Perfecto a tu manera

Capítulo 9

Capítulo 09| Algo diferente
 


*DREW*
 

Cuando salía de clases mi rutina consistía en ir a las prácticas de Kelly luego, si estaba ocupada, iba por mi batido de guineo. Sencillo y rápido. Pero no podría imaginarme yendo al mismo lugar con una castaña insoportable que no se detiene en argumentar cualquier tema que se le pase por la cabeza.

—En mis años en Brooklyn, no había conocido a una persona tan perfeccionista como tú —confiesa—. ¿No te estresas?

—No.

—¿Y hacer planes?

—Tampoco.

Tuerce sus labios como muestra de ¿enojo? No puedo especificar muy bien porque las otras facciones de su rostro están neutrales. Rozamos hombro con hombro mientras nos sostenemos de la barra. Me sorprende que llevemos más de veinte minutos en el mismo autobús y sin formar una discusión. Quizás hoy no está enojada. Yo tampoco lo estoy porque el proyecto fue un éxito, como en todas las demás, y debe permanecer así.

—Ayer dijiste que hacer planes evita posibles situaciones no deseadas —habla de una forma íntima que no conocía—. Creo que logro entenderlo ahora —Observo la cesta que cuelga de su brazo, y deduzco que le han arruinado la salida. En parte, quiero decirle que tenía razón, pero conozco ese sentimiento de ser abandonado y no puedo evitar empatizar con ella. Al final, decido quedarme callado, pero ella no:

—Lo entiendo, pero no lo puedo aceptar —Me da una mirada llena de determinación—. Te demostraré que no hacer planes y dejarse llevar también tiene sus ventajas.

Sus ojos destellan un brillo inexplicable que terminan despertando mi curiosidad. ¿Puede ser perfecto sin usar un papel y un lápiz? ¿Debería...? No, no puedo desperdiciar mi tiempo en esto. No valdrá la pena.

—No necesito que me lo demuestres, el resultado es obvio —puntualizo para luego bajarme del autobús y que ella me esté pisando los talones.

—Dame una oportunidad —Bloquea mi paso, y no la entiendo—. No te vas a arrepentir, lo prometo.

—¿Por qué de repente quieres demostrarme lo contrario? ¿Cuáles son tus intenciones? —Achino los ojos cuando evita mirarme. De seguro me quiere utilizar.

—Mis intenciones no son malas —confiesa con timidez, y cada vez descubro más facetas que me terminan agradando—. ¿No has pensando en relajarte un poco? Vamos a divertirnos hoy en el Central Park.

—¿Reemplazas a tu amiga conmigo?

—Solo por hoy, mango. No pierdes nada haciéndolo.

—Sí, mis horas de estudio —Pone los ojos en blanco, e intento pasar, pero ella me lo vuelve a impedir. Estoy considerando seriamente en irme a casa sin mi batido.

—¿Acaso te dedicas a estudiar todo el tiempo?

—Claro, si no te esfuerzas no puedes conseguir buenos resultados.

—¡Con más razón debemos ir al parque! —Esta mujer no me está escuchando—. Mira, olvida eso, y vamos. ¿No tienes curiosidad?

Suspiro con pesadez y la miro directo a los ojos

—No —Dicho aquello, sus facciones cambian completamente.

—¡Bien! Sigue con tu aburrida vida —explota, ya sin cordura—. Encontraré a alguien dispuesto a ayudarme —Da media vuelta y empieza a caminar más rápido y fuerte.

Sabía que quería utilizarme.

Llego y me siento a dos sillas de distancia al de ella. La observo de reojo y por la manera en cómo está bebiendo su batido sé que no debo dirigirle la palabra.

—¿Le hiciste algo? —susurra Bob, cohibido también por su actitud.

—Está enojada porque no acepte su invitación al parque —contesto para que ella también me escuche y sepa lo ridículo que suena eso.

—¿Y por qué no vas? —Vuelve a preguntar Bob—. Esto es un buen comienzo de una linda amistad.

—No quiero perder mi tiempo en un parque, Bob.

Y tampoco en una amistad que no existe.

—¿Y a dónde quieres perder el tiempo?

—En mi habitación —digo, y al ver su rostro sé que lo ha malinterpretado—. No con ella, y con ninguna. Quiero perder el tiempo estudiando en mi habitación —farfullo, y a Bob le causa cierta gracia porque se le ha formado un diminuto relieve en su poblada barba.

—¿No has pensado que este es el descanso que te mereces después de tanto trabajo? Además, ella te necesita —La miro de reojo, y parece que le hubiesen vomitado la desgracia encima—. Te propongo un trato, no me tendrás que pagar del batido durante una semana.

Mi mandíbula ha caído al suelo. Bob nunca es serio cuando se trata de sus batidos. Ni siquiera bromea sobre ellas.

—¿Por qué haces esto? —pregunto asombrado, aunque tengo la certeza de que ella nos está escuchando.

—Ella es una buena chica, cuando la conozcas mejor, vas a comprender por qué lo hago. ¿La tomas o la dejas? —cuestiona, haciendo referencia al trato. Honestamente, no me importa el batido. Hay algo en ella que me causa curiosidad es como si quisiera saber más y más.

Una parte de mí, no quiere arriesgarse a perder una hora en un parque, pero la otra gran parte quiere relajar los hombros y despejar la cabeza por unas horas. Un día no hará daño, ¿verdad? Por una vez, no le haré caso a mi lista. Está nula a partir de ahora.

—Ey, insoportable, termina tu batido si no quieres que te deje.

 

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No recuerdo cuándo fue la última vez que vine a este parque, pero estoy seguro de que a Kelly le hubiese fascinado el plan que había ideado para ese entonces. Sin embargo, esto no tiene ningún plan, ni pies ni cabeza. No sé dónde terminará exactamente, y digamos que esta chica tiene hormigas en los pies porque pasamos de sentarnos en el césped a rentar bicicletas. Y ahora, quiere que yo le enseñe a andar. Todo eso en menos de tres minutos. Ahora solo falta que quiera lanzarse al agua para nadar con los patos

¿En qué estaba pensando cuando acepté?

—Vamos, mango. Hoy hace buen día para una lección ciclista —Se monta en la bicicleta, y me hace señas para que me acerque.




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