Morgan sentados esperándome, para celebrar, aunque no sé que celebrar, si siento que mi vida se está cayendo a pedazos. Mis padres están que saltan de la Felicidad y yo no puedo estar más incómoda, este día debiera ser un el más feliz para mí, no uno en el que quiero mandar todo a la mierda y encerrarme en mi cuarto por días, Morgan a mi lado me sonríe para que me calme un poco, pero la verdad es que no puedo.


 

—Mañana vamos a hacer una cena, para celebrar esto—dice mi madre bastante entusiasmada.


 

—No creo que sea buena idea.


 

—Como que no, todos se tienen que enterar de que mi princesa entro por su propio esfuerzo—mi padre lo dice dándome una mira llena orgullo, y eso hace que me sienta peor.


 

No seguí insistiendo, luego de eso Morgan se despide de mí y se va. Yo subo a mi cuarto bastante agotada, solo espero que esto sea una pesadilla y que cuando mañana me despierte reírme de esto.


 


 

Cuando despierto estoy tratando de asimilar si todo lo de ayer fue un sueño o es real, pero me doy cuenta de que es real cuando lo primero que hago a levantarme es vomitar lo poco que cené anoche. Esto es muy asqueroso, me enjuago la boca y me doy una ducha para ir al instituto. Morgan pasa por mí como todos los días.


 

—¿Cómo estás?—es lo primero que me pregunta cuando me subo al coche. Doy un suspiro antes de responder.


 

—Pues que te digo, estoy maravillada de que dentro de mí hay un bebé que va a tener los genes de Ansel, esto es lo más hermoso que me ha pasado en la vida—lo digo con sarcasmo.


 

—Por lo menos tu sentido del humor no cambia.


 

—Es eso o echarme a llorar de por vida.


 

—¿Le vas a decir a Donovan?—la pregunta del millón, la verdad no sé si contarle, sé que es una responsabilidad de los dos, pero tengo miedo de su reacción.


 

—No lo sé—luego de eso llegamos en silencio a la escuela, el día de hoy la primera materia es matemáticas, las cosas no pueden empeorar. Entramos al salón como siempre, pero esta vez me siento diferente como si este no fuera mi lugar, el profesor Salas entra con su cara de amargado y empieza a explicar un ejercicio, pero yo no presto atención, no porque esté hablando o solo para molestar, sino que me siento fuera de aquí como si estuviera en otra realidad.


 

—¡Hampson!—me sobresalto a escuchar la voz del profesor, está todo rojo como si llevara llamándome hace bastante tiempo.


 

—Pase al frente a resolver este ejercicio.


 

—Es que no prest...


 

—Sin excusas, pase al frente ya, si no quiere ir a la dirección—el profesor está bastante impaciente, así que no me queda de otra que ir a hacer el dichoso ejercicio.


 

Cuando estoy frente a la pizarra, mi mente está totalmente en blanco, me siento incómoda porque siento las miradas de todos en mí, como si ellos supieran lo que me pasa, algo bastante extraño porque yo soy muy segura y estas cosas nunca me han pasado, no pude seguir porque las ganas de vomitar me vencen y salgo corriendo del salón hacia el baño. Ya después de vaciar mi estómago voy de camino al salón, solo espero que no me mande a la dirección esta vez, voy tan metida en mis pensamientos que no me doy cuenta cuando choco con alguien.


 

—Lo siento—levanto la cabeza y veo a Ansel parado con su porte de divo, lo que me faltaba.


 

—Vaya al parecer me extrañas mucho que pones de excusa que chocaste conmigo para hablarme.


 

— No seas tarado, no viste que fue un accidente—le digo cruzándome de brazos.


 

—Claro, como digas—me doy vuelta para irme a clase y en eso escucho que me habla.


 

—¿Estás bien?—su pregunta me deja un poco desconcertada, es extraño que me pregunte estas cosas, ¿tan mal me veo?


 

—Si, lo estoy—dicho esto me voy a clases.


 

Estamos en la cafetería y les cuento a los chicos lo qué pasó con Ansel.


 

—Debiste contárselo—dice Morgan.


 

—Si claro tenía que decirle, oye te acuerdas de esa noche que los dos nos dejamos llevar por la pasión, pues esa noche trajo consecuencias.



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En el texto hay: romace, polosopuestos, novela juvenil 18

Editado: 13.11.2024

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