Perfecto a tu manera

Capítulo 12

Capítulo 12| No quiero ver a mango
 


*LENA*

—¿Qué tal el licuado? —cuestiona con entusiasmo acerca de su método de ligue con licuados de frutas. Pero las de Bob son mejores.

—Delicioso —expreso con neutralidad mientras le doy el último sorbo al batido de melocotón.

—Eres fácil de complacer —asegura mi compañero con una media sonrisa de victoria.

—¿Tu novia es difícil? —indago mientras mis dedos sostiene de la pajilla y trazan con lentitud la base circular donde se vació el líquido anaranjado.

—Madison no es mi novia —declara con cierto aburrimiento que me parece interesante viniendo de un chico bastante extrovertido y bromista—. Con las chicas que he salido siempre piden cosas extravagantes, y hasta algunas solo quieren sexo.

Dejo de jugar con la pajilla al recordar a Isaac, ¿con cuántas chicas ha estado saliendo al mismo tiempo? ¿Solo las utiliza para complacerse? Al segundo envuelvo mi cuerpo con los brazos y dejo escapar un aire de alivio.

Gracias a la diosa de la cosecha no pasamos a mostrarnos las frutas.

—¿Y por qué sales con tantas? ¿Te aburre estar todo el día haciendo pizza? —pregunto en un tono jovial para reducir la tensión, y que espero me responda de la misma manera.

—Me aburre que ninguna sea mejor que ella —revela automáticamente, y de repente no sé qué decir. Su respuesta tan sincera, me ha descolocado. Lo miro de reojo y por un momento pienso que este no es mi compañero de trabajo, Arthur tiene sus labios aplanados en una fina línea y sus mejillas se han tornado en un rojo carmesí. Esta es la primera vez que me confiesan un secreto tan personal.

"Lena, di algo"

—Tu novio se ha demorado, ¿no crees?

—¿Ah? —digo de manera automática, y luego parpadeo varias veces para salir de la conmoción.

—Dru, Dri o lo que sea. ¿No está tarde ya? Ha pasado más de una hora desde que estás sentada aquí. Estamos.

—Drew —recalco, y evito su pregunta porque yo tampoco sé qué ha pasado. Sabía que debería haber intercambiado número—. ¿Y tú no deberías ir a trabajar?

—No, he tomado el día libre para mi cita que nunca apareció.

Ya somos dos, grandulón.

Suspiro y miro mi teléfono. Mango no va a aparecer, ya hasta me duele las pompas.

—¿Qué venían a hacer? Podemos hacerlo nosotros los perdedores.

Resoplo sin interés. Ni yo sé que quería hacer el rubio. Capaz, se olvidó de mí como todos.

—¿Qué te parece montar en uno de esos botes? —señalo a lo lejos, y Arthur asiente sin pensarlo dos veces.

Bien, estamos en el centro del lago. El panorama, sin lugar a dudas, es el mejor. Es como ver una fotografía en internet. A continuación, inhalo hondo y cierro los ojos. Este lugar transmite cierta tranquilidad que hasta podría dormirme en este bote y mirar las estrellas desde aquí. Esto sería perfecto para demostrarle a Drew que no se necesita un plan. Volteo a mirarlo, y mi estrategia se esfuma. Había olvidado que mango nunca apareció. No está aquí.

—¿Decepcionada? —indaga mi acompañante que no se ha detenido en estudiarme con detenimiento.

—No. Solo estaba...

—¿Pensando en Dru?

—Drew.

—¿Lo acabas de admitir?

—Claro que no. Yo solo estaba ...

—Conozco esa expresión. Siempre lo haces cuando limpias las mesas —interviene sin vacilar.

—¿Y se puede saber qué clase de expresión hago, compañero? —digo lo último entre sílabas y él sonríe ampliamente.

—Una donde no puedes quitar las manchas y empiezas a frustrarte —me confiesa con cierta diversión en su tono.

—¿Estás diciendo que tú eres esa mancha?

—Efectivamente, compañera.

—No eres una mancha —me río un poco por la referencia, y una débil sonrisa aparece en su rostro. El ambiente ha vuelto a cambiar radicalmente.

—El jefe me dijo una vez que el peso de una pizza entera será menor si la divides y la compartes —argumenta con una voz de queda, haciendo referencia a su padre—. Y yo quiero compartirte un pedazo de mi pizza.

Guardo silencio, aunque la referencia de Trevor no me sorprende. Siempre usa los ingredientes de la pizza como un ejemplo a los problemas de la vida. Y Arthur no debe cargar ese peso él solo. Me alegra saber que me he ganado su confianza, "su pizza" como él dice.

—Hay alguien que me gusta —confiesa con timidez y puedo asegurar que sus orejas se han puesto coloradas—. Es Cassie.

Sonrío con ternura y ladeo un poco la cabeza.

—Hasta que por fin lo dejaste salir —Levanta la vista con confusión y la situación me divierte—. Ya lo sabía, no eres bueno ocultando sentimientos.

—¿Se nota tanto?

—Sí, compañero —Empieza a maldecir a lo bajo y a pasarse la mano varias veces por su opaco cabello. Entonces, recuerdo lo que dijo hace unos minutos y mi cabeza hace una especie de clic—. ¿Ella... ya lo sabe?

—No lo sé —Enarco las cejas, ¿qué? —. No se lo he confesado y sospecho que lo sabe, pero lo ignora —Suspira con cansancio—. Cassie es Cassie, así como esquiva los insultos y los devuelve hace lo mismo con los sentimientos. No deja que la dominen. Es como una maldita bola impenetrable. Y estoy seguro que mi confesión bajará nuestro nivel de amistad. Tú eres su amiga desde que compartían dormitorio, ¿qué debería hacer?

Es cierto que compartíamos dormitorio, y también que no se deja dominar por las emociones como el amor. Más bien, destruye las flechas de cupido como si fueran el enemigo.

—No rendirse —aconsejo, sabiendo que la espera y las buenas acciones pueden atravesar un corazón como el de Cass—. Algún día dejará de ser la bola impenetrable. Solo debes esperar.

—Esperar puede cansar, compañera —dice convencido.

—Y puede valer la pena, ¿no crees? —La interrogante se queda en el aire mientras nuestros cuerpos se mueven en un vaivén. Miro a Arthur y me pregunto si todas las esperas valen la pena. No lo dudo, con Cass puede valerlo, pero observando su rostro decaído me pregunto si lleva esperando mucho tiempo.




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