Perfectamente imperfectos

30: Desfile y algunas verdades

Siento que han pasado horas, minutos o quizás solo han sido algunos segundos pero perderme en su mirada es la cosa más fácil del mundo.

—No sé qué esté pasando aquí, la tensión se puede cortar con una tijera, ¿Olivia de donde conoces a este bombón? —Martha nos saca de nuestra burbuja.

—Lo conozco por el simple hecho de que él contribuyó dándome su esperma para que sofí naciera —Sorprendida me mira haciéndome una señal que si él es el famoso Ansel, la cual entiendo y asiento en su dirección.

—Amiga ahora entiendo todo —le hago otra seña para que deje de hablar o empeorara todo.

—Por lo que veo soy tu tema favorito, ya que todos saben quién soy —trato de demostrar firmeza, no quiero parecer una loca obsesionada con él.

—Por supuesto que todos saben quién eres porque sofí tiene un padre del cual lamentablemente le gusta presumir —tener que meter a mi hija en estos pleitos no es de mi agrado, es eso o pasar como loca, eso sí que jamás.

—Le preguntaré para saber todas las maravillas que dice de mí —el muy tarado se las cree saber todas.

Odio cuando se da cuenta cuando digo alguna mentira, pero en este juego los dos somos unos muy buenos mentirosos.

—Ella estará feliz de responderte —con mi mejor falsa sonrisa me doy la vuelta para seguir guardando mis cosas.

—Olivia, ¿qué haces? —ahora es el turno de Iván de hacerme la famosa pregunta.

—Deberías controlar los impulsos de tu novia, mira que renunciar porque su nuevo compañero no le agrada, no es muy ético que digamos —diciendo esto se va dejando un ambiente incómodo.

—Buenos chicos hablamos luego —otra de las costumbres de Martha es que es buena desapareciendo en momentos de mucha presión.

—No sabía que Ansel se iba a incorporar tan rápido —respiro hondo antes de procesar la información.— así que tú también sabias que mi padre lo iba a contratar.

Sé que quizás con esta actitud solo estoy demostrando que me importa más de lo que debería importarme pero es que no lo puedo evitar, saben que esto me hace daño, aun así todos ignoran lo que puedo sentir o como dice mi psicóloga será que pienso que todo gira a mi alrededor.

—Supuse que no te molestaría como hasta vecinos son hora.

—Ese es el problema que todos últimamente opinan por mí o que hacen las cosas por mi bien, ya estoy harta —guardo algunas libretas pero Iván sostiene mi mano.

—Solo cálmate, respira y analiza un poco si ya no sientes nada por él, ¿por qué te afecta tanto tenerlo aquí? —decir una verdad aunque duela es mejor pero como soy una cobarde, nada mejor que decir una buena mentira que sustituya todo lo que en verdad quiero decir.

—Solo no quiero también tenerlo en mi trabajo, siento que a llegado para meterse en mi vida de un momento a otro. Que no puedo ya descansar de su presencia, es algo un poco molesto.

—Sientes que a llegado a invadir tu espacio —el mismo me da la respuesta que quiere oír.

—Exacto, con sofí, mi casa y hasta en el trabajo es demasiado para mí —se acerca, me abraza para tranquilizarme lo cual no funciona de mucho.

—Ya verás que todo se acomodará, solo trata de adaptarte —asiento, pero te aseguro que eso no será nada fácil.

Luego de mi pequeña conversación con Iván y de pensar en los pro y los contra de renunciar, decidí quedarme, aparte de que tengo un buen sueldo no puedo parecer una debilucha que siempre huye de sus problemas.

Suena mi celular y es Gigi:

—Holis, ¿quieres ir a comer con tus amadas amigas?

—La pregunta ofende ustedes saben que tengo un ollo negro en lugar de estómago.

—Eso lo sé tontita pero te estoy invitando a comer las mejores hamburguesas de la ciudad.

—De solo escuchar la palabra Hamburguesa ya se me abrió otro portal en mi estómago —La risa de Gigi no sé hace esperar.

—Date prisa que ya pedí tu doble queso y doble carne —no dice nada más y me cuelga.

Las tres trabajamos cerca y a menudo vamos al mismo lugar a comer a juntas cuando no tenemos mucho trabajo. Guardo mis cosas en el bolso ya dispuesta a irme cuando también viene saliendo Ansel increíble.

—¿Sabes si hay algún sitio de comida cerca? —le doy una linda sonrisa, sé que está esperando que le responda y claro que lo haré.

—Por supuesto, sigues esa calle derecho después al final verás un letrero que dice vete a la mismísima mierda y te detienes justo ahí.

No dejo que me responda, salgo de la oficina para dirigirme a mi hora de almuerzo, sé que soy muy inmadura pero no lo puedo evitar, es que vive en mí.

Al llegar al sitio está abarrotado de gente que busca lo mismo que nosotras, desde aquí visualizo a Morgan alzando su mano, camino hacia ellas, dejo mis cosas en la silla de al lado y dejo caer mi cabeza en la mesa.

—Chicas, estoy harta de vivir, siento que la vida me odio de una forma inexplicable.

—A ver cuál es el drama de Olivia esta vez —dice Gigi resignada esperando una respuesta, su cara lo dice todo que otra maldición te paso.

—Saben que ya estoy harta de hablar de mis cosas horribles, porque no nos cuentas mi querida Morgan, que te dijo Caleb que hizo que reaccionaras así —se pone toda nerviosa y pasa su mano por su pelo, hace una seña restándole importancia.

—Solo quise defender a mi amiga de los abusos de esos trogloditas —Gigi y yo nos miramos porque por supuesto no le creemos nada.

—Deberíamos hacer una mesa de los secretos donde nos contamos todo y solo nosotras sabremos —Lo normal sería que Gigi hiciera este tipo de comentarios pero lo raro es que lo hizo Morgan.

—¿Está todo bien? —la noto un poco inquieta y preocupada.

—Desde que hablé con Caleb después de tanto tiempo no lo sé me hizo sentir un poco extraña como si fuéramos los mismos de antes, como si todo siguiera igual.

—Seguro tu inconsciente te hizo una mala jugada, después de todo tenías mucho que no hablabas con él y al hacerlo activo recuerdos que tenías guardados muy en el fondo —Las mejores respuesta las puede dar Gigi hace que reflexiones hasta lo que no sabías que tenías que reflexionar.



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En el texto hay: romace, polosopuestos, novela juvenil 18

Editado: 13.11.2024

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