Perfecto a tu manera

Capítulo 1

Capítulo 1| Nueva vecina, nuevos problemas

*DREW*

Llegué treinta minutos antes para preparar la mesa, y aun así la espera parece eterna.

Cuando me levanto del asiento, el mesero se acerca casi corriendo con el menú entre su brazo y su pecho. Enarqué las cejas. ¿Es que el dueño le ordeno atenderme solo a mí o soy el único cliente? Viendo el gentío dentro, descarto lo segundo.

—¿Ya va a ordenar? —indaga de manera impaciente después de haberle dicho varias veces que estoy esperando a mi novia, pero él parece borrar automáticamente cada palabra que le digo.

—No, yo le aviso —anuncio por cuarta vez, y me muerdo la lengua para no decir más que esas palabras. El hombre guarda sus quejas detrás de una sonrisa forzada para posteriormente perderse por la puerta, dejándome en compañía de las mesas vacías. Nadie pide una aquí afuera, y si estuviese aglomerado por dentro estoy seguro que preferirán esperar a que se desocupe una. No los culpo, haría lo mismo en vez de estar escuchando las bocinas cada jodido segundo y que los coches liberen sus compuestos químicos por todas las masas de aire. Pero a Kelly, mi novia, le gusta disfrutar del panorama del Central Park. Siempre elegirá lo natural antes que las imitaciones.

Para terminar los minutos restantes decido leer algún libro en internet, pero no funciona. Tengo los nervios recorriendo cada poro de mi cuerpo. Esta será el duodécimo intento de cita perfecta, en su lugar preferido y con la rosa que más le gusta. Y tengo la sensación de que esta vez, sí vendrá. No puedo arruinarlo.

Me obligo a sentarme porque los niños han dejado de comer de sus exquisitos platillos para burlarse de mi soledad, y para distraerme me dedico a alinear de nuevo los cubiertos.

Hace falta diez minutos así que decido repasar mentalmente el plan que trasnoche haciendo: comer pastas, dar un paseo por el Central Park y luego disfrutar el paisaje desde el puente de Brooklyn. Haré que este día sea inolvidable para ambos. Todo tiene que ser perfecto.

—¡Detengan a ese gato! —Una chica, no muy difícil de localizar porque pinta el panorama de colores con su vestido negro, va detrás de un gato amarillento que se desplaza como un proyectil hacia mi dirección.

No pienso, solo actúo. Y es uno de los peores consejos que me ha dado Eva, mi hermana.

Joder.

La castaña llega a mi lado y apoya ambas manos en sus rodillas mientras su pecho sube y baja de manera desenfrenada.

—Gra-Gracias —jadea con fuerza mientras utiliza su mano como un abanico improvisado. Y mis ojos deciden recorrer desde aquí abajo, sin discreción alguna, su aspecto. Su nariz respingona resalta en su rostro semi redondo, lo cual es cubierto en gran parte por las mechas de su cabello ondulado con tonalidades rojizas casi imperceptibles; su vestido no es negro, pero tampoco deja de serlo totalmente, y sus tacones de plataforma hacen que sus piernas se vean más alargadas. Kelly prefiere las sandalias y los zapatos bajos, simplemente porque es precavida y quiere evitar lesiones mayores.

La chica extiende ambos brazos y por una milésima de segundos pensé que me ayudaría a levantarme. Que iluso. Le doy el gato, y al instante noto una mancha roja en el borde de mi manga.

Genial, me he ganado una raspada y con suerte, una infección menor.

Y como si no hubiese recibido lo suficiente, la madre naturaleza hace subir el vestido de aquella chica, dejando un bonito panorama que admirar. El que recibió el efecto de esa causa fui yo. ¿El arma que utilizó? Unos tacones ¿Dónde me atacó? En los genitales y mis futuros hijos ¿Cuál fue el resultado? Un calambre y posible deformación de uno de mis testículos.

—¡Joder! —Mi exclamación se ahoga y me retuerzo en una posición fetal, tratando de apaciguar un poco el dolor. Lastimosamente, no funciona.

—Lo siento, no lo quise hacer a propósito. ¿Está bien?

Sí, estoy perfectamente bien. Tengo los testículos de hierro, y solo trato de asustarte.

—De verdad, lo siento —se arrodilla a mi lado cuando no le respondo. Su expresión de lamento y preocupación me dice que lo hizo por obra del reflejo. Suficiente para calmar un poco mi enojo. Solo un poco.

Aprieto mi mandíbula con fuerza y espero que disminuya la intensidad del golpe. Mi cabeza me palpita con locura y estoy seguro que los niños deben tener su cara pegada al vidrio para verme junto al piso.

Cuando creo haber pasado el tiempo suficiente con los millones de bacterias. Trato de levantarme, aún con tal dolor punzante en esa zona y en mi cabeza. Jamás había visto tantas estrellas girando tan cerca.

—¿Llamo a una ambulancia? ¿A un taxi? ¿A tu mamá? —sus tantas preguntas, me causan más migraña. ¿Y por qué sigue aquí?

—No, no y no —logro articular una vez que me siento. Mala idea. Aprieto mis dientes y luego exhalo despacio.

Estas sillas ya no son cómodas.

Me llevo los dedos al puente de la nariz y con el rabillo del ojo veo el desastre de la mesa. Los cubiertos han caído conmigo y la rosa dejó de ser roja. La está pisoteando y no tiene ni idea.

—¿Está seguro? Se ve fatal —anuncia con preocupación, y mi enojo se ha expandido a igual proporción que mi dolor.

—¿Y de quién crees que es la culpa? —espeto mientras la observo de reojo y mi vista cae en el gato que lengüetea una de sus patas para pasárselo por detrás de la oreja.

—Yo me encargo —asegura, para después teclear algo en su teléfono y llevárselo a su oreja derecha. Dándome la espalda y dejando a la vista su columna casi descubierta.

—¿Qué haces? —me incorporo del respaldo de la silla, y fue una horrible idea. Creo que esta vez si no podré levantarme en un buen rato.

Joder, cuando Kelly se entere se burlará de mí y luego me romperá el otro.

—Irás al hospital —se voltea de nuevo y trato de mirar más arriba de sus tetas.




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