Capítulo 30| Noche de brujas
*LENA*
—¡¿Dónde demonios está Jessica?!
Mi jefe ha estado por horas gritando su nombre. Por otro lado, yo he estado decorando la pizzería con calabazas y lápidas. Falta poco para que lleguen las demás decoraciones que pidió Arthur y siento mis pies quemarme.
Pusimos las decoraciones ayer, pero todo se fue al drenaje cuando llegó Roger, el enemigo de mi jefe, de supuesta visita. Trevor, como siempre, explotó nada más verle el rostro. La rivalidad entre ellos es tan amplia y sin límites que cuando Roger se fue mi jefe decidió cambiar todas las decoraciones a último momento.
—Mocoso, búscame a Jessica.
—No viejo, encárgate tú —comenta Arthur a penas cruza el umbral con una cajeta llena de otras decoraciones—. Estoy ocupado con tu sed de competencia.
Comprendo su enfado, yo también lo estaría porque quedamos hasta tarde decorando para que después decida cambiarlo porque el de Roger está mejor, pero no lo muestro porque aseguraría mi despido.
—¿Se vestirá de Jessica? —inquiere Cass una vez que termina de colgar la última araña y baja de las escaleras—. Con eso, de seguro espanta.
Mi jefe rueda los ojos y se va a buscar a Jessica a la cocina. Cass siempre suelta esos tipos de comentarios y sigue trabajando aquí. Supongo que es porque no encuentra a otra capaz de reemplazarla. A mí sí.
—¿De qué irás, compañera? —inquiere Arthur, y me saca de mi trance con el jefe.
—No lo he decidido, ¿qué hay de ti? ¿Irás? —indago, y miro de reojo a Cass. Sé que ella quiere escuchar la respuesta porque se ha quedado callada, hasta puedo notar la tensión en sus hombros. Estos dos no han resuelto nada. Desde aquel incidente en la cocina hasta ahora no se han vuelto a dirigir la palabra. Algún día de estos voy a encerrarlos juntos.
—Lo más probable.
De seguro lo invitaron.
Las siguientes horas fueron una tortura para mis pies. La clientela aumentó y con ello, las horas de trabajo. Mi jefe está contento con el resultado, y va de visita a su competencia cada vez que puede. Algún día de estos terminarán por lanzarse tacos y pizzas.
Cuando el último cliente sale de la estancia, Trevor celebra cada triunfo.
—Buen trabajo, mañana empezaré a pagarles —comenta con una sonrisa de lo más enorme—. ¡Roger tendrá pesadillas hoy! Ahora, váyanse de aquí que pronto llegará mi novia.
—¿Y cuándo podré verla? —inquiere su retoño, y como si el destino lo hubiese escuchado, cumple sus deseos. Una mujer toca la puerta con sus nudillos e inmediatamente, Trevor sale del mostrador y la deja pasar.
La mujer no dice nada, y tampoco podemos verla. Lleva una bolsa de papel cubriendo su cabeza.
—Queremos privacidad, váyanse a su fiesta de adolescentes.
—Viejo, ¿no me la vas a presentar?
La mujer se pone tensa de repente, y le susurra algo a Trevor.
—Será en otra ocasión, mocoso.
¿Por qué tanto misterio con una mujer?
A penas los tres salimos, nuestro jefe cubre las ventanas con las cortinas, y por milisegundos logro ver que la mujer es rubia.
—Que señora más extraña, me temo que mi viejo se ha enamorado de una extraterrestre o algo así.
A medio camino, Cass decide tomar un atajo hasta su casa porque sabe que después de llegar a la mía, tendrá que estar a solas con Arthur. En serio, tengo que encerrarlos algún día.
—Te veo en la fiesta —dice mi compañero, pero yo lo detengo del brazo antes de que se marche.
—¿Estás... bien? —cuestiono a lo bajo. Arthur puede sonreír todo lo que quiera, en algún punto sé que está fingiendo. Esto de Cass no lo tiene fácil y no me gusta que se estén ignorando cuando obviamente los dos necesitan hablar—. Dijiste que el peso de una pizza es menos cuando compartes sus trozos. Dijiste que yo tenía uno de ellos. Ahora deja de pretender que estás bien, Arthur.
Su sonrisa se quiebra y su mirada desciende despacio.
—¿Ella no te lo contó?
—No exactamente.
Arthur suspira y guarda sus manos en los bolsillos. Nos quedamos en un largo silencio hasta que decide confesar:
—Yo simplemente me rendí —Hace una pausa, y no tengo intención de interrumpirlo—. No quería quedarme en el mismo sitio. Las personas necesitan avanzar, Lena, aunque eso suponga ahogar sus propios sentimientos.
—¿Qué harás ahora?
—Nada, solo necesito un respiro.
—Arthur, trabajan en el mismo sitio. Tienen que verse todos los días, ¿no crees que necesitan hablar?
Vacila en responderme y al final solo agrega:
—Te veo luego —Y se va con pasos apresurados para que no lo detenga. Esto va enserio, los voy a encerrar.
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Las fiestas de Halloween siempre la celebré en casa. Yo me dedicaba a hacer las compras de dulces, mientras que por la noche mi abuela y yo las repartíamos. Después de eso, terminábamos viendo una película para la ocasión. A veces, mis padres se nos unían si llegaban temprano del trabajo...
Esta vez, será el primer Halloween sin ellos.
Y el primero que celebro con amigos.
—¿Ves? Te dije que traería a Lena —comenta uno de los beisbolistas cuando nos ven llegar—. No me digas, ¿eres una hoja? —pregunta el señor Zanahorias.
—No, soy...
—¡Ya sé! —interviene Luke, con un disfraz totalmente blanco que solo deja a la vista su rostro—. Eres el tamal que se le escapó a mi abuela.
¿Pero qué frutas...?
—No soy una hoja, ni mucho menos algo comestible. Soy Peter Pan, ¿no se nota? —Doy un giro sobre el mismo eje, y los muchachos solo se encogen de hombros para luego pasar a la vestimenta de Drew.
—Drew, estás disfrazado de Drew —dice Aaron, quien obviamente se ha disfrazado de un beisbolista, al igual que Hank.
—Que observador, pero no, estoy disfrazado de Abraham Lincoln.
—¿Qué? ¿Habrá licor?
—No, Palmer, Abraham Lincoln —reitera Hank.