Adam
Aún no podía creer como una chica de diecisiete años pudiera llegar a su casa ebria a las cuatro de la madrugada y que venga justamente de una fiesta o un club, al cual estaba totalmente seguro de que no podía ingresar.
La princesita ni podía caminar por sí misma, sus pies casi se volteaban, no se caía sólo porque su novio la sostenía. Jamás había estado de niñero pero sinceramente esta había sido la niña más malcriada que había visto en mi vida, el empleo realmente no lo necesitaba simplemente lo tomé por obligación de mi madre como un agradecimiento al señor Wood.
Aún recuerdo la constante discusión entre ambos por yo no querer aceptar sabiendo la situación a la que me enfrentaría.
Vi como el idiota la dejó en la cama y besó su frente, salió de la habitación antes de dedicarme una mirada amenazante como de protección y lo entendía completamente, si yo hubiera sido su nocio también me enojaría que tuviera que quedarse sola en casa con otro chico.
- ¡Cierra la puerta principal al salir! - Grité y luego pude oír un portazo.
Genial si la dañaba me tocaba comprar una nueva a mí.
- Adam - Murmuró Amy con los ojos cerrados.
-¿Si? - Me acerqué a ella esperando una disculpa por joderme tanto la existencia en tan poco tiempo.
Se levantó justo frente a mí y sonrió - Quiero vomit... - No terminó su frase cuando mi camisa estaba completamente empapada, apreté mis ojos con total paciencia recordando las veces que yo me había embriagado para no querer asesinarla.
Hice una total mueca de asco y me quité la camiseta para ver como ella se acostaba en la cama y me miraba detenidamente luego de lavar su boca con mucha agua.
- Ven - Palmeó el espacio que quedaba en su cama, vacilé unos instantes, tal vez quería aligerar el ambiente y mejorar nuestra relación de "amistad".
- Por hoy te salvas de tu regaño, por el estado en el que estás pero mañana hablaremos - Dije fuerte y rió.
Me levanté de la cama pero me tomó del brazo - Por favor quédate.
Me sorprendí que no me maldijo o simplemente me sacó a patadas de su habitación - ¿Segura? - Pregunté aún sorprendido de su reacción.
- Sí
Me acosté a su lado, quedando a centímetros una cara de la otra y admirando su belleza. Era una chica muy hermosa de ojos azules con cabello castaño, largas pestañas y pobladas cejas adornaban su cara y muy refinada, sin embargo lo que tenía de hermosa lo tenía de malcriada.
- ¿Por qué me odias tanto? - Esa pregunta la tenía desde el día que entré por la puerta de la gigante casa.
- No te odio, sólo no acepto la idea de tener un niñero - Balbuceaba respuestas muy concretas - Además quiero que todos hagan lo que yo digo.
Me quedé en silencio admirando sus labios que los tenía cada vez más cerca de los míos.
- ¿Estás segura?- Pregunté a pocos milímetros de sus labios - No quiero que mañana te arrepientas.
No respondió y unió sus labios con los míos yo sólo me deje llevar y seguí su juego, nuestras lenguas encajaban a la perfección, mordí su labio inferior, haciendo que gimiera cosa que me hacía encenderme al cien. La tomé de los muslos para sentarla sobre mi a horcajadas dejando sus piernas a cada lado de mi cintura, comenzó a besar y morder mi cuello donde dejó varios chupones notables. Acarició mi pecho de una forma excitante, la ropa ya sobraba y ella comenzó desabrochando mi pantaloneta para seguidamente besar mi pecho.
Cambiamos de posición ahora yo quedando sobre ella, besé su cuello y dejé un moretón igual al que había dejado en el mío cuando pasó sus labios sobre este. Levanté su vestido por completo y besé desde la loma de sus pechos hasta llegar justo anyes de su feminidad. Mi amigo se hizo presente ante la situación y fue cuandl caí en cuenta de lo inconscientemente que se encontraba ella. Me quité de encima suyo y caminé hasta mi habitación rápidamente, temía volverme a descontrolar y terminar lo que una vez había comenzado.
Tragué en seco recordando el roce de mis manos con su piel e inmediatamente tuve que darme una ducha fría para bajar las ganas que poseía por ella.
Tampoco quería que pensara que estaría con ella en algo serio, no estaba para soportar a una niña mimada las veinticuatro horas del día, era hermosa y un simple rato como el de ahorita pero con ella extremadamente consciente no caería mal.
Amy
Los malditos golpes repetitivos se hicieron presentes en mi puerta, sin emitir ningun sonido solo tiré mi almohada en ella haciendo saber que ya estaba despierta. Me senté en la cama y miré que mi vestido no se encontraba posado sobre mi cuerpo.
Me dirigí al baño rápidamente y me miré en el espejo para observar como mi cabello se encontraba en una maraña de enredos, en la cara se veía la resaca, mis labios incluso mucho más rosados y abundantes, bajé hasta mi cuello y me alarmé cuando determiné que se encontraba adornado por un moretón.
Mi cabeza se inundó de recuerdos sobre la noche anterior, recordaba el club y al llegar a casa, después de eso simples imágenes borrosas que no ayudaban en absoluto a saber la repuesta de ese moretón. Una sola imagen me hizo casi gritarme a mi misma por hacer eso, por besarme con Adam, a mi cabeza llegaron preguntas tales como ¿Y si estuve con él? ¿Y si perdí mi virginidad con él?
Tomé una ducha, mis ideas no eran claras, me sentía rara, quería hacer como si nada hubiera pasado. Salí del baño aún estresada y entré al armario para usar un jean con una blusa color rosado pastel y unos tacones muy bajos del color de la blusa.
Miré una vez más mi cara y detallé mi cuello para tomar un poco de corrector colocándolo sobre la zona afectada, por último saqué unas gafas de sol estaba perfecta para ocultar la resaca.
Tomé mi bolso y salí de mi habitación con el pensamiento de que quería eliminar de mi vida Adam lo más rápido posible, pero como la vida me amaba tanto me lo colocaba justo enfrente saliendo de su habitación.