Perfecto a tu manera

Capítulo 26

Capítulo 26| Las cosas van a mejorar
 


*LENA*

 

Debí traer algo más que solo ropa. Debí traerme los libros de Cass.

Llevo toda la mañana encerrada, y lo único que he podido hacer es dibujar sobre una servilleta. No he podido hablar con Cass o con Arthur porque hoy tienen turno hasta la tarde, y estoy que me derrito de aburrimiento. ¿Cuándo fue la última vez que papá se ocupó de los pagos del internet?

Por lo menos no han cortado lo principal.

Salgo de cama, ya rendida me dirijo al baño y luego de una ducha prolongada, decido hacer un listado de cosas para ir a la pequeña tienda que está cruzando la calle.

Cuando llego a la planta principal, encuentro a mi padre con una taza de café y un pedazo de pan medio sumergida en ella. Las bolsas negras debajo de sus ojos están más hinchadas que ayer y me pregunto si esto es lo que hace todos los días. Las horas de sueño son necesarias, pero dudo que él quiera dormir.

—Papá, vayamos de compras —Le hago una seña hacia la salida, y pretendo que no sucedió nada ayer. Lo que quiero es que salga de este lugar. Esperé que me dijera algo o que no lo hiciera y me ignorase, pero tan solo se levantó y busco su abrigo. Levante un poco la comisura de mis labios. Por fin está dejando de ignorarme.

Voy añadiendo cosas a la canasta mientras que papá me sigue de cerca y en su propio mundo. De vez en cuando intento hacer que diga más de una palabra, pero no lo hace.

Ya hace falta cinco días para regresar a Manhattan, y estoy considerando en llevarlo conmigo esta vez. No quiero que se encierre en un lugar donde cuelgan varias fotografías de mamá, pero estoy segura que no lo hará. No quiere soltarla.

—Siguiente —Coloco la canasta sobre el mostrador y espero que atiendan al señor que tengo por delante, pero en cuestión de segundos siento un fuerte halón en mi brazo. Mi espalda se pega contra algo duro mientras un objeto filoso y frío se cuela debajo de mi mandíbula con firmeza. Trago con fuerza y lentitud, con temor a que si me muevo puedo estar a punto de sufrir un corte en la yugular.

—¡Abre esa caja y dame todo lo que tengas! —Exige con una voz ronca y poderosa a la pobre señora que está temblando de pies a cabeza detrás del mostrador—. ¡Mueva si no quiere ver cómo le arranco la vida! —Me sacude con fuerza, y esta vez creo que la presión del objeto está a punto de cortarme. Mi corazón palpita con fuerza sobre mi pecho e inconscientemente busco a mi padre con la mirada.

Está atónito y bastante despierto. Sus cansados ojos me piden a gritos que no me vaya. Siento la necesidad de llorar así que aparto la mirada. La cajera está metiendo los billetes en su bolsa deportiva. Está llorando en silencio y sus dedos parecen temblar desenfrenadamente.

—¡No se muevan! —Me vuelve a sacudir y por la expresión de mi padre y todos los demás presentes, puedo asegurar que estoy empezando a sangrar—. Esta chica morirá si se les ocurre llamar a la policía.

Cierro los ojos por inercia, y solo espero.

Espero.

Espero.

Y espero.

Hasta que se escuchan unas sirenas de cerca y ya no siento el filo sobre mi cuerpo. En segundos, mi espalda colapsa sobre algo helado y para nada cómodo. Escucho pisadas y gente gritando. Las benditas sirenas se están volviendo un dolor de cabeza.

¿Es la ambulancia? ¿La policía? ¿Mi alarma?

—¡Lena! Abre los ojos —Por unos segundos me ha costado, es como si me pesaran de repente. Después de abrirlos, parpadeo varias veces para acostumbrarme a la iluminación y luego enfoco en el rostro que tengo por delante.

—¿Papá? —inquiero, un poco debilitada y con la boca totalmente seca. Me relamo los labios y vuelvo a llamarlo.

—Sí, soy yo, hija. Aguanta un poco más —Sostiene de mi mano con fuerza, y una de mis comisuras se elevan despacio. Por fin dijo más de una palabra—. La ambulancia llegará pronto. Aguanta, por favor.

No llores, no voy a morir.

Fue lo que quise decirle para que se tranquilizara, pero no pude. Ni yo misma podría tranquilizarme. No quiero morir todavía. Mi abuela espera mi regreso, mis amigos, Drew.

Cada vez empezaba a sentirme más débil y mis párpados comenzaban a pesarme. Debo mantenerme despierta. Tengo que aguantar.

El miedo empezó a escalar demasiado rápido, ya cuando me quise dar cuenta, no volví a abrir los ojos. La última imagen que pude ver fue a mi padre llamándome varias veces antes de que todo se pusiera oscuro.

 

*DREW*

 

Las oportunidades no llegan todos los días, y cuando sucede, solo lo dejamos pasar o la tomamos con todas nuestras fuerzas.

Esta es la oportunidad que buscaba.

Alexander me la dio en bandeja de plata, y tengo que aprovecharla.

—¿No te gusta lo que te pedí? —Hace un ademán al platillo que no he tocado desde que el mesero se ha ido.

—Sí, me gusta —respondo de inmediato y luego carraspeo por mi acelerada respuesta—. La comida que escoge es, sin duda, deliciosa.

—¿Cómo puedes decir eso si no lo has probado?

—No hay duda de que lo será.

Alexander enarca sus cejas. Estoy haciendo el ridículo. Agradezco que no haya vuelto a preguntarme.

Si todo sale como lo planee, será perfecto. Creí que necesitaría café, pero los nervios me tienen atento. He visto como las personas que llegan a este restaurante se sientan con clase y comen despacio. Imito esos gestos. Al principio, no parece costarme nada, pero la carne está como una piedra y el cuchillo no la traspasa como es debido.

Me encojo de hombros y observo como Alexander disfruta de su pescado al vapor.

Mi lengua me pica por querer preguntarle el motivo de esta salida y también por contarles los premios de letras y ciencias, pero él tiene preguntas ya formuladas.

—¿Cómo está Kelly?

Claro, ella. Siempre es ella. Aunque es una clara salida de padre e hijo, él prefiere hablar de ella.




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