*CASS*
Del tiempo que llevo con Lena Kross, tengo entendido dos cosas: le gusta meterse en los asuntos ajenos y es pésima mintiendo.
Me dijo que la esperara en el depósito para limpiarla un poco, y ambas sabemos que ella no hace ese tipo de cosas. Sin embargo, lo deje pasar porque sé a que viene eso. Nuestro comportamiento la está afectando. No podemos seguir de esta manera. Es por eso que, tanto Arthur como yo, quedamos encerrados.
No sé que le habrá dicho, pero se lo creyó entero. Ahora lo está lamentando en una esquina apartada, como si pudiera desaparecer y volverse en una sombra.
Comprendo su actitud conmigo. Después de todo, nunca pude darle una respuesta.
No estaba preparada para una relación, aunque eso signifique que me guste Arthur, y que no me creo capaz de decírselo algún día. Después de todo, él ya se rindió conmigo, y me parece que es la mejor manera.
No decimos nada. Cada uno está en su esquina. Y mentiría si digo que estoy acostumbrada a su silencio.
Arthur es quien parlotea. Es como una molesta abeja en mi oreja.
Desde el día que termino explotando en la cocina hasta ahora no hemos intercambiado palabras, y que ambos seamos tan orgullosos no ayuda.
Suspiro y me dejo caer en una de las cajas. A veces quisiera deshacerme de este nudo en mi garganta y resolver esto de una vez por todas, pero cada vez que lo pienso no lo hago. Las retengo, y espero que suceda un milagro.
Sin embargo, estos últimos días he aprendido que no puedo esperar que las cosas sucedan si yo misma puedo darle un punto de inicio. Así que trago con fuerza y me levanto de la cajeta. Y apenas lo hago, veo que Arthur se acerca, pero con un rostro de espanto.
—¡Quítamela! ¡Quítamela!—Se sacude y me muestra su espalda mientras lo hace. Tuve que detenerlo de los hombros porque no me dejaba buscar el arácnido con tantos saltos que daba. Paseo mis ojos en su ancho hombro hasta su cintura. Sin querer, el borde de su ropa interior me saluda en pleno pánico de su propietario. Aparto la vista y ubico de inmediato a la pequeña araña en su codo, pero antes de que pueda tocarla, cae al suelo y el portador de la aracnofobia alza su zapato de inmediato. Sin embargo, no la llegó a pisar porque fui más rápida. Ahora Arthur está tumbado en el suelo y con ganas de matarme con la mirada.
—Es indefensa —Logro decir.
—No quiero estar en la misma habitación que esa cosa, y no voy a ser yo el que se vaya.
Tampoco es que pueda hacerlo.
Coloco mi mano para que se suba el arácnido y lo llevo a la pequeña ventana.
—Listo, ya se fue.
El ambiente se tensa nuevamente.
—Gracias —Alcanza a decir antes de darse la media vuelta, yo me armo de valor y lo detengo de la manga de su uniforme. El voltea a verme sorprendido.
—Perdón —Se me escurre de los labios con facilidad. Quizás porque ya los tenía en la punta de la lengua—. Perdón por no darte una respuesta. Por haberte hecho esperar.
De algo que sé sobre Arthuro, es que perdona demasiado rápido. Y un perdón es tan poco.
—Sabía que tu silencio no era una buena respuesta, ¿por qué preferiste actuar como si nada paso?
—Porque no quería dañar lo que ya teníamos.
Además de que no estoy lista para una relación, y aún así esperaba que soportaras hasta que lo estuviera.
—Es irónico que casi se daña, si no fuera por Lena.
—Eso quiere decir...
—Te perdono, y espero que los próximos días sean menos dolorosos para ambos.
No lo pienso dos veces. Lo abrazo, y él tarda en reaccionar. Al final, dejo escapar un suspiro de alivio y puedo decir lo mismo de él. Me costará superarlo.
Arthuro ya está empezando a avanzar, y me ha dejado atrás.
Supongo que no todos te esperan.
Durante las próximas semanas todo parecía menos pesado. Aunque hubo muchas cosas que han cambiado entre nosotros.
Ya no suele molestarme tanto como antes, y yo no lo insulto a diario. Ambos sabemos que no se puede revertir a como estaba todo.
Él y Drew ahora son hermanastros y pasan más tiempo ellos que con Lena.
—¿Se fueron de nuevo al partido?
—Sí, parece que Drew jugará.
—¿No irás a verlo?
—Iremos a verlos, te ayudaré a terminar para que nuestro jefe nos deje salir.
—No quiero ir, Lena.
—Oh, vamos. Hace mucho que no salimos los tres juntos —deja de sonreír—. ¿Es por Arthur?
—No es eso, es que...
—Sé que no eres de socializar, pero hagamos esto por última vez. Solo esta vez, ¿si?
Ruedo los ojos, señal de rendición.
—De acuerdo.
**
Los WildWarriors tienen buenos bateadores, me pregunto porque pierden en cada partida.
—¿Me perdí de algo? –Llegó Arthur y se sentó junto a nosotras.
—No, siguen empatados.
—¿Cómo te fue? –preguntó Lena.
—Vacíe bien el tanque, así que supongo que bien, compañera.
—Que sarcástico.
Las gradas de nuestra universidad son de las pocas que llenan el lugar. Los invitados nos superan en número.
—¡Drew! ¡Corre!
—¡Mueve esas piernas, Gastrell! ¡Corre como si Lena fuera a patearte las pelotas!
No sé porque decidí sentarme en medio de estos dos.
Al final, ganaron. Y fue una de las primeras victorias que terminaron en la pizzeria.
—Un brindis por Gastrell. Que no se humilló esta vez —habla el pelirrojo y recibe una mirada amenazante de parte del rubio—. ¿Qué? Acabas de hacer historia en nuestro equipo así que hoy me comeré todos los panes de ajo en tu honor.
—Deberías pagarla, Palmer —dice Hank, el chico que se entrometió en mi camino y la pizza que llevaba se fue a parar en mi cabeza. Todavía no recibo una disculpa de su parte.
—Ey, ¿podrías traernos más panes? Mi amigo cree que comer ajo podrá matar las lombrices —me habla un chico de cabello anaranjado.
—Tu amigo tiene razón, el ajo puede matarlos.
—Vaya, no es tan zopenco como creí. Soy Aaron, tú debes ser Cassie.
—Eso dice mi placa.