Capítulo 27| La obsesión del profesor Dallas
*LENA*
¿Alguna vez han tenido la necesidad de gritar con todas sus fuerzas para remover ese molesto peso en el pecho?
Drew afirmaría eso.
Pero también creo que existen otras maneras, como escuchar a tu artista favorito a través de unos audífonos, quedarse en casa a ver una película, hacer un dulce de cajeta o simplemente distraerse contando las baldosas. Sin embargo, ninguna de ellas resuelve el problema realmente, ya que es más fácil ignorarla. Así como lo hice con Isaac.
Pero, esta vez, no utilice ningún método de distracción. Fui directo al problema. Le conté a mi padre de cómo me sentí desde que mamá se fue. De cómo su estado empezó a afectarme. Ambos nos arrepentimos de muchas cosas. Él por haberse encerrado a sí mismo y yo por haberlo dejado. Nos quitamos las cadenas, y todo lo que necesitábamos era hablar.
Me incorporo en la camilla cuando papá entra con un vaso de agua. Desperté hace una hora, es una suerte que la herida no fuera tan profunda sino mi condición estaría peor. Por cierto, alguien estaba en el baño cuando sucedió el robo, por lo que el hombre no pudo huir tan lejos.
—La doctora informó que te podrás ir después de que te hagan una última revisión —Asiento—. Lo siento tanto, Lena —Su voz se quiebra al final, y me aguanto las ganas de llorar.
No ha dejado de lamentarse desde que desperté. Fue hace tanto tiempo desde que tuvimos una conversación, que lo único que pienso ahora es tener muchos más.
—Papá, no llores —suplico—. Acordamos que, de ahora en adelante, todo irá bien.
—Fui un mal padre —prosigue con un tono ahogado mientras junta nuestras manos—. Lo lamento tanto.
—Deja de decir eso —Inhalo hondo para calmarme—. No puedes quedarte atrapado y lamentarlo siempre. Mejor enfrentemos todo con una sonrisa, ¿no es lo qué decía mamá?
Papá me mira por varios segundos hasta que me envuelve en un cálido abrazo. Tan cálido que hizo que llorara con él. Y en cuestión de segundos nuestros sollozos llenaron toda la habitación. Extrañaba esto. Lo extrañaba.
Ahora, las cosas han ido mejorando poco a poco. Lo que quedaba de mi estancia en Brooklyn, lo invertimos en un tiempo para los dos, y para arreglar nuestros errores.
Luego de eso, me sentí mucho mejor.
Ahora papá comenzó a ir a terapia en Brooklyn. No quiso venir conmigo porque le gusta su trabajo como publicista, pero que vendría para las navidades.
—¿Paso algo interesante? —Me encuentro unos ojos aguamarina que logran recordarme de mis clases con el profesor Dallas. Había olvidado que estoy empezando a odiar su clase.
—No es nada, Kennia —respondo antes de que aparezca el profesor con un peculiar sombrero de queso.
—Mis ojos están aquí abajo, dejen de ojear el producto lácteo.
—Profesor, todavía no es el día de las brujas —habla el más parlanchín y payaso de la clase. El profesor le regala una sonrisa forzada y añade sin titubear:
—Y tu graduación tampoco, muchacho —Algunos reprimen una carcajada y otros se burlan del comentarista—. No les contaré la historia detrás de esta gorra, así que empecemos con el arte y las emociones.
—Profesor, ¿no pondrá sus músicas? —pregunta Kennia.
—No, como es una de las últimas clases del año, el tema será libre.
Perfecto, ahora si estoy segura que lograré impresionarlo.
Por un instante pensé en hacer las estrellas, pero quiero mostrarle algo diferente, así que termine haciendo el puente de Brooklyn y el sol en el horizonte.
—¿Kross? —Ya no tiene que llamarme. Sé que debo quedarme a escuchar sus sugerencias—. Veo que estás mejorando, te felicito.
Separo mis labios, sorprendida, y antes de que pueda agradecerle. Alza su mano, indicándome que no ha terminado.
—Fue un tema libre, y cuando veo tu dibujo da una sensación de... calidez, pero si te pidiera un tema en específico, ¿lo podrías hacer? —Alza una ceja y deja reposar el queso deforme en el escritorio, revelando la poca cantidad de cabello que tiene—. La próxima semana habrá una exposición, el tema se escogerá al azar y confío en que puedes hacerlo.
Salgo de su clase dando pisadas fuertes. No pierde la oportunidad de hacerme sentir mal. ¿Ahora qué haré? Nunca logré impresionarlo con mis demás trabajos. A este paso tendré que repetir la materia.
—¿Te enteraste de la exposición? —pregunta Kennia cuando llega a mi lado. Resoplo como respuesta mientras seguimos caminando por el amplio pasillo.
—Sí, me lo ha contado y cree que soy capaz de hacerlo.
—Tú puedes, lo has hecho bien hoy —Me anima mientras recoge su cremoso cabello en una coleta alta.
—Eso es porque no puso sus canciones de los ochenta y no pidió tema en específico —Llegamos a la entrada principal y espero a que se vaya a buscar a su hermano en los estacionamientos.
—¿Quieres que te ayude? Aunque...
—No, tú estás ocupada con tus tutorías. Además, quiero descubrirlo sola.
Además de asistir a clases, Kennia hace tutorías a estudiantes de ciencia. También he escuchado que le enseña a su hermano.
La chica asiente hacia mi dirección y me regala una amistosa sonrisa antes de marcharse. Subo a uno de los autobuses y le escribo a Cass para decirle que llegué antes para no perder las clases con el profesor Dallas.
Dejo descansar mi cabeza en la ventana y cruzo mis brazos alrededor de mi mochila.
No estoy segura de poder hacerlo. En todas las clases ha dicho que me falta más trabajo y lo he intentado sin éxito. ¿Por qué una exposición? No me gusta esa idea de hablarle a los desconocidos sobre mi pintura, ¿y si no les parece interesante y empiezan a bostezar sin discreción? Estoy segura que mi lengua me abandonará.
Frutas... necesito un batido.
Y quiero ver a mango.
*DREW*
—Oh, pero mira quién apareció —Luke reposa su brazo por detrás de mi cuello y me guía hacia el gimnasio—. Tenemos dos manos más.