Capítulo 22| Valiosas amistades
*DREW*
Prometí que iría a casa una vez acabado el partido, pero jamás creí que sería cargado como un pedazo de comida que encuentran las hormigas.
No me opongo porque no tengo opción y estoy casi seguro que me arrastrarán si intento huir. Solo espero que nadie este despierto cuando regrese a casa. Mucho menos el iceberg.
—¡Eres la estrella de la noche, Gastrell! —El pelirrojo aúlla y me regala una amistosa y fuerte palmada en el hombro—. ¿Quién pidió pizza con piña? Nadie come eso.
—Yo sí, Palmer. ¿Algún problema? —pregunta Hank a mi derecha y el pelirrojo solo sonríe con diversión.
—No, ninguna —Viaja su mirada al vaso y luego muestra sus desalineados dientes—. ¿Por qué no pruebas algo nuevo? Tienes la sangre inyectado en té frío.
—¿Así como las hormigas que tienes en el culo?
—¡Yo quiero un culo! —El lugar se hunde en un silencio inmediato mientras todos vemos como un pequeño duende, con coletas y un pato de hule en su mano, nos sonríe con un brillo en sus oscuros ojos ¿Escuche mal? ¿qué acaba de decir una niña de cinco años frente a tantos hombres?
—No le hagan mucho caso, enreda las palabras —Llega la hermana y se la lleva a una mesa detrás al nuestro. Sí, los Ling fueron a ver el partido. El único que no está es Kale, que cuida de Mei.
—¡Es hora de celebrar! —comienza el pelirrojo, y me siento fuera de lugar. Totalmente un desastre—. Nunca olvidaré esta noche. Te has lucido, Gastrell.
Me cubro la cara con mis manos mientras me hundo más en mi asiento. Nunca he deseado tanto viajar al pasado y remediar lo que hice. Tan solo quiero ir a casa y olvidar lo que sucedió. Y el pelirrojo es quién me da el impulso de salir corriendo de aquí.
—Ya bájales a esas hormonas —indica Aaron, que está ubicado frente a mí—. Drew no quiere recordar que hizo el ridículo frente a miles de espectadores... —aplana los labios en cuánto ubica mi mirada furtiva. Es cierto, hice el ridículo porque recorrí todas las bases y celebre mi propio home run sin saber que ya estaba fuera de juego. De solo recordar las carcajadas ya era suficiente para meter mi cabeza y dignidad en un hoyo.
Además, perdimos. Los Wildwarriors perdieron por tercera vez consecutiva.
Y es extraño, porque no me siento molesto del todo como creí.
—¡Lena, te dije que no trajeras a esta mocosa! —El dueño sale a trompicones de la cocina con Ada pisándole los talones seguido de Lena.
—¡Traje mi propio patito, señor! —Río por la nariz al ver como intenta apartar a Ada de los patos de su jefe.
Lena tenía razón, una derrota no es un impedimento para un avance. Quizás Hank intentaba decírmelo en cuánto me puso de bateador.
Es hora de que avance y salga de ese pasado tortuoso. Y no lo hubiese reconocido si no fuera por ellos.
—¿A quién le sonríes, Gastrell? —indaga Palmer, y luego busca la dirección por donde estaba viendo.
—A nadie —contesto de manera automática, y cuando la amiga de Lena, Cassie, deja otra pizza de pepperoni sobre la mesa, aprovecho y miro de reojo a mi vecina.
En ella existe algo genuino y sincero. Siempre quiere meter su nariz en los asuntos ajenos, pero lo hace porque quiere ayudar a otros a salir de su propio precipicio sin saber que puede caer dentro. Es el tipo de persona que te ayudará en cualquier sentido. No importa si es con helado de chocolate o que griten bajo la lluvia, porque ella nunca te abandonará.
Eso es algo que realmente me agrada de ella.
—¿Desde cuándo son amigos? —La discreta voz de Hank hace que lo mire.
—No lo sé con certeza —respondo con neutralidad y vuelvo mi vista a ella. Ahora sostiene a Ada como si fuera un cachorro travieso.
—Ustedes no son amigos —susurra, ya que los otros dos están enfrascados sobre su propia conversación acerca de los tipos de queso.
—¿Por qué crees eso?
Hank se lo piensa unos segundos y luego separa sus labios sin saber que emitir, como si no encontrara las palabras exactas para probar su teoría. Hago una mueca de burla y él me da un codazo en el brazo.
De repente, una sensación de nostalgia llena mis adentros. ¿Cuándo fue la última vez que comimos pizza juntos? ¿Y las bromas? Pensar en las respuestas me hace sentir peor persona. Deje nuestra amistad en una esquina. Nunca fui a buscarla porque nunca me enfoqué en ella. Mi meta siempre ha sido la lista todo el tiempo.
Ya han pasado años desde que la escribí, y cada vez que el iceberg llega para las navidades, nunca soy capaz de demostrarle que he estado mejorando para ser el hijo ideal.
—¿Quieres formar parte del equipo, Gastrell? —indaga Aaron, regalándome una mirada de curiosidad. Mi respuesta será automáticamente un no porque tengo otras cosas en qué enfocarme, pero misteriosamente mi boca no emite ni una vocal y ya ni sabía lo que estaba articulando después.
—Y se quejan de que soy el único que dice incoherencias —interviene Luke para luego viajar su mirada al pan de ajo—. ¿Dónde está la salsa?
—La están haciendo con los pies —comenta la duende que se ha liberado de los brazos de Lena.
—¿Qué?
—¿Quieres jugar conmigo? Encontré otro patito —Deja caer sobre la mesa ambos patos de hule y le da uno a Luke. El pelirrojo nos da una mirada de reojo, y sin esperar ninguna respuesta, le sonríe a la pequeña con un asentimiento.
—¡Vaya, ya me estaba preguntando por qué estaba tan lleno este lugar! —Un señor con estatura promedio y cabello impecable hasta las orejas, lleva un delantal de osos que inmediatamente llama la atención de Ada.
—¡A Ada gustarle los osos pandas!
—Son osos polares, princesa —comenta el señor mientras les da un apretón a sus cachetes.
—¡Roger! ¡¿Qué haces en mi pizzería?! —El dueño se acerca a pasos fuertes y aparta a Ada de Roger—. ¿Te vienes a llevar mis clientes?
—Relájate, Trevory, no pienso quitarte las ganancias que consigues con estos muchachos. Además, el lugar solo se llena una o dos veces al año.