Capítulo 14| Grita conmigo
*LENA*
Lo puedo hacer.
Yo lo puedo hacer.
Inhalo hondo y me adentro a la clase del profesor Dallas. Es la primera vez que estoy nerviosa para una clase de pintura. Me traen recuerdos de cuándo tenía clases de matemáticas y a la profesora le fascinaba buscar las pobres almas perdidas para mandarlos al tablero. Yo era una de esas almas.
Mis manos comienzan a sudar y me siento más agitada que de costumbre. Me ubico en mi asiento de siempre: apartada del centro de atención del profesor. Y a pesar de que no ha llegado todavía, estoy segura que podría llenar una cubeta entera de mi sudor.
—¿Estás bien? —Miro a mi compañera de a lado, Kennia, la misma chica que me habló del profesor y su afán por crear arte que llegue a tocarte el corazón. Y eso es lo que haré, no para demostrarle que puedo sino porque quiero superarme.
—Sí, gracias por preguntar —Le sonrío y ella no tarda en imitarme. Kennia parece ser el tipo de persona con quién tomarías un té por la mañana y no se molestaría en escuchar tus problemas sin juzgarte. He escuchado que tiene un alto índice académico, y que está desperdiciando esa ventaja en una carrera como ésta.
La próxima persona que escuche decir aquello, traeré a la campeona de karate para que les cierre la boca.
Tener buenas calificaciones no significa que debes estudiar en las profesiones más aptas. De hecho, esto no se trata de tu capacidad intelectual sino de lo que te gusta. Lo demás se logra con esfuerzo y dedicación.
—Muy bien, haremos la misma mecánica —El profesor Dallas da unos aplausos en el aire y luego busca su teléfono, mientras me seco las manos con mis Jeans—. Esta vez será una música alegre, no quiero ver más lágrimas en esos cuadros. Bien, empecemos.
Cierro los ojos y trato de concentrarme en la música. De sentirla hasta los huesos.
Lena. Tú puedes.
Abro los ojos de par en par y alzo el lienzo—ya coloreado—para hacer las finas líneas hasta unirlas con las demás. ¿Lo estaré haciendo bien? Miro al profesor de reojo que ha empezado a pasearse por nuestros progresos y que muy pronto llegará a la mía. Trago con fuerza y disipo todo nerviosismo. Lo haré bien, tengo que hacerlo bien.
La clase se acabó y siento que ha durado una tremenda eternidad. Recojo mis cosas lo más rápido posible para que el profesor Dallas no me llame, pero de todas formas lo hizo.
Frutas...
—Kross, quiero hablar contigo —interviene en mi intento fallido de escape, y sin darme cuenta comienzo a jugar con mis dedos—. Siéntate.
Hago lo que dice, y mi corazón late demasiado fuerte que creo que moriré en cualquier momento.
—¿Sí? —susurro con temor y no me atrevo a alzar la vista. No me deja terminar de calmarme del todo porque lo suelta sin pelos en la lengua.
—Necesitas esforzarte más —Siento que mi corazón deja de latir, y la nariz me empieza a picar. La sangre se me sube a la cabeza y hasta creo que ha dejado de circular. Pero nada de eso me detiene porque me levanto del asiento de un salto y mi profesor se adhiere al respaldo de su silla por el asombro.
—¿Qué es lo que estoy haciendo mal? No lo entiendo —farfullo con la respiración agitada y el corazón en la garganta—. He hecho lo que me dijo, intente disfrutar de cada momento de mi vida, ¿y aun así está mal? —inquiero con exaltación. No comprendo nada, y el profesor solo se limita a decirme lo mismo una y otra vez.
—No siento nada, Lena, todavía no —admite con lástima, pero sin perder esa aura de profesionalismo. Me muestra el cuadro que dibuje y siento que me ha dado un golpe en el estómago—. Ya te dije que no tengo nada en contra de las estrellas. Y esta vez dibujaste a alguien mirándolas. No está mal, tienes el potencial para estar aquí, pero si me enseñan esto. No veo más que un dibujo, está carente de emociones, no me llega a conmover.
Debo parpadear varias veces para que no note que los ojos me empiezan a cristalizar. Trago con fuerza cuando abre la boca otra vez:
—He visto a personas con el mismo problema, y ahora están por graduarse —Junta sus manos y se levanta de su asiento—. Sé que tú también podrás. Espero ver progresos en la próxima clase.
Salgo lo más rápido que puedo y uso mi cabello como una cortina improvisada para ocultar mis lágrimas. No pude hacerlo, ¿qué tal si no soy para esto? Que no estoy capacitada para ser artista.
Voy caminando a tientas por los pasillos, usando mi mano como guía sobre las paredes mientras escucho como las personas empiezan a murmurar a mis espaldas. Debo parecer patética porque no soy capaz de hacer algo bien.
Cuando te estableces metas lo único que buscas es lograrlo. No importa las circunstancias, el tiempo y el esfuerzo.
Y cuando crees que estás a punto de alcanzarlo, todo se arruina. Tú te arruinas.
Eso es, creí que podría hacerlo. Creí que esta vez me daría una aprobación. Cuando fallas por primera vez, lo intentas el doble. La segunda vez, te exiges más y la tercera puede ser el resultado que esperabas.
¿Cuándo lo podré lograr? ¿A la cuarta? ¿Quinta?
¿Nunca?
Entre todo el trance, escucho como Ramón les grita a los otros estudiantes que dejen de jugar a los paparazis que no soy ninguna estrella de Hollywood.
Llego a uno de los baños y me salpico la cara de agua. A continuación, miro mi reflejo en el espejo. Los líquidos helados recorren con lentitud los contornos de mi rostro y mis ojos están rojos al igual que mi nariz. Respiro despacio y me sereno un poco.
Necesito una maldita cerveza.
No. Debo dejar de comportarme como él. Como mi padre.
Me vuelvo a mirar al espejo y sonrío con cansancio.
Necesito un batido.
*DREW*
Leo. Importante. Resalto.
Leo. Importante. Resalto.
—Ya mejor pinta todo el puto libro —exclama Palmer, que ha estado inquieto porque estoy resaltando todo lo importante para que estudie. Sí, estoy ayudando a Palmer, pero es por una buena causa: que me deje en paz.