Los primeros días habían sido menos complicados para llevarnos por la razón de que ninguno emitía palabras afuera del contexto que debía ser. Pero el problema fue la siguiente etapa cuando ya quería controlarme y esperando que yo hiciera caso daba órdenes estúpidas que realmente no obedecía o simplemente me hacía la vida imposible burlándose de mí o diciendo cosas tontas.
Se concentraba en sacarme de las casillas lo más rápido posible aprovechando su lugar en mi vida para poseer el control total.
Y para contrarrestar su impotencia en casa yo simplemente hacía lo que se me venía en gana haciéndolo enojar de manera continua.
Me desperté por los golpes desesperados de mi puerta mientras repetían mi nombre constantemente como ya solía hacerlo.
- Vas a llegar tarde - Se escuchó detrás de la puerta una vez más, era mucho peor que un despertador.
Y tú que te quejabas del despertador
Me tapé con mis cobijas hasta la cabeza pensando que de esta forma podría volver a dormir plácidamente pero me equivoqué cuando sentí como abrían la puerta de golpe, simplemente esperaba una maldición o un grito pero eso no sucedió, tan sólo me arrancó las cobijas y me subió a su hombro como un bulto de papas.
- ¡Idiota! ¡Bajame! - Exclamé dándole puños en su espalda y sin embargo, a este no le afectó en absoluto.
Que buen trasero
Ahora no conciencia - Me respondí a mí misma para continuar con mi batalla.
Sentí como me bajaba de su hombro para yo tocar el suelo frío con los dedos de los pies. Lo primero que hice al estar completamente estable en el piso fue empujarlo para que me dejara entrar al baño aunque no logré moverlo en absoluto, era como una piedra de cemento estática.
- ¡Quítate! - Me quejé y soltó una risita burlona para yo suspirar con mucha paciencia.
Lo único que me daba peor humor era ver la sonrisita que me dedicaba en todo momento como si supiera que su presencia me incomodaba en absoluto.
- ¿Qué nombre le digo a las enfermeras si llega a pasar un accidente? ¿Sabes? Me gusta Ramona - Se apoyó en la puerta del baño aún obstruyendo el paso. Con el paso de los días aún no había querido decirle mi nombre por la sencilla razón de no demostrarle la importancia que tenía su presencia ante mí.
- ¿Ramona? ¿Que mier...
- Las niñas buenas no pueden decir groserías - Me interrumpió y apreté mis dientes, a ese paso sólo conseguiría quitarme el diseño de sonrisa que mis padres me habían obsequiado. ¿Cómo podía sacarme de mis casillas tan rápido? - ¿Cuál es tu nombre?
- No te interesa, además es imposible que mi madre no te haya dicho mi nombre - Rodé los ojos y entrelacé mis brazos sobre mi pecho.
- Claro que si me interesa, soy tu niñero y tengo que saberlo. Y no, no me lo dijo, contó todo sobre ti menos tu nombre - Su sonrisa arrogante quería quitarla con un puño y mandarlo a la mierda, pero tampoco quería empezar el día con el pie izquierdo.
- Mira, no comenzaré el día por un intento de asesinato pero créeme que si no me dejas entrar al maldito baño tú serás la primera víctima - Señalé su pecho.
Notó mi estrés y se quitó de la puerta pero cuando iba pasando por su lado me tomó del brazo y le dediqué una mirada de cansancio.
- Será princesita entonces - Sonrió saliendo de mi habitación. Tomé una almohada y grité con total frustración hasta que mi garganta comenzó a doler.
Lo odio
Hice mi rutina diaria, esta vez opté por colocarme un pantalón con rotos en las rodillas con una blusa blanca de tiras, un blazer rosado y unos tenis a combinación del blazer.
Bajé a la cocina por algún tipo de alimentación para mi cuerpo y vi que había un plato en el comedor con un sándwich acompañado de un jugo de naranja. Mire a mi alrededor y no había ningun trabajador del persona de servicio, cosa que se me hizo extremadamente extraña y sin embargo omití mi atención.
Me senté en la butaca de la barra de la cocina y Adam llegó para sentarse justamente frente a mí. Venía con su cabello goteando agua y ropa nueva ¿Cómo era que podía verse tan reluciente a esas horas de la mañana?
Detallé su cara mientras miraba su celular y determiné que tenía muchas facciones de niño pero a la vez demostraba ser más maduro con sus accesorios tales como los tatuajes o el arete que adoraba su oreja. Su cabello despeinado como si lo hiciera a propósito, sus ojos avellana cuando se reía los achinaba, una sonrisa perfectamente blanca a diferencia de la mía que como había dicho anteriormente era un diseño de sonrisa que costosamente pagó mi padre y un oyuelo adornaba a cada lado de su sonrisa justo sobre sus mejillas que lo hacía ver mucho más atractivo.
- Gracias - Vacilé mucho en decir eso y sin embargo lo hice.
- Es mi obligación - ¿No era un idiota? Rodé los ojos y este rió sonoramente - Es broma de nada, no fue difícil prepararla.
- Para ti se ve que si es difícil - Susurré para mí misma y este me dedico una mirada fulminante.
Terminé mi desayuno y tomé mi bolso, iba saliendo de la casa cuando justo habló de repente - Te llevo - Tomó las llaves del audi que se parqueaba junto a mi auto.
- No, yo tengo auto - Salí de la casa sin esperar respuesta y me encaminé a la de Amber para recogerla como diariamente lo hacía. Cuando llegué la encontré de brazos cruzados de pie en el andén y con cara de pocos amigos.
- Eres lo peor - Dijo subiendo al auto.
- Es el auto, últimamente está fallando - Mentí, de nuevo.
- Eres una mentirosa, sabes que tu auto está bien y tiene más revisiones que las que me hago yo cuando enfermo - Gruñó y encendí el auto con el fin de dirigirnos al colegio - Además ¿Por qué no me cuentas como te fue con tu niñero?
Rodé los ojos al escuchar por milésima vez esa pregunta, no había querido contarle a absolutamente nadie acerca de él para no tomarle importancia al asunto pero Amber ya me tenía por explotar si continuaba de exasperante.