Capítulo 19| La magia viene de las personas
*DREW*
—¡Mocoso! ¡¿Dónde colocaste a Jessica?! —Un hombre con delantal de patos de hule se pasea por todo el mostrador buscando a la denominada Jessica. Su voz es tan potente que me recuerda a mi entrenador de béisbol en secundaria.
Béisbol. Hace años que lo dejé y que prometí no volver. Lena no necesita ayudarme, y lo que termine diciendo en la entrada fue sin querer. Yo solo quiero olvidar lo que ocurrió en ese partido. No es conveniente que se repita la misma desgracia.
—¡¿Y dónde demonios están mis otras empleadas?!
—Están libres hoy, viejo —Un chico con gorra se asoma por la madera blanca cuando los gritos parecen molestarle—. Si te vas a desquitar, hazlo con las masas.
—Yo hago las salsas y punto.
—Sí, con los pies.
—¿Hablan de esta salsa? —pregunta una pequeña duende con la masa de pizza a lo alto de su cabeza, mientras que con la otra mano sostiene un pote de salsa que estaba con la pizza.
¿Cuándo llegó ese duende ahí?
—Ada, la salsa se come con la masa —Lena llega y le limpia el rostro bañado en rojo—. Si no están juntas, no sabe igual. Deja de ser una pizza.
¿Cómo es que se levantan de la mesa y no me doy cuenta?
—Lena, ¿llegaste para buscar a Jessica? —pregunta el señor con neutralidad.
—Vino con su novio, viejo.
Ambos hombres pasean sus globos oculares por las mesas hasta detenerse en los míos. De repente, me siento incómodo.
—No es mi novio, él es... —Me mira durante unos cortos segundos hasta dirigirse a ellos—. Es mi vecino
No puedo ocultar que me ha dolido.
Y tampoco puedo justificar lo que hice. Estuvo mal y siento que hemos dado dos pasos gigantes hacia atrás.
Lo único que quería era evitar ese problema de hace cinco años. ¿Ahora que hago?
—A Ada gustarle patitos —comunica la duende en tercera persona para posteriormente tocar uno de ellos que está a su alcance.
—¡Ey, cuidado donde tocas! —advierte el dueño mientras se cubre la entrepierna y se aleja de los dedos del duende—. ¡Tengo un animal feroz! Así que aléjate, mocosa.
Ada parece disfrutar de cómo huye de ella que empiezan a correr en círculos alrededor de Lena y del chico que reconozco al instante como el que se montó en un bote con ella.
—Ada, déjalo. Más tarde iremos a ver patos —comenta la castaña sosteniéndole los hombros.
—El señor dice que son feroces.
—¡Sí, son malvadas y te pueden morder!
—Mi hermano dice que son bonitas y buenas.
—Tu hermano te mintió —declara el dueño para posteriormente inhalar y usar la palma de su mano como un cepillo—. Lena, no sé si estás de niñera, pero no la traigas mañana al trabajo. Y llévatela de aquí.
El hombre desaparece detrás de la madera y el chico del bote no. Siguen hablando animadamente.
Resoplo y decido seguir comiendo de mis panes de ajo.
Debí quedarme en casa a estudiar. Esto ya es un desperdicio de tiempo. Mi padre está en su oficina improvisada todo el día y mamá siempre está saliendo con sus amigas. De Eva, ella solo tiene las noches y los domingos libres. Así que sí, debí quedarme en mi habitación ideando una solución al problema más grande que he creado. No estar aquí de niñero. Sin embargo, vine porque quiero arreglar las cosas con Lena.
—¿Dónde está Ada? —pregunta la castaña y sé que lo próximo será un desastre.
—Ella estaba contigo.
—Le dije que fuera contigo —hablamos al mismo tiempo. Ensancho mis párpados mientras que mi corazón no deja de golpear con fuerza sobre la caja toráxica—. ¡¿Hemos perdido a una niña de cinco años?!
No puede ser. No puede ser.
Miro por todos lados. Revisamos cada parte del lugar y no hay rastro de Ada.
Ahora debo afirmar lo que todo mi ser temía: hemos perdido a una niña de cinco años.
• ────── ✾ ────── •
—¡Ada! —chillamos por los lugares más cercanos a la pizzería. Ese duende debe aparecer ahora. Le podría pasar cualquier cosa.
—¡Ada, por favor! —Lena grita con todas sus fuerzas que siento que estará a punto de quebrarse, y no hay duda de que yo también.
Su nombre se mezcla varias veces con las masas de aire, y que aun así no son suficientes para traerla con nosotros.
Si algo le llega a pasar... oh, por favor, que no le pase nada.
—¡Ada! —Lena se desgarra. Cae de rodillas en el piso y no puede resistirlo más. Empieza a llorar—. ¡Esto es mi culpa! Yo... la he perdido, mango.
Aunque muchas de las personas se han detenido para ver lo que sucedía, yo solo hice que se levantara, y sin pensarlo, la envolví en un abrazo.
No quiero parecer desesperado. Uno de los dos tiene que mantenerse firme.
—No es tu culpa, tranquila —Le acaricie la cabeza para que se calmara. No quiero perder las esperanzas. Ada debe estar por aquí cerca, ¿verdad? —. La encontraremos. Juntos.
Sus sollozos disminuyen de a poco, mientras que el nudo que yace en mi garganta parece oprimirme con fuerza. No quiero imaginar lo peor, pero hemos pasado casi una hora buscando y no hay ni un pequeño rastro de Ada. El nudo crece y crece a medida que el tiempo avanza y no aparece.
Debí estar más atento. Debí cuidarla, ahora no podré mirarle a los ojos a Fred. Mei estará destrozada... joder, ¿dónde te metiste, Ada?
—Así que, ¿tenía razón? —Alguien habla a mis espaldas que decido separarme de Lena para ver sus característicos rulos y a un duende que no deja de acariciar a un canino.
¡La duende!
—¡Ada! —Lena se acerca y empieza a inspeccionarla como mamá lo hacía antes conmigo. Un alivio me inunda el pecho—. No vuelvas a irte sola, ¡nunca!
—¿Dónde estaba? —pregunto a Madison.
—Ella nos siguió, más bien, se encariñó con mi perro y me dijo que sus amigos estaban en esta pizzería —Madison no está lanzando insultos y su voz es bastante relajante de escuchar cuando no está gritando incoherencias—. ¿Qué? ¿Tienes algo que decirme?