Perfecto a tu manera

Capítulo 4

Capítulo 04| Coincidir

*DREW*

La universidad es de todo menos aburrida. Siempre hay actividades de todas las facultades para los nuevos ingresados como para los que quieren participar. Y yo no soy de los que participan, es una mala manera de invertir el tiempo.

Desde que he llegado, intento no llamar la atención. Pocos me recuerdan, y algunos me saludan si cruzamos camino. Eso se debe a que Hank, amigo de la secundaria, es uno de los jugadores estrella en el campo y se sienta conmigo en todos los recesos.

—Eh —saluda y se acomoda en el asiento con pesadez mientras deja caer una bolsa brillosa entre mi libro de Radiología y mi botella de agua—. ¿Quieres galletas?

Extrae de la bolsa las denominadas galletas en forma de corazón con diferentes colores y tamaños.

—¿Olivia? —adivino, y procedo a repasar mis anotaciones para el próximo parcial con el profesor Douglas que disfruta torturarnos con sus famosas preguntas extravagantes. Ya me lo imagino sonriendo cuando lo hizo.

Hank suspira con cansancio para luego frotarse el rostro con ambas manos.

—Me volvió a hacer galletas, y está mirando hacia acá —Hace un movimiento de cabeza sin alzar la mirada.

Observo con disimulo hacia la dirección que señaló y en efecto, está mirando ansiosa el primer bocado.

Comparto algunas clases con Olivia, y a pesar de comportarse como un fideo con patas cuando ve o está con Hank, en clases es todo lo contrario: le gusta sacar sus propios argumentos y debatir hasta dejar tu cerebro tostado. Ya he pasado por eso.

—¿Por qué no, simplemente, le das una mordida? —cuestiono con un tono que no me ha parecido adecuado.

Hank no le toma importancia y voltea a ver a Olivia, que empezó a ponerse nerviosa cuando hacen contacto visual.

El castaño me vuelve a encarar y añade sin corazón:

—No me gustan las galletas, especialmente, si son de colores.

No me deja añadir algo más porque se levanta y se va dejando las galletas caseras de Olivia en la mesa. Suspiro y me paso la mano detrás del cuello. No comprendo su actitud. No sé qué está mal con ellos, y no meteré mis narices. No debo meterme en los asuntos de los demás.

—¿Qué pasó? —indaga la rubia, a la vez que alcanza sus galletas y las pega a su pecho como si temiera que alguien más le robara un pedazo de ella. Estoy seguro que ahí está puesto todos los sentimientos que Hank se niega a asimilar.

Busco una excusa rápida que no la lastime.

—Las ha olvidado —respondo sin mirarla, pero ella suelta un fuerte resoplido que me obliga a levantar la vista.

Olivia alza una de sus cejas y me escudriña. No me cree, pero tampoco vuelve a preguntarme, sino que añade con determinación:

—No creas que soy débil, Gastrell, eso no se lo muestro a cualquiera con bonito rostro.

Me desafía con la mirada y no dejo que me intimide. No me agrada esa sensación de ser la presa, el débil. Y más cuando una chica como Olivia Norman trata de cohibirme. Sus ojos son como un hoyo interminable que esconden muchas historias detrás.

La batalla de miradas se acabó cuando Karina, su amiga, aparece para llevarla lejos de mí.

Le doy menos importancia a lo que acaba de ocurrir. No es la primera vez que sucede. Siempre hay algo casero que hace, y Hank nunca le da una mordida. No le da una oportunidad. Y muchas veces prefiero no meter mis narices en sus asuntos, pero ellos siempre terminan metiéndome de todas formas.

• ───── ✾ ───── •

Dicen que la vida es más interesante si tienes algo que ames hacer. Algo que te haga buscar más, y que anheles comenzar cada día. Al principio, no le encontré mucha lógica y hasta ahora tampoco. Aunque varias pruebas científicas han demostrado que la mayor parte de la población son muchos más felices haciendo lo que le gusta, yo soy la minoría. Invertir tiempo en algo que ames, no me llevara a mi objetivo. No tendré un futuro aceptable. Pero sí puedo decir que me gusta verla bailar. Supongo que eso no afecta.

—¡Drew! —Saluda nada más verme entrar. Por lo menos no me está preguntando sobre la cita fallida y yo en una camilla. Ella pasa entre los otros visitantes que vienen a ver la función y que no se molestan en disimular ver el trasero de la asiática.

—¿Qué pasa? —pregunto, mirando de reojo a los demás chicos.

—Max no ha llegado —Me mira con súplica, y mi corazón se encoge cuando comprendo su propósito. Creí que estaba feliz de verme—. Uno de los mejores profesores de la universidad de danza está sentado allá —Miro la dirección en donde apunta su dedo índice y logro ver a un hombre con traje negro y sin ningún rastro de cabello en su brillante cabeza. Tiene ambas manos apoyadas al frente, uno detrás de la otra; tiene la barbilla en alto y nos mira con insuficiencia. Desprende un aura de autoridad y poder.

—¿No tienen suplentes? —Vuelvo a preguntar en cuánto fijo mis ojos en los suyos.

—No, por favor Drew, tu conoces los pasos, lo hemos practicado juntos —aprieta el agarre en mi brazo, y un cosquilleo me recorre—. Por favor —Y termina sacando su labio inferior con los ojos llorosos.

Como detesto que me controlen de esa manera. Hacer eso es como obligarte y ser empujado por ese rostro de súplica, pero con ella siempre hay excepciones. Puedo descartar mi lista. Sin embargo, una tristeza me invade cuando sé que ella no haría lo mismo por mí. Ella siempre caminará un paso adelante, no a mi lado.

—¿Dónde está ese atuendo? —pregunto sin ganas. Últimamente ya no puede ni leer mi estado emocional porque ensancha su sonrisa y un brillo se instala en sus ojos.

—En el cuarto de disfraces, es el vestuario número doce. Te veo aquí en quince minutos —Y se va para hablarle a la persona que podría darle fruto a todos sus esfuerzos.

Kelly siempre tuvo una meta desde muy pequeña: ser una de las mejores bailarinas internacionales. Ella haría cualquier cosa con tal de conseguirlo, hasta podría hacer sacrificios grandes, pero ser bailarina es algo que su madre no aprueba.




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