Nunca había sentido un silencio tan brutal. No el que hay en las madrugadas, ni siquiera el que acompaña la muerte… Este silencio fue distinto: el que queda después de que alguien destroza lo que juraste mantener oculto toda tu vida.
Sus palabras todavía retumban en mi cabeza como martillos:
—Fuiste tú. Tú conducías ese auto.
Valentine no gritó, no me golpeó, no lloró de inmediato. Solo me miró como si ya no me conociera. Como si frente a ella hubiese un extraño, un monstruo. Y ese vacío en sus ojos… me atravesó peor que cualquier insulto.
No recuerdo exactamente cómo terminó la discusión. Sé que intenté hablar, justificarme, decirle que fue un accidente. Que yo no lo planeé. Pero ¿qué importa? Para ella no hay matices: yo arrebaté a su hermano, y después la dejé hundirse en la mentira de una infidelidad para tapar mi culpa.
Cuando la puerta se cerró tras de ella, me quedé ahí, en medio de la habitación, sintiendo que el aire pesaba como concreto. Quise romper algo, destruir todo a mi alrededor. Pero me quedé quieto, porque lo único que estaba roto era yo.
Han pasado horas, o tal vez minutos, ya no lo sé. Me miro en el espejo y apenas me reconozco. Ese hombre de ojos oscuros y mandíbula tensa es un extraño. Un hombre que ya no tiene a Valentine, porque la verdad que tanto tiempo escondí se lo ha llevado todo.
Lo peor es que, en el fondo, sabía que este día llegaría. Siempre supe que tarde o temprano la verdad se abriría paso, porque la culpa no se apaga, solo espera. Y Valentine… ella es demasiado inteligente, demasiado obstinada como para vivir engañada toda la vida.
¿Me odia? Sí.
¿Lo merezco? Más de lo que puedo soportar.
Pero lo que no puedo sacarme de la cabeza es el recuerdo de su rostro cuando me lo dijo. Esa mezcla de dolor y traición. Esa forma en que sus labios temblaron, como si quisiera besarme y golpearme al mismo tiempo. Esa contradicción que siempre nos define: odio y deseo enredados en la misma piel.
La perdí.
Y aun así, la quiero más que nunca.
No sé qué haré mañana. No sé si ella me delatará, si me destruirá frente a todos, si se alejará para siempre. Pero sé algo: no me voy a ir. No voy a desaparecer. No soy tan noble. Si Valentine decide matarme con sus propias manos, que lo haga. Pero no pienso huir.
Porque, aunque ahora me odie, aunque me vea como el monstruo que soy…
seguiré siendo suyo.
Editado: 04.10.2025