Perfecto a tu manera

Capítulo especial pt3

LIV

 

Te vi entrar con tu uniforme de los juegos.

Hubiese ido a darte una botella de agua como solía hacerlo, pero ya me quite la venda de los ojos. Sin ella sé que valgo más y que no necesito ganarme tu atención.

¿Sabes cuándo se cayó la venda?

Todos los días estaba cayéndose, pero yo siempre las volvía a colocar porque quería creer que podía conseguir algo. Por lo menos una sonrisa.

Ahora es cuando me deshice de ella por completo y no me arrepiento de nada.

¿Qué hay de ti? Desde que no la tengo puesta vienes a buscarme. ¿Y sabes? Me cansé de intentar y no lograr que te enamores de mí. Me cansé de buscar tu mirada y que la apartes cuando escuchamos la misma canción. Me cansé de ti.

Y eso te jodió.

No soy un juguete que cuando lo tienes en la palma de la mano no lo aprecias, y cuando lo pierdes empiezas a llorar.

No soy eso, Hank Finnes.

Y quiero que sepas que rendirse no significa que no te ame sino que me quiero más a mí y merezco a alguien mejor.

—¿Olivia? —Karina, mi amiga desde que nos pusieron juntas en una exposición de encías, espera que le conteste la propuesta que estamos discutiendo—. Pareces perdida hace rato, ¿es Hank de nuevo? —Estira su cuello para ver en la misma dirección donde tenía los ojos puestos.

—¿Ya decidiste qué hacer con tu parte? —retomo la conversación porque no quiero hablar de él.

—Oh, creo que si hacemos un cuadro comparativo en esta parte nos ahorraríamos los espacios —señala los siguientes seis párrafos sobre patologías dentales y luego se lo piensa mejor—. Aunque no sé si al profesor Douglas le agrade la idea.

Asiento, dándole la razón. El profesor tiene problemas con los cuadros, los detesta por tener demasiados textos en una sola figura geométrica.

—Será mejor resumir lo más corto posible —sugiero y empiezo a teclear en la laptop—. He leído los dos primeros párrafos, sacaré lo importante de ahí y luego hacemos las que faltan. Al final podemos escribir el resumen del resumen.

—Eres increíble, no entiendo porque a Drew no le agrada trabajar contigo.

—Tenemos ideas diferentes.

Drew Gastrell es mi enemigo académico. Y me molestó cuando el profesor Douglas nos puso juntos. Lastimosamente, le gusta ver a mis otros compañeros sin los aplicados de la clase como grupo. Pero ya no podrá disfrutar de eso porque Gastrell se fue de la facultad, escuché que decidió estudiar otra carrera. Una que le gustase, y me alegro por él.

—¿Tú madre te obligó a participar en la estudiante del año? Porque estoy segura que volviste a ganar.

Mi madre. Ella siempre quiere que sea la número uno en todo. Hasta la mejor cociendo manteles.

Y la verdad, no me molesta, pero tampoco me interesa. Solo soy otro ser humano carente de sueños y pasatiempos. Dejo que mi madre se encargue de mi vida porque no sé qué hacer con ella.

Es estúpido, ¿verdad?

—Estoy segura que ya me apuntó —comento sin despegar los ojos de la pantalla. Ahora que terminamos de organizar la fiesta de Halloween, los deberes han caído en pilas.

De pronto, dejo de teclear y recuerdo lo que ocurrió con Hank ese día. Me buscó y pidió disculpas. No se la pude dar porque no sentí que podría hacerlo, y no sería justo si no lo hago de corazón. Hasta el día de hoy no puedo averiguar porque no lo perdoné.

Por el rabillo del ojo puedo ver que alguien está mirando hacia acá. Karina me termina de confirmar mis sospechas.

—Hank te está mirando.

Exhalo lento, y aplano mis labios.

No me gusta esto, ¿por qué tienes que ser así? ¿Tenía que dejar de buscarte para que tú lo empezaras a hacer? Te empecé a ver desde que me ofreciste tu paraguas y corrías bajo la lluvia sin ella. Estuve contigo cuando tu equipo perdió por primera vez. Te hacía galletas todos los días, pero tu no fuiste capaz de apreciar ninguna de ellas. Te quise de verdad, Hank. Es una pena que te hayas dado cuenta tarde.

Cierro mi laptop y le digo a Karina que debo irme temprano a casa. Todavía puedo sentir la mirada del castaño sobre mí que decido salir mucho más rápido.

Hank debería dejarme en paz. Debe comprender que soltar a alguien no es tan fácil como dejar caer un vaso. Necesitas tiempo y luchar varias veces hasta que digas "ya esta, ya no te quiero".

Cruzo las enormes puertas de la universidad y salgo hasta el estacionamiento. Enciendo el auto y me marcho.

Cuando logro llegar al primer semáforo, mis pensamientos se disparan sin control: el maldito cuerpo sin alma es Olivia Norman, la sobresaliente de la clase que siempre se gana un reconocimiento como la mejor estudiante de la facultad. La que hace orgullosa a sus padres. La obediente. Pero cuando no tengo que enfocarme en ninguna de esas cosas, soy Liv. La chica que no tiene su propio brillo.

Tengo enemigos. Muchos.

La mayoría son las chicas con quiénes me metía para que no se ligaran a Hank. Y las que sobran, son las celosas.

Y Olivia tiene que fingir que no tiene ni un enemigo. Mamá dice que los enemigos son prueba de que has llegado lejos, pero yo no siento que haya logrado algo.

La única persona que logra darle un poco de sentido a mi vida, es mi pequeña hermana, Maira. No sabría lo que pasaría conmigo si ella... se fuera. Y no lo quiero pensar.

Diviso el edificio blanco y estaciono el coche. Busco entre las bolsas del supermercado que pase esta mañana antes de ir a la universidad. Abro la pequeña caja amarillenta y un alivio llena mis pulmones. El dulce está en perfectas condiciones. Es un milagro que hoy estuviese nublado sino no sobrevive.

—Trescientos dos —indica la nueva recepcionista a quién no alcanzo a leer su nombre en la placa. Parece detestar su nuevo trabajo porque no ha parado de torcer sus labios con desagrado.

Llego al cuarto indicado y toco tres veces antes de entrar.

—¡Liv! —Su voz hace eco por los pasillos en cuanto me ve asomar la cabeza.

—¿Me extrañaste, piojosa? —Llego a su lado y le doy un beso en la frente y luego en cada lado de su pálido rostro.




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